Europa está abandonando a los suyos
Un continente acomplejado y cobarde ha abandonado a los suyos y desprecia al trabajador honrado.
Todo ustedes saben quién era George Floyd, el estadounidense con antecedentes penales que murió el año pasado al ser reducido por el agente que le había detenido por pagar con dinero falso. Pero ninguno de ustedes sabe quién fue Mihai Spataru, el joven camionero rumano acuchillado el 16 de marzo ante su esposa en un área de servicio de Francia por los ladrones que querían robarle.
Aunque no haya llegado de momento a los grandes medios occidentales, el asesinato de Mihaitsa, el diminutivo en su lengua con el que conocían sus compañeros a este conductor rumano, ha provocado una ola de indignación entre los camioneros que se ganan el sueldo transportando mercancías entre Inglaterra y Francia.
Uno de los más vehementes ha sido el también rumano Cosmin Vicentsiu, que ha denunciado en varios medios de su país el terror y la desprotección a la que están sometidos los de su gremio en muchas carreteras y áreas de servicio del continente. Su testimonio ha puesto el asunto en la agenda mediática de Rumanía, y ha hecho que varios de sus eurodiputados hayan exigido medidas en el Parlamento Europeo.
"Los robos se han vuelto algo cotidiano en la vida de los camioneros, sobre todo en Francia, pero también en España, en Alemania y, por supuesto, en Inglaterra", dice Vicentsiu en una entrevista telefónica con Libertad Digital. "Nos roban el gasoil, la mercancía, y a veces entran en la cabina con violencia para robarnos el dinero y todo lo que encuentran dentro", cuenta el camionero durante un descanso.
Los ladrones, que a menudo comparten nacionalidad rumana con sus víctimas y conducen ellos mismos camiones dotados de bombas para extraer el combustible, actúan la mayoría de las veces con total impunidad. "La policía nunca está para protegernos. Llega tarde y casi nunca detiene a los culpables".
Además de estos grupos de delincuentes, quienes cubren las rutas entre Francia e Inglaterra han de enfrentarse a la amenaza de los inmigrantes ilegales del África negra que intentan colarse en sus remolques para entrar en el Reino Unido. "Bloquean la autopista que lleva al tren o al ferry arrojando ramas de árbol y bloques de hormigón", cuenta Vicentsiu. "Se ponen violentos y empiezan a atacar a los camiones. Si un chófer avisa con el claxon al compañero de delante de que un inmigrante se le ha metido en el remolque intentan romperle el parabrisas y los cristales y entran en la cabina para pegarle".
Aunque los grandes medios españoles y de buena parte de la Europa continental han decidido ignorarlos, existen en YouTube numerosos vídeos de incidentes como los que describe Vicentsiu, que ha cambiado las carreteras de Francia e Inglaterra por la de Italia para evitar este tipo de problemas.
La policía francesa conoce perfectamente este fenómeno, pero no hace nada para evitarlo. "Los inmigrantes saben que la policía no les hace nada. Como mucho los mete en la furgoneta y los suelta a un kilómetro de distancia. Al poco tiempo regresan a la autopista".
La actitud de los agentes, denuncia el camionero, es muy distinta con los conductores. "Si llegamos a tocarles [a los inmigrantes], nos multan, y un compañero mío pasó 24 horas en el calabozo por darle un guantazo a uno de ellos". Las cosas no están mejor al otro lado de la frontera. "Los ingleses nos sancionan con 4.000 libras por inmigrante si encuentran alguno escondiéndose en el remolque".
Días después del asesinato de Mihai Spataru, varios camioneros rumanos iniciaron por internet una petición en la que exponen los problemas relatados por Vicentsiu y exigen protección a las autoridades nacionales y europeas. "Nos roban gasoil, mercancía, pertenencias de la cabina. La situación se agrava a diario y Europa no mueve un dedo", dice uno de los puntos de la petición, que usted mismo puede firmar aquí, como ya han hecho más de ocho mil personas.
"La ruta hacia Inglaterra es, desde hace mucho, la más peligrosa, y todo el mundo lo sabe. Los inmigrantes se meten en la cabina, debajo de la cabina, en el remolque, debajo del remolque. Bloquean las carreteras, nos hacen emboscadas. Todo esto, ante la pasividad de las autoridades francesas, que es como si estuvieran allí para proteger a los agresores".
El jueves por la noche, el programa del periodista Mihai Gadea en la Antena 3 rumana (trei, en vez de tres) entrevistó a la madre de Mihai Spataru. Cinco días después del asesinato de su hijo en Francia, no había recibido una sola llamada de los Gobiernos rumano o francés para interesarse por su situación u ofrecerle ayuda para repatriar el cadáver de su hijo.
Unos meses antes, en diciembre de 2020, esos dos Gobiernos no tardaron ni un día en condenar al culpable y asegurarse de que se hiciera justicia en otro incidente ocurrido en Francia: el árbitro rumano Sebastián Coltsescu se había referido al técnico camerunés del Basaksehir turco, Pierre Webó, en términos supuestamente despectivos durante un partido de Liga de Campeones en el Parque de los Príncipes de París.
La actitud de estos Gobiernos, que se vuelcan en actuar contra la agresión imaginada a un millonario pretendidamente vulnerable e ignoran una tragedia de verdad solo porque la víctima es blanca, es una síntoma de la grave enfermedad de Europa, un continente acomplejado y cobarde que ha abandonado a los suyos y desprecia al trabajador honrado.
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