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Eduardo Goligorsky

Padrinos de delincuentes

El Parlament de Cataluña ha creado una comisión que se encargará de diseñar un nuevo modelo policial para la región.

Pere Aragonès, ante unos mossos d'esquadra que le rinden honores. | EFE

Los delincuentes que han elegido como escenario para sus fechorías la república prematuramente abortada de Cataluña pueden dormir tranquilos, apadrinados por políticos renegados de su patria. Los guardias urbanos y los mossos d´esquadra estarán sometidos a una rigurosa vigilancia ejercida por sus más enconados enemigos y difamadores para que no puedan disparar una bala de foam ni blandir una porra contra incendiarios, vándalos y depredadores. Algo así como si la policía de Sicilia estuviera controlada por el clan mafioso Corleone. Esos políticos renegados negocian con sus socios trapaceros enrocados en la Moncloa la expulsión de Cataluña de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad constitucionales: la Policía Nacional y la Guardia Civil.

Nuevo modelo policial

El Parlament de Cataluña ha creado una comisión que se encargará de diseñar un nuevo modelo policial para la región. Al frente de este organismo estará Eulàlia Reguant, diputada de la CUP, partido antisistema que, según anunció esta legisladora, se propone poner en marcha "una oficina que pueda sancionar a los mossos d’esquadra al margen de la Justicia y con más celeridad que esta si considera que los agentes cometen malas prácticas", porque "hemos visto casos en que agentes siguen actuando estando en procesos judiciales" (LV, 26/10). Al día siguiente, el columnista del diario que publicó esta noticia, Màrius Carol, puso el grito en el cielo ("Conejos de la chistera"):

La CUP está por reinventar la democracia: a la policía catalana no la sancionarán los jueces como en el resto del planeta, sino los antisistema en su nuevo chiringuito. ¿Guay, no? El chiringuito sancionará deprisa y corriendo y no como los tribunales, que exigen pruebas, testimonios y comparecencias (…) Los Mossos levantaron 1.200 actas el año pasado por alteraciones del orden público en las calles, sin que ni una sola de ellas fuera tramitada, no fuera que se sancionara a un activista amigo. Lo que parece un recochineo es que ahora la policía catalana pueda ser sancionada en un chiringuito por ser demasiado resolutiva.

Una lógica perversa

La coalición de todos los partidos y movimientos sediciosos contra los guardianes de la ley responde a una lógica perversa. Aunque haya sido un gambito autoexculpatorio de dudosa veracidad, el compromiso que dijo haber asumido el mayor de los Mossos Josep Lluís Trapero debería convertirse en la norma de conducta de estos funcionarios: "Si la Justicia me hubiera ordenado detener al presidente de la Generalitat, habría obedecido la orden". Pero Junts, ERC, CUP y Comuns marchan por otro derrotero. Son los promotores de la rebelión, los alborotos callejeros, la quema de contenedores, la okupación de edificios y espacios públicos, los escraches y las agresiones físicas a los agentes de la autoridad. "¡Apretad, apretad!" es el mantra de los capos.

Cuando los agentes del orden hicieron oír su voz de protesta en una manifestación multitudinaria contra la complicidad de las autoridades regionales y municipales con la escoria subversiva, los parlamentarios de Junts y ERC fingieron conmoverse con una declaración trufada de evasivas (LV, 5/11):

En lugar de instar a "reforzar la autoridad" de la policía, como planteaba el PSC, tanto ERC como Junts prefieren remarcar que el objetivo de las intervenciones policiales debe ser "garantizar derechos y libertades a toda la ciudadanía", rechazando "la criminalización de los jóvenes".

Al pie de esta información leemos, en un recuadro:

Los representantes de los Mossos se preguntan si Pere Aragonès realmente los "escucha" y acusan al Govern de "servilismo" respecto de la "minoría social" de la CUP, por lo que alertan de que la seguridad pública podría quedar en manos de los que "miden la democracia en función de los contenedores quemados y policías heridos".

Otro timo

Jordi Juan, director de La Vanguardia, celebra como "Un paso adelante" (6/11) "el acuerdo alcanzado ayer entre el Gobierno y la Generalitat para consolidar el papel de los Mossos como principal fuerza policial en Catalunya". Otro timo para pillar incautos. Rubricaron el trampantojo, por un lado, el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska –el mismo que defenestró a un jefe de la Guardia Civil por cumplir con su deber, pacta con el Gobierno vasco los privilegios para matarifes etarras y facilita la excarcelación de asesinos reincidentes– y, por otro, el conseller exsocialista transmutado en supremacista étnico Joan Ignasi Elena, bajo la mirada atenta del president desertor de su nacionalidad española Pere Aragonès. En síntesis, los Mossos estarán subordinados a los caprichos contra natura de un contubernio de políticos totalitarios con antecedentes penales, indultados con nocturnidad y alevosía de condenas firmes por delitos de sedición, malversación y prevaricación. Con la conformidad del Frankenstein sanchicomunista. ¡Vaya esperpento el "paso adelante"!

Blindaje sólido y fiable

Sírvanos de consuelo el hecho de que en la encuesta de servidores públicos que merecen confianza en Cataluña (LV, 7/11) los Mossos sobresalen con el 78% y la Policía Nacional y la Guardia Civil con el 70%. A los brazos de la ley solo les preceden el personal sanitario y los profesores, mientras que los políticos padrinos de los delincuentes naufragan en la ignominia con el 31 %.

Es en la entente patriótica de la sociedad civil sana, por lo tanto, donde reside el blindaje más sólido y fiable para los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado y para las Fuerzas Armadas, a quienes la Constitución encomienda la defensa de la Monarquía parlamentaria y de la integridad y soberanía del territorio de España. ¡Desperta ferro!

PS: Los gemelos estadounidenses de los cuperos catalanes pretendieron aprovechar la muerte de un ciudadano negro asfixiado por un agente blanco, en Minneapolis, para reemplazar a la Policía por un estrafalario cuerpo de componedores. El 56% de los ciudadanos, celosos de su seguridad, rechazaron en las urnas la iniciativa castradora de los antisistema (LV, 14/11). Un ejemplo aleccionador de cultura cívica.

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