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Javier Somalo

Antivacunas contra LD

A veces tanta presión resulta incómoda pero te mantiene despierto, ayuda a entender que llevemos 22 años de tralla y, sobre todo, genera anticuerpos.

Albergo muchas dudas sobre la existencia de un cambio climático de carácter antropogénico. Creo que si lo hay es porque toca, no somos tan dañinos. Pero mi duda no significa que me guste contaminar, de hecho procuro no hacerlo y adoro la naturaleza siempre que no excluyan de ella al ser humano, manía muy "ecologista". Del mismo modo, no creo que la erupción del volcán de La Palma sea un episodio más de ese cambio antropogénico, sino más bien del que tocaba en una isla volcánica activa, no en medio de la Gran Vía madrileña con Godzilla pisando farolas. Pero no negaré que el volcán escupe fuego y, sobre todo, no pediré a la gente que se quede en sus casas esperando a ser purificada por un río de lava.

Una cosa es dudar, otra negar evidencias y otra convertirse en un peligro público. A este último grupo pertenecen los que animan a no vacunarse contra el coronavirus difundiendo bulos, injuriando y estafando de forma casi profesional. No nos confundamos.

Dicen sin rubor que estamos ante un proceso de exterminio practicado con las vacunas. Dicen también que, en caso de haber caído en la red de este Nuevo Orden Mundial, se puede remediar bebiendo un peligroso compuesto que ellos mismos venden y que, como ya se ha explicado al detalle en estas páginas, se ha usado en múltiples ocasiones y con fatales resultados contra todo tipo de dolencias. En pleno siglo XXI sigue siendo posible el tocomocho, la estampita… En China murieron asesinados científicos porque trataron de averiguar el verdadero origen del letal brote. Eso sí es valiente.

Un vacunado no teme que un no-vacunado le contagie como sostienen algunos pastores del negacionismo criminal, el que mata, no el que sólo duda. Un vacunado teme que muera el que insiste en no vacunarse (no es tan egoísta como el que formula la premisa) y que además convenza a otro para que no se vacune y pueda morir también. En los países donde no tienen mucho tiempo que perder porque ni siquiera hay agua potable estos movimientos sociales del primer mundo deben de molestar bastante. Gracias al activismo de los antivacunas estamos tirando viales a la basura mientras en África apenas se llega al 4 por ciento de media de población vacunada. Y una pandemia debe erradicarse en todas partes.

La muerte de Elia

Como esta campaña se ha arrastrado por muchos fangos, conviene repasar algunos episodios para que quien quiera criticarnos lo haga conociendo los hechos.

Que cada cual se vacune o no, no es asunto nuestro y desde luego en Libertad Digital jamás se ha obligado a nadie a vacunarse. Nunca. La empresa ha costeado a todos los trabajadores cuantas PCR o test han sido necesarios durante los peores meses de la pandemia. Es lo mínimo que podía hacerse cuando muchos de ellos ni siquiera pudieron confinarse porque la radio exige presencia. Y acudían a trabajar cuando los contagios suponían cerca de mil muertos al día y de todas las edades. Cuando la muerte apenas se podía esquivar. Cuando el miedo era mucho y muy bien fundado. Cuando la esperanza de una vacuna era sólo eso, una esperanza lejana.

A nadie se le ha pedido un certificado sobre vacunación. A nadie se le ha obligado a vacunarse. El propio Santiago Abascal, durante la entrevista con Federico, eligió no responder a la famosa pregunta que no se formuló como presión personal sino para tratar de dar ejemplos útiles en momentos complicados. Si fuera obligatorio estar vacunado en LD, no habría sido necesario hacérsela. O no habría venido al estudio de esRadio.

Pero en esta infame campaña, otra de tantas, se nos ha llegado a responsabilizar de la muerte de Elia Rodríguez. En correos electrónicos, por las redes sociales y hasta pintando sobre la acera, cerca de nuestra sede. Aunque tanta y tan mediocre maldad se desacredita por sí misma y no debería requerir respuesta, hay cosas que deben saberse. Yo mismo hablé con la familia aquel fatídico día para trasladar nuestro dolor y porque es de rigor pedir permiso a los más allegados para publicar la noticia recabando los datos básicos de la muerte, que fueron los que ofrecimos. Elia era periodista y lo primero que había que hacer era redactar una noticia, con prontitud y lo más respetuosa y breve posible. Ya organizaríamos después el debido, sentido y merecido homenaje para el que se agolparían tantos voluntarios en esta casa. ¡Y qué bien lo hicieron todos!

