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Daniel Rodríguez Herrera

Los carroñeros de la homofobia y el Bulo del Culo

Para estos fanáticos, que Vox es y será siempre culpable no es una opinión, sino un hecho.

EFE

Cuando el vil asesinato de Samuel Luiz, cuyos responsables creo que todos deseamos que pasen mucho, pero que mucho tiempo en la cárcel, los reaccionarios conservadores extrema derecha caca culo pedo pis pedimos un poco de prudencia. La Policía no sabía si los asesinos conocían siquiera que su víctima era homosexual y no estaban por tanto convencidos de que se tratara de un delito de odio. Llamar a alguien "maricón", por mucho que ahora lo quieran negar, se usa en España sin hacer distingos, al igual que "hijo de puta"; no hace falta que el receptor sea homosexual o que su madre sea meretriz para que se emplee, de modo que no era prueba suficiente. Por supuesto, esto no detuvo a la turba, que llegó a insultar al padre de la víctima cuando pidió que no se instrumentalizara el caso. Ese precedente ha servido para que, cuando el panfleto de Escolar publicó la historia de que un grupo de encapuchados le había grabado en las nalgas "maricón" a un homosexual en un portal del barrio madrileño de Malasaña, la progresía tirara en plan irónico del "no nos precipitemos llamándolo agresión homófoba".

La izquierda eligió este caso porque era muy llamativo, claro. Que a un homosexual le peguen unos dominicanos latín kings don’t play ñetas no lo es, y además alimentaría los argumentos de Vox, no los suyos. Pero que unos desconocidos hagan algo tan retorcido y siniestro sí. El relato ya lo conocemos todos. Vox es un partido que fomenta la homofobia, la normaliza y la justifica. Por tanto, cualquier agresión a un homosexual es culpa de Vox y, por contaminación, del PP y, cuando existía, de Ciudadanos. Sólo han cambiado detalles desde el dóberman. La izquierda política, viéndose incapaz de triunfar por sus propios méritos en el Gobierno, divide a la sociedad en buenos y malos con la inestimable ayuda de los medios y el mundo de la cultura subvencionada. Así se ha convertido en una religión laica en la que, como sucede con el protestantismo, a la salvación se llega por la fe y no por los actos. Eres buena persona por ser de izquierdas, aunque seas un tirano egoísta insoportable. Es la bula que no requiere de ti más que la exposición pública de tu fe.

Y como la fe no necesita de pruebas, tras saberse que la víctima había mentido por inmadurez o vergüenza de reconocer que trabaja como prostituto y que fue en un acto sexual consentido y de pago cuando se dejó hacer esa marca, la progresía en pleno, desde las homilías de la cadena SER hasta las cloacas de Twitter y del Gobierno, han pasado a decir que, bueno, que sí, que era mentira, pero que la homofobia es real y va en aumento y que el miedo existe y está justificado, y que la culpa es igualmente de Vox. Es decir, que mantienen la fe intacta, porque la fe no necesita de pruebas. Es más, los verdaderos creyentes siempre serán quienes más proclamen el dogma cuando más escasa sea la evidencia. Para estos fanáticos, que Vox es y será siempre culpable no es una opinión, sino un hecho. Y si lo discutes eres un hereje, es decir, un machista, un racista, un homófobo. Y te ofrecen como prueba que seis militantes de Vox habrían dado una paliza a un homosexual, en un episodio en el que el único condenado por la Justicia fue el supuesto agredido.

Para quienes seguimos la actualidad norteamericana, nada de esto es nuevo. En los años previos a lo de George Floyd se multiplicaron por todo Estados Unidos, especialmente en las universidades, delitos de odio fingidos. Aparecían horcas en la puerta de la habitación de un estudiante negro, pintadas racistas, cosas así. Casi invariablemente era un montaje preparado por las víctimas, porque hoy día ser víctima es un símbolo de estatus siempre que pertenezcas a un grupo aceptado como minoría oprimida por la verdadera fe. Y como no había suficiente oferta de racismo real para satisfacer la demanda de estatus, la inventaban.

No existe un problema de homofobia en España. De hecho, nuestro país frecuentemente lidera o aparece en los primeros puestos de las encuestas de aceptación de la homosexualidad. Hace un par de semanas, la misma ministra Montero que se escandalizaba por esta agresión fake como un ejemplo gravísimo de la homofobia que nos invade celebraba que fuéramos el país en el que un mayor porcentaje de personas aceptaría que su hijo saliera del armario. Eso no significa, naturalmente, que no sufran agresiones e insultos; simplemente, que son hechos aislados que no satisfacen la inmensa demanda que requiere la demonización de Vox y, en general, de la derecha. Al menos por ahora. ¿Pero saben cómo podría cambiar eso? Convirtiendo una orientación sexual en una orientación política obligatoria. Equiparando ser homosexual o tolerante con ser de izquierdas. Convirtiéndolo en una bandera de parte. No hay nada que haga más daño a las víctimas de la homofobia que los carroñeros políticos y mediáticos se aprovechen de ella para cargar contra Vox y el PP.

La izquierda ya se ha manifestado más en repulsa del llamado Bulo del Culo que por el precio de la luz y su impacto en la pobreza energética, contra la que clamaban cuando la electricidad subía un céntimo en tiempos de Rajoy. Y eso es todo lo que necesitas saber sobre lo mucho que le interesan en realidad tus problemas cuando no les sirven para reafirmarse en su extraordinariamente injustificada visión de sí mismos como los buenos de la película.

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