De la Constitución del 40, Cuba y sus narcisos
¿Por qué esa virulencia en contra de Batista? Batista era un mestizo, ah, imperdonable para los blanquitos grasosos.
Santiaguito Rey Pernas, uno de los creadores de la Constitución cubana de 1940 (una de las mejores Constituciones que existió en el mundo), ministro sin cartera, ministro de Gobernación, senador, según un personaje de estos que aparece de buenas a primeras en Twitter para atacar, faltaría más, mi entrevista con el veterano político ya fallecido, entregaba cheques falsos en los casinos del vicio y la corrupción de la República.
En cambio, poseo otros testimonios que niegan la ocurrencia de este sujeto aislado y que declaran lo contrario, incluido el testimonio del propio Rey Pernas, a quien conocí y entrevisté, como he probado en distintas ocasiones. Ahora, díganme ustedes, ¿cuántos cheques falsos, sin fondo, cuánta corrupción no ha generado el castrismo? Cuba es el burdel del mundo hoy en día, a donde van a solazarse con jineteras, pingueros y hasta con niños los viejos más asquerosos y los pedófilos más perseguidos del planeta. Cuba tiene una deuda con el mundo entero, que no paga ni pagará, y todavía los Castro siguen exigiendo, de descarados que son, que les eliminen el embargo americano, con todo lo que han mendigado por el mundo, con todo el dinero que les tumbaron a los países excomunistas, a la Unión Soviética, a Venezuela y a cuantos países adoctrinados por ellos quieran darles de todo, el oro y el moro, por un tubo y siete llaves. Un embargo (suavísimo) justificado ante más de 62 años de tiranía. De modo que el supuesto Casino batistiano se quedó chiquito al lado del gran casino castrista que armaron los Castro en la finca de su exclusiva propiedad en la que convirtieron a Cuba con el contubernio de todo un pueblo. Batista es un niño de teta al lado de los Castro. Y en este instante recuerdo vivamente una imagen que vi con mis propios ojos, en una pared, enfrente del Focsa, alguien pintó a Fidel Castro cargando a Batista con un tete en la boca, esa misma mañana la policía acordonó la cuadra, porque enseguida se regó por el barrio lo de la pintada. La gente se desparramó a ver con disimulo la obra de arte, como si de la Gioconda en el Louvre se tratara. Aunque, claro, no hay que exagerar, tampoco fue una concentración de masas, más bien pasaban de puñaditos, como haciéndose los bobos, tampoco se quedaban demasiado tiempo; más bien nadie se detuvo ni dos segundos, sólo echaban una ojeada de refilón y apresuraban el paso. Eso lo vi yo en los años noventa en La Habana, en El Vedado, nadie me lo contó. Al parecer, la misma pintada apareció en varias zonas de la ciudad, porque mi madre recordaba haberla visto también por La Habana Vieja.
Respondí a esa persona en Twitter que cuestionaba a Santiaguito Rey Pernas, entonces me dijo que él no sabía lo de la Constitución del 40 porque él contaba solamente tres años en la época, pero que sí había presenciado lo de los cheques en los casinos en los años 50. Vaya, qué ingenuidad (llamémoslo así), lo de la Constitución está escrito con letras mayúsculas en la historia de Cuba, y aunque tuviera tres años debiera saberlo, porque yo no era nacida y lo sé, sólo tuve que leer un poco de historia. Sin embargo, qué hacía él tan joven en los casinos habaneros que tan mala fama tenían en los años cincuenta. Al preguntárselo, me bloqueó. No sin antes aclararme que él pensaba que Castro era un genocida. Bien, entonces, ¿quiere decir eso que ser genocida en comparación es mejor que ser un político corrupto (cosa que Castro también es y ¡cómo!)? Al parecer, para él sí, porque defendió más su idea del buen genocida que la suposición de que Santiaguito Rey Pernas era un corrupto, frente a una verdad comprobada de que los Castro son genocidas.
