Seis cuentos chinos sobre la inmersión
El planeta entero debe de ser catalanófobo, pues nada similar a la inmersión catalana existe en país alguno.
Cuento chino número uno: en Cataluña existe un enorme consenso social en torno a la cuestión de la lengua y, más en concreto, a favor de la inmersión forzosa. Bien, entonces habrá que atribuir a la mera casualidad el que lleven cuarenta años negándose en redondo a efectuar cualquier tipo de consulta a la población sobre ese asunto. Porque se resisten como gato panza arriba a efectuar ningún tipo de pesquisa, ni la más sencilla, que implique contar con la opinión manifiesta de la gente sobre esa muy concreta materia. Por algo será.
Cuento chino número dos: el actual sistema escolar monolingüe al 100% en catalán garantiza que todos los alumnos aprendan y dominen a la perfección el castellano. Pero si la mejor manera de que los escolares aprendan muy bien un idioma es que no tengan ninguna relación con él, ni la más mínima, dentro del colegio, habrá que concluir que Cataluña estuvo poblada por bípedos con alguna tara cognitiva grave hasta 1980. Pues no hay noticia de que hubieran aprendido a la perfección el catalán gracias a no haberlo estudiado en el colegio.
Cuento chino número tres: estudiar en la lengua materna carece de la menor importancia pedagógica, pese a lo que sostienen los partidarios del bilingüismo. Ergo, todos los pedagogos catalanistas estaban radicalmente equivocados cuando predicaban al lacrimógeno modo sobre la terrible tortura que suponía para los pobres niños catalanohablantes el tener que recibir la instruccion en castellano.
Cuento chino número cuatro: disponer de dos líneas educativas en función del idioma vehicular supondría una intolerable "segregación" que Cataluña no puede permitir. En cambio, Cataluña parece que sí puede permitir, y sin ningún problema, que se segregue a los hijos de los padres pudientes, muchos de ellos independentistas, que cursan el bachillerato en inglés, francés, alemán o italiano, como fue el caso personal de Fray Junqueras.
Cuento chino número cinco: la inmersión forzosa es un valioso instrumento al servicio de la cohesión social de Cataluña. Tal vez por eso, por lo mucho que nos ha cohesionado a todos que sumerjan a los niños por las bravas, estuvimos a punto de ir a la guerra civil durante el muy entretenido mes de octubre del año 17. Un poquito más de su maravillosa cohesión, solo un poquito, y en las calles de Barcelona hubiese habido cadáveres por las esquinas.
Y cuento chino número seis: quien discrepe de las cinco trolas anteriores incurrirá en el pecado de catalanofobia. De ahí que el planeta entero resulte ser catalanófobo, pues nada similar a la inmersión catalana existe en país alguno, Canadá incluido. Eso sí, trátase de un modelo de éxito. Basta con escuchar hablar a Rufián para comprobarlo.
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