Afganistán: Occidente se humilla y lo humillan
Los que llegaron a soñar con llevar la libertad a todos los rincones de la Tierra se están humillando ante una horda de criminales islamistas recién salidos de las cuevas.
Los atentados a las puertas del aeropuerto de Kabul dan pavorosa cuenta del bochornoso papel que Occidente está desempeñando en la crisis afgana. Un papel signado por los errores, la incompetencia y la cobardía.
Tras un despliegue de más de dos décadas, Estados Unidos y sus aliados están huyendo de Afganistán como pollos sin cabeza y humillándose ante los execrables talibanes. Una huida desordenada que para colmo han intentado vender como una magnífica operación militar en tiempo récord.
Pero, como ha quedado terriblemente de manifiesto este jueves, Occidente se ha limitado a montar una demencial e improvisada operación de evacuación en la que ha sido incapaz de mantener un mínimo de seguridad, ya no en Afganistán ni en Kabul, sino en el exiguo perímetro del aeropuerto de la capital del país.
La salvaje matanza de este jueves es un siniestro anticipo del futuro inmediato de Afganistán, sobrado de desesperación, miseria, intransigencia y terrorismo.
El principal responsable de lo que está sucediendo es Joe Biden. Su incapacidad para prever lo escandalosamente previsible y para liderar a su país en momentos críticos marcarán indeleblemente su mandato. Pero sus homólogos occidentales tampoco han dado precisamente ejemplo: siempre a remolque de las decisiones estadounidenses, Europa jamás se ha comprometido auténticamente con su propia seguridad ni con la defensa de un mundo libre y seguro para todos. Por un lado, ha delegado esa misión en Estados Unidos, que se ha acabado hastiando; por el otro, está subcontratando aspectos básicos de su seguridad, como el control de las fronteras, a países tan poco confiables como Marruecos o Turquía. Un receta perfecta para el desastre.
Pero no es un problema sólo de los políticos, ni mucho menos: sociedades que antaño comprendían los sacrificios que comporta el mantenimiento de la paz y la libertad se han vuelto alérgicas a cualquier batalla –no sólo bélicas– que comporte esfuerzo y compromiso. Aquellos que ofrecían sangre, sudor y lágrimas a la causa del mundo libre ahora sólo tienen lágrimas, mayormente de cocodrilo.
Estados Unidos y Europa cierran en Afganistán un capítulo de su historia. En unas semanas han pasado de gendarmes del planeta a un grupo descoordinado de países incapaces de defender unos cuantos kilómetros cuadrados alrededor de un aeropuerto. Los que llegaron a soñar con llevar la libertad a todos los rincones de la Tierra se están humillando ante una horda de criminales islamistas recién salidos de las cuevas. Cuánto oprobio, y qué caro vamos a pagarlo.
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