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Zoé Valdés

Cuba: niños comiendo gatos

El pueblo cubano, desarmado desde los primeros días tras la toma de poder por Fidel Castro y sus secuaces, no tiene cómo lanzarse a las calles.

EFE

En el año 1993, en La Habana, ocurrió una de las peores hambrunas que ha vivido la Humanidad, y de las que ha vivido Cuba desde la Reconcentración de Valeriano Weyler a la fecha.

En ese mismo año, una mañana llegué al hospital Calixto García a visitar a una amistad ingresada allí y al salir una mujer vendía clandestinamente papas rellenas con carne, afortunadamente no tenía dinero y no pude comprarle; de lo contrario lo habría hecho, pues llevaba el estómago pegado al espinazo, y no estaría haciendo el cuento ahora.

Dos días más tarde, en el NadieTeVe (Noticiero TV de la noche) dieron la noticia de que varios niños se hallaban en estado de gravedad en el mismo hospital, y una niña había muerto por haber ingerido precisamente las papas rellenas, rellenas de carne de rata. Se supo que era carne de rata porque al hacer la autopsia de la niña fallecida hallaron restos de lo que había comido. Preguntaron a la madre, y ella les dijo que había comido ese mismo día en que se puso muy mal esas papas rellenas compradas a la entrada del mismo hospital. Por azar la madre había guardado en el congelador otras papas rellenas para dárselas de comer a su otro hijo cuando regresara de la beca ese fin de semana, y allí las había olvidado tras la gravedad de la niña. Ella se había privado de probarlas porque al considerarlo un manjar lo había apartado para sus hijos. El médico le pidió que llevara las papas rellenas que había conservado milagrosamente; hicieron análisis en el laboratorio y descubrieron que las papas estaban rellenas con carne de rata, de ahí la peste bubónica.

El hambre en Cuba es algo que empezó a ocurrir muy temprano, desde los años sesenta, tras el triunfo de los comunistas encabezados por los Fidel Castro, Raúl Castro, Che Guevara y toda esa partía de siniestros. Nunca, ni siquiera con aquellos alimentos y lateríos vencidos que enviaba la URSS durante los 30 años en los que nos invadieron, los cubanos dejamos de pasar hambre. Las migajas que nos daba la URSS no sólo llegaban vencidas, además alcanzaban malamente para nutrir a los habaneros. Desde que tengo uso de razón sólo he conocido el hambre y las colas en mi país. No ha habido de otra, y la gente se ha ido acostumbrando y en ese hábito ha sucumbido el resto del mundo.

¿La culpa? No cesan de repetir que el bloqueo norteamericano es el culpable de esa hambre y de esas necesidades de medicamentos de cualquier otro producto. Otro mantra comunista: el embargo. Venezuela y Nicaragua no tienen embargo norteamericano, y ahí tienen, el mismo horror.

Ayer vi un vídeo en el que unos niños cubanos sentados en el suelo despellejan y preparan unos gatos muertos para comérselos en la cena, no podía parar de llorar ante semejante visión. Días antes uno de los hombres de Joe Biden para Cuba, Juan González, sin el alma en el cuerpo, afirmaba que el Gobierno de Estados Unidos debía reanudar las relaciones como en tiempos de Barack Obama, sólo para beneficiar al régimen, como ya es sabido. Aquellas relaciones no resolvieron el hambre de Cuba ni las miserias impuestas por el régimen castrista al pueblo, más bien las agudizaron. Mucho menos la falta de libertades, tampoco liberaron a todos los presos políticos. La Isla Cárcel siguió siendo la Isla Cárcel. El método birmano, que no funcionó ni en Birmania, como ya se ha podido probar, no sólo no funcionaría en Cuba, empeoraría la vida de los cubanos.

Lo que está sucediendo en Cuba desde más de medio siglo es un genocidio lento por hambre y necesidad provocado por el régimen comunista, nazi-militar, en el poder, con la complicidad de Estados Unidos y del resto del mundo. El pueblo cubano, desarmado desde los primeros días tras la toma de poder por Fidel Castro y sus secuaces, no tiene cómo lanzarse a las calles, como no sea para que lo masacren y el mundo ignore lo que pudiera suceder.

El genocidio cubano debe ser detenido de inmediato. La única manera de hacerlo es que el régimen castrista en pleno abandone las esferas de poder. No creo que lo hagan regaladamente. Desde el exilio y desde el interior de Cuba varias generaciones de cubanos están preparados para asumir un cambio radical en la isla. Terminar de una vez con ese régimen sería terminar con la pésima influencia que ejerce no sólo en el resto del mundo, sino dentro de Estados Unidos, sería dar libertad a los cubanos para que puedan retomar sus destinos con entereza y emprendimiento.

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