La España vacía y vaciada de un proyecto nacional democrático
Dicen ahora que hay una España vaciada, antes que vacía. Se insiste en el participio para dar pie a una interpretación conspirativa.
Dicen ahora que hay una España vaciada, antes que vacía. Se insiste en el participio de pretérito, para dar pie a una interpretación conspirativa. ¿Habrá alguien que deliberadamente la haya vaciado con oscuros propósitos y con graves daños para sus habitantes? Tras el libro La España vacía de Sergio del Molino (2016), se ha puesto de moda que, además de las de Machado, hay otras dos Españas:
Hay una España urbana y europea, indistinguible en todos sus rasgos de cualquier sociedad urbana europea, y una España interior y despoblada, que he llamado España vacía. La comunicación entre ambas ha sido y es difícil. A menudo, parecen países extranjeros el uno del otro. Y, sin embargo, la España urbana no se entiende sin la vacía. Los fantasmas de la segunda están en las casas de la primera.
Inmediatamente, el vivales de Manuel Campo Vidal, que se dice hijo de esa España, se dispuso a impulsar lo que puede ser una plataforma política que pondrá en juego muchos escaños en futuras elecciones. Hasta 90 se ha dicho, pero desde luego 15, al menos según Luis Herrero, que sabe de encuestas, lo que ya sería toda una conmoción en el mapa electoral español.
Es más, es que ya fue el elegido –a saber por quién– para leer el manifiesto del nuevo tinglado. Voz Pópuli ha explicado su aportación desde Next International Business School, con cátedra de despoblación y reto demográfico incluida, desde su red de periodistas rurales y desde un proyecto-programa técnico con más de 300 páginas, base cierta de su futura opción política en las próximas elecciones autonómicas, municipales y generales.
Precisamente su presencia en el proyecto es lo que despierta la primera sensación de sospecha de que nada es casual y de que este movimiento político tiene un demiurgo dispuesto a beneficiarse de su cosecha de votos, por activa y por pasiva. Que Pedro Sánchez lo viera con simpatía hasta que se le notó y trató de escabullirse es la segunda. La tercera es que sean medios de comunicación ligados al PSOE y a la izquierda comunista los que estén entusiasmados. La cuarta, que las únicas regiones que no tienen organizaciones en su plataforma sean Cataluña y el País Vasco, donde Bildu, PNV y el separatismo catalán no permiten competencia.
Hay quien cree que se trata de unir la izquierda actual también con la I República y su deriva cantonal, de modo que, en España, en la que el particularismo municipal y de comarca es muy acusado, se termine de reventar la Constitución de 1978 logrando los escaños necesarios para dar un vuelco definitivo a la Transición. Galdós ya decía que la descomposición cantonal de la patria llevaría a un frenesí de independentismo, hasta individual. "Yo era también un cantón, o quería serlo", confesó desde su personaje.
Pero hay otra España vaciada, ésta sí, progresiva pero persistentemente de su conciencia nacional y patriótica, de su orgullo por la gesta de su transición democrática indolora, de su reconocimiento de que la organización constitucional nacida en 1978, aun con sus defectos, ha dado paso a los mejores cuarenta años de libertad, igualdad de oportunidades y bienestar material desde hace siglos.
Esa España, que es muy extensa, tanto como para conseguir casi 200 escaños o más en unas elecciones generales, está vacía de referencia a un modelo de convivencia que pueda visualizarse. Es, eso sí, una España trufada de críticas, de sermones condenatorios, de alegatos contra la destrucción de sí misma que alienta el Gobierno de Pedro Sánchez. Pero no se ve con claridad qué España queremos que sea la predominante en nuestra democracia ni se distingue con nitidez quiénes son los que la representan.
Resulta muy difícil, al parecer, dibujar con detalle y con entusiasmo cuál es la semblanza de una España abierta pero con legalidad, pragmática entre lo social y lo mercantil, unida aunque descentralizada en lo necesario, libre máximamente para el desarrollo de la individualidad, tolerante recíprocamente, dotada de una educación no adoctrinada, de una justicia lo más independiente posible, territorialmente cohesionada y solidaria, relacionada por la lengua común y conectada profundamente con el mapa democrático, sobre todo Europa y América.
Estoy convencido de que pueden componerse algunas decenas de estampas visuales sobre esta España que podamos firmar muchos porque reconozcamos nuestros deseos en ellas. Deberíamos después promover un gran pacto político y social y cortar la hemorragia moral que está dejando a esta España mayoritaria vacía de sí misma y sin esperanza alguna en el futuro. Esa es la gran estrategia política que necesitamos.
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