Tiren la Ley de Pandemias a la basura
Señor Casado: háganos el favor de mandar a paseo a Ana Pastor y a Núñez Feijoó y lidere el camino hacia una España libre de restricciones arbitrarias y abusivas.
Boris Johnson, con todos sus defectos y los errores que ha cometido, decidió que el pasado 19 de julio sería el fin de todas las restricciones asociadas al covid. Lo hizo pese a que en ese momento los casos y las muertes estaban subiendo y los expertos pusieron el grito en el cielo; los resultados le han dado la razón. No es que la enfermedad haya desaparecido, naturalmente, pero los contagios y sobre todo las muertes están en unos niveles comparables o mejores no sólo a los de otros países que aún seguimos con restricciones, sino a los de otras enfermedades con las que llevamos toda la vida conviviendo, sin que su existencia haya supuesto límites a nuestras libertades personales.
Sé que parece que sucedió hace una década, pero la consigna era la de aplanar la curva, es decir, que los contagios no crecieran tanto como para provocar el colapso de los hospitales y, con ello, miles de muertes evitables. La curva ya no va a estar ni cerca de esas cifras, gracias a que muchos han pasado ya la enfermedad y a las vacunas. De modo que, en estos días en que el Gobierno se pone la medalla de que las comunidades han vacunado al 70% de los españoles, no tiene sentido mantener las reducciones de aforos, ni las obligaciones de llevar mascarilla, ni los toques de queda ni las múltiples y cada vez más ridículas y liberticidas restricciones que las comunidades intentan colar, cada vez con menor éxito, a los tribunales.
En este contexto, resulta absurdo que el principal partido de la oposición esté limitando su acción política a pedir una Ley de Pandemias que permita a las Administraciones reaccionar adecuadamente en el futuro, sin necesidad de estados de alarma o excepción y con el visto bueno de los tribunales. No porque sea mala idea; al revés, es una buena idea y una idea necesaria... de haber sido aprobada en el verano de 2020. Sánchez no lo ha querido hacer nunca, seguramente para poder trasladar la responsabilidad a las comunidades autónomas que no gobierna su partido. En algún momento habrá que aprobar una norma para estos casos y así prevenir una situación similar en el futuro, pero no tiene sentido hacerlo para dar más herramientas a las comunidades en la situación actual, cuando el futuro previsible y deseable pasa por poner punto final a todas las restricciones.
Isabel Díaz Ayuso obtuvo en Madrid un éxito apabullante haciendo bandera, primero, de la defensa de los madrileños frente al PSOE de Sánchez, que llegó a aprobar un 155 contra la CAM sin más justificación que la de lanzar al candidato Illa a las elecciones catalanas con algún éxito bajo el brazo. Pero también propuso, desde el mismo eslogan de campaña, un modelo de mayor libertad individual frente al del control y las restricciones. No parece que el resto del PP haya seguido sus pasos, pese a haber demostrado que es no sólo la mejor política, sino lo más rentable electoralmente. Es estúpido regalar a Sánchez esa medalla centrándose en la dichosa Ley de Pandemias en lugar de impulsar, en primer lugar, desde el resto de las autonomías que gobierna, un claro liderazgo por la libertad y contra los abusos de poder, que podrían ser soportados cuando estábamos todos asustados por la pandemia, pero que cada día que pasa lo son menos.
Pedro Sánchez ha sido el peor presidente en el peor momento posible. Despreció el peligro y evitó tomar ninguna medida restrictiva que pudiera poner en riesgo una manifestación sectaria, decisión que costó miles de vidas. Pero nadie duda de su habilidad para salir a flote hasta en las peores circunstancias. Nadie salvo Pablo Casado, que parece plenamente dispuesto a ofrecerle todos los chalecos salvavidas de que dispone, en la convicción de que heredará el poder al rajoyesco modo. Señor Casado: háganos el favor de decir a Ana Pastor y a Núñez Feijoó que se metan su Ley de Pandemias por donde nunca brilla el Sol y lidere el camino hacia una España libre de restricciones arbitrarias y abusivas. Una España libre de Pedro Sánchez.
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