Las balas de Pablo y el kétchup de Vox
La izquierda no quiere que la derecha gane en las urnas porque la democracia consiste en que gobierne la izquierda y lo contrario siempre es fascismo.
Se pierde la cuenta de las veces que hemos alertado sobre lo que el PSOE, más todavía con socio comunista colgando, es capaz de hacer ante unas elecciones complicadas. Es parte innegable de la historia de España: la izquierda aglutinada en torno al centenario partido de Iglesias Posse no quiere que la derecha gane en las urnas porque la democracia consiste en que gobierne la izquierda y lo contrario siempre es fascismo.
Antes de entrar en detalles de la absurda pero peligrosa actualidad urge analizar un amago de idea expresada a trompicones por la portavoz parlamentaria socialista Adriana Lastra:
"Ayer recibieron amenazas con balas, ¡con balas! ¿Y sabéis por qué sucede? Porque las palabras no son inocuas. El discurso del odio que alimenta la extrema derecha y el PP, cuando el PP blanquea a la extrema derecha abriéndole las puertas de las instituciones, está generando eso. Que se acabe con el pluralismo político".
Con tono afectado, y como si el PSOE llevara una década en la clandestinidad, Lastra habla de un partido que ha blanqueado a otro —muy relacionado con las balas— abriéndole la puerta de las instituciones. Y no se refiere a lo que ha hecho el PSOE con Bildu y tampoco se le derrite la cara de vergüenza.
Bildu es una formación que procede directamente y sin renuncias de la banda terrorista ETA y está dirigida por una persona condenada por terrorismo, una persona que ha empuñado y disparado armas contra personas. Con balas, con balas. ETA mataba y ahora, metida en una especie de preservativo formal, apoya al partido de Adriana Lastra. Está en las instituciones, abiertas de par en par por el PSOE para que acampen los que jamás iban a venir. De balas y de calibres saben mucho. No las enviaban en sobres porque no había que malgastar munición con amenazas. Ahora aprueban presupuestos y atornillan a Pedro Sánchez y a Adriana Lastra al sillón. ETA apoya al Gobierno pero el peligro para la democracia es Vox y ya también el PP. Bildu debería ser ilegal. Vox todavía no ha violado la ley.
Todo viene porque Pablo Iglesias, Fernando Grande-Marlaska y María Gámez, directora de la Guardia Civil, han recibido sendos sobres con cartuchos sin percutir en su interior. Hay algunos que todavía andan discutiendo si la munición ensobrada es del CETME antiguo que usaba José Julio Rodríguez o del posterior; si del soviético AK-47, alias Kalashnikov, o del HK G36. Si son del calibre 7.62 o del 5.56. Si son souvenir de la mili, amenaza de veterano, peligro real o farfollas bélicas preelectorales.
El caso es que la bala en el sobre parece indiscutiblemente más grave que la pedrada en el cráneo, que la patada en el costado. La bala es amenaza y la patada es agresión pero ambas pueden acabar matando y ambas son tan execrables como conocidas. Los socios blanqueados del PSOE, no del PP, las alternaban con enorme eficacia antes de firmar papel timbrado de Ferraz. Se quemaba un cajero, se pateaba a un maketo, se enviaba una cartita, se vigilaba un itinerario, se chivaba una costumbre y se acababa pegando el tiro en la nuca. A veces, la evolución llevaba apenas unos meses. El último paso ha sido llegar a socio del Gobierno en Madrid. Pero son Vox y el PP de Isabel Díaz Ayuso los que acaban con "el pluralismo político" de Lastra. Uno por fascista y el otro por blanquearlo y abrirle paso.
Pablo Iglesias dio la enhorabuena a los energúmenos de Vallecas por el recibimiento "antifascista" a Santiago Abascal en el que varios policías resultaron heridos y aquí no se ha movido una brizna. No es que el ex vicepresidente indemnizado no lo condenara, es que agradeció los servicios prestados y lo convirtió en un llamamiento para el resto de plazas a las que ya acuden prestos eso que ETA llamaba "comandos itinerantes". Es lo normal, es lo esperado, es indiscutible. Por si quedaban dudas, el portero de discoteca de La Moncloa dice que los de Vox iban provocando, "buscando bronca"… le faltó pedir que le sujetaran el cubata. En fin, en Vallecas no hubo violencia ni intimidación, sólo autodefensas bien organizadas.
Interior se vio obligado por protocolo a ofrecer escolta individual a destacados miembros de Vox como Santiago Abascal, Javier Ortega Smith o la candidata Rocío Monasterio tras los ataques que suponían, según los informes, un "grave riesgo". Los aludidos la rechazaron por cuestiones obvias de desconfianza pero ese riesgo documentado, ¿no se denuncia como instigado por Pablo Iglesias