No olvidaré la forma en la que un hermano, un padre, una madre y un amigo de la familia, todavía sin creer lo sucedido horas antes, nos atendieron. Con esa entereza castellana que esconde el llanto siempre para después aportar cada detalle de los que disponían sobre aquel hecho definitivamente terrible: la muerte de una persona joven. Una hija, una hermana y aquí, una compañera. Concedido el permiso y anotadas las causas que la familia nos aportó sólo quedaba respetar el dolor y hacer lo posible por mostrar todo el cariño posible desde el lugar en el que Elia trabajó. Nadie podía imaginar que días después los psicópatas antivacunas nos acusarían de haber obligado a vacunarse a una persona que murió.

Sé que lo más probable es que los que más nos agreden se hayan vacunado ya porque suelen ser simples cobardes fracasados que mantienen su última esperanza de reconocimiento en las redes sociales. Pero su estulticia y lo residual de su influencia no podían hurtar al lector los detalles de esta vil campaña. Según ellos, nosotros matamos a una compañera. Lo dicen los más militantes de los antivacunas y no lo niegan algunos de los que "sólo" dudan. Que cada cual elija, pues, dónde quiere estar y si para dudar sobre algo hace falta llegar tan lejos.

La decisión individual de no vacunarse o la duda sobre su efectividad o posibles efectos, pese a la abundante información existente, podría quedar en la esfera privada de cada cual aunque a mí me resulta del todo incomprensible. Pero un movimiento antivacunación, sea o no agresivo contra nosotros, es un peligro indiscutible contra el que vamos a luchar siempre. Con más o menos oyentes, con más o menos lectores. Nunca hemos buscado la influencia al peso. Hay apoyos que son tóxicos y cuanto antes se despoje uno de ellos, por numerosos que parezcan, mucho mejor. Otros vendrán a cubrir felices vacíos y habremos contribuido a orillar definitivamente a mucho indeseable.

Política y mediáticamente, esta campaña resulta además curiosa. Algunos nos reclaman un liberalismo consistente en que nos dejemos insultar. Pinchan en hueso. Lo cierto es que cada vez estoy más convencido: liberales hay muy pocos pero suelen ser (somos) el refugio de demasiados descontentos. Se ilusionan con nuestra independencia sólo cuando coincide con sus ideas. Y nos injurian con saña cuando nosotros seguimos ejerciéndola aunque se separe del camino que creían único. La libertad y la independencia, o lo que nosotros entendemos por ellas, están en discrepar o coincidir con quien sea, sin atender a prejuicios, siempre que se sostenga aquello en lo que uno cree. Así pasó con Gallardón, enemigo número uno de Federico cuando lo llevó a los tribunales y al que alabó por sus intenciones, luego falsas, sobre la independencia de la Justicia.

Nuestra libertad y nuestra independencia nos han acercado y alejado del PP, de Ciudadanos, de Vox y hasta del PSOE, sólo por mantener en el tiempo y contra el olvido aquello en lo que de veras creemos. A veces tanta presión resulta incómoda pero te mantiene despierto, ayuda a entender por qué llevamos 22 años de tralla y, sobre todo, genera anticuerpos, tan necesarios en esta profesión. Ahora más que nunca.

Justo es reconocer que esta vez hay mucho que agradecer a colegas como Joaquín Manso, Jorge Bustos o Fernando Lázaro, todos del diario El Mundo, que salieron a defendernos públicamente y con rapidez, que es como se hace si uno se lo cree. También lo hizo públicamente Inés Arrimadas. Y algunos dirigentes del PP y de Vox, por vía privada. Vendrán días de muchas reflexiones en voz alta.

Dudar puede ser un síntoma de raciocinio, de independencia. La duda individual, claro. Es la que ha sido tantas veces perseguida por ser contraria al dogma. No intenten hacernos creer los criminales activistas antivacunas que ellos dudan porque no es así: pretenden ser el dogma y son ya los que coartan y persiguen para vengarse de su insignificancia.

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