En cuanto a Batista y mi batistianismo. Bien, casi todos los novelistas latinoamericanos han escrito una novela sobre dictadores ¿quiere eso decir que sean ellos trujillistas, somozistas, stroessnerianos? Y a propósito, ¿por fin quién es el dictador de El otoño del patriarca, novela de Gabriel García Márquez? Mi idea fue terminar una novela sobre un supuesto dictador que fue elegido presidente, ¿no estoy acaso en mi derecho de hacerlo? ¿Le van a criticar a Pablo Neruda que haya escrito estos elogios sobre Batista? O sea, que no se han leído la novela y me tratan de batistiana y de todo lo demás con desprecio. Paso olímpicamente. Sin embargo, que un escritor como Norberto Fuentes escribiera una biografía novelada del tirano Castro no levantó tantas ronchas, tampoco levantó demasiada polvareda. Y es que el odio que levanta Batista es demencial, así como la dependencia emocional efusiva (que se establece entre la víctima y el verdugo) impuesta por los Castro, que es de ingreso en el psiquiátrico más cercano y con urgencia.
¿Por qué esa virulencia en contra de Batista? Batista era un mestizo, ah, imperdonable para los blanquitos grasosos. Batista era de extracción humilde, o sea, pobre, peor todavía para los obesitos mofletudos que sudan leche; para colmo, Batista llegó a la cumbre por su propio esfuerzo, ya saben… En un país donde la palanca o la botella eran y son los medios ideales de existencia para cualquier hijito de papá, ya me dirán lo que provoca que un indocubano llegue a donde llegó Batista a golpe de esfuerzo, trabajo y lectura. ¡Lectura! ¡Pecado, pecado! Por el contrario, que un pichón de gallego terrateniente y asesino, asesino y marrullero él también, se haga con el poder, por medio de una revueltica de a tres por quilo, enseguida llamémosle a eso revolución y elevémoslo al pedestal de la gloria, ¡con lo cobardón que era! Y para enterarse de lo de cobardón sólo hay que leerse el libro de Huber Matos Cómo llegó la noche, donde el gordo grasiento y pesado de Fidel Castro cada vez que oía soplar las balas se escondía bajo la falda (es un decir lo de falda, siempre usaba pantalones o casi siempre) de Celia Sánchez Manduley y la otra suicida (todas esas mujeres de la robolución, por cierto, se suicidaron posteriormente en masa, no por gusto). Ah, pero el niño hijo de terrateniente criminal era blanco y se codeaba con las mejores familias, incluida la familia Batista, que llegó a ser de las mejores gracias a su hijo, y de la que Castro I era deudor, por cierto. Blanco, señores y señoras, un pasaporte para la eternidad de la burguesía cubana, hijo de un matarife, mientras que Batista era el hijo de un mambí.
Ahí entran en juego Biscet (al que ya han olvidado, y quien, por cierto, sigue escribiendo, sin parar, no como algunos, que desde que hicieron la gira internacional de la bichidisidencia han cesado de escribir, preparan maletas para otro periplo, y todavía estamos esperando la promesa de periódicos, revistas, y lo que es esencial, la promesa de la liberación de nuestro país, que ese exilio de blanquitos catolicones puso entre sus manos ciegamente, como en el peor de los boleros); y Antúnez, que en cuanto escribo sobre él enseguida se avalancha la turba a hacerlo picadillo de soja, lo mismo que con Batista, a denigrarlo y embarretinarlo. ¿Por qué, si Antúnez no es Batista, ni tiene nada que ver? Ah, pero es negro y tiene más timbales que muchos blancos. Muchos blancos los han tenido también, que no sólo los negros tienen berocos en Cuba, pero últimamente son los menos. Claro, a Biscet el Gobierno norteamericano lo ha cambiado por los mulaticos socialistones reguetoneros de San Isidro, los que recibieron becas de Manuela Carmena en España.
¿Que Antúnez fue supuestamente delincuente? ¿Y qué? Repito, creo más en un negro delincuente que se convierte en anticastrista que en un castrista que se transforme en disidente. Vengo de un solar de La Habana Vieja, no es nuevo, ya lo he contado antes de sobra, cuando en el Cine Habana me querían ajetrear los conguitos (fíjense en el nombre de los chocolatines), sólo salían a defenderme los negritos supuestamente delincuentes del barrio, los blanquitos se quedaban muy callados cuidando de que no les arrebataran a ellos los suyos; cuando en el garaje del Parque Habana en donde cargábamos cubos de agua mi madre y yo porque en el solar no había agua corriente, ni ningún líquido de ningún tipo, como no fueran los meados que chorreaban de los baños colectivos por las paredes mugrientas y descascaradas (en plena Revolución, no en época de Batista), y que un blanquito cochino y salpafuera venía a colársenos o a meternos velocidad, siempre había un negro delincuente, por cierto antiguo maestro en la época de Batista, que nos venía a ayudar y a sacar la cara por nosotras, porque a una "dama" no se le trataba así. Todavía a las mujeres nos llamaban "damas" y no "jebas".
Por otra parte, Antúnez, por mucho que se empecine o se haya empeñado en ser delincuente, no podrá jamás ser más delincuente que los dos delincuentes que se han apoderado de la isla desde hace más de medio siglo; Biscet es todo un señor al lado de ellos, y Antúnez lo está demostrando en Estados Unidos, donde supo cantar las verdades que muchos no quieren oír. ¿Será por eso que no le han dado el Premio Libertad, que no lo han presentado en la Torre de la Libertad? ¿Será porque es negro cubano y archisabido es que ante los afroamericanos hay que arrodillarse y besarles los pies (yo no me arrodillo ante nadie ni le beso los pies a nadie), y frente a los negros cubanos hay que usar la arrogancia, la altanería, el desprecio, el menosprecio, y ningunearlos por eso precisamente, por ser negros cubanos?
El racismo y el clasismo son los problemas funda(mentales) del cubano, recuerden el libro de Rafael Díaz-Balart, Cuba: Intrahistoria. Una lucha sin tregua.
Así que Antúnez fue un delincuente y Biscet es un iluminado, para algunos. Es verdad que a Biscet se le coció un buey en la cabeza con la religión al salir de la cárcel, pero con el tiempo ha ido adquiriendo lucidez, y ha vuelto a ser el que era. Lo sé porque lo sigo leyendo. Él sólo pidió tiempo, y creo que ese tiempo de retiro espiritual, de estudio, que se tomó, ha servido de algo, de mucho, porque se ha ido consolidando una figura de la oposición real. Del mismo modo en que Oswaldo Payá a mi juicio fue dándose cuenta poco a poco de que el apoyo del exilio le era vital para poder continuar y remodelar sus proyectos.
Además, volviendo al tema que nos ocupa, cómo se pueden permitir algunos calificar de delincuentes a Antúnez y a Biscet, cuando en Miami mismo se encuentran trabajando unos cuantos especímenes, traficantes, esbirros e hijos de esbirros, arrepentidos a última hora, como periodistas ¡para colmo! ¡Como periodistas estrellas! No hizo falta la bomba que Castro II quería hacer estallar encima de Radio y TV Martí en los años ochenta y noventa, dado que enviando a este tipo de calaña al corazón de la mata ha sido más que suficiente; incluso, uno de los terroristas que supuestamente pondría la bomba (contado por él mismo) ha sido periodista de Radio y TV Martí. Eso sí, nadie protesta por eso, lo encuentran muy normal. Pagan con sus impuestos semejante barbaridad y ni siquiera reparan en ello. No, ellos únicamente reparan en que los negros valientes de Cuba, los timbalúos de Cuba, son delincuentes, porque lo dictaminó el régimen, como dictaminaron un día que yo era "pornógrafa", Cabrera Infante "loco" y Reinaldo Arenas "un ser de odio", que según Mariela Castro III comercializó su homosexualidad. Bueno, mira por dónde, como Gabriel García Márquez comercializó su complicidad con el horror y su colaboración con la dictadura de los hermanos Castro y su pedofilia. A ver qué es peor, a ver a cómo tocamos. Hablando de las "memorias de las putas tristes" menores de Gabo, ¿vieron la última adquisición kubanoide de CNN como analista política? Una blanquita mitómana y trepa con malas copias de Chanel que lo único que hace es venderse como la última cocacola del desierto y que declaró en Paris-Match que Raúl Castro había vuelto a poner a Cuba en el universo.
De modo que, para concluir mi perorata, es preferible que Cuba sea liberada por los cimarrones de toda la vida que por los comequeques semi-ilustrados o semi-analfaburros, oportunistas, blanquitos cheches, que no han hecho más que atrasar al país con sus muelas bizcas y que no nos han conducido más que a mirarnos el ombligo un día tras otro, y a contemplarnos durante más de medio siglo en el espejo opaco y natoso, en el río nauseabundo y estancado del ego cubano, cual pavorreales que inflan el plumaje respondiendo al nombre de narcisos, y no precisamente el Narciso del poema lezamiano, y tampoco el de Narciso López, ¡ni eso! ¡Ya quisieran ellos!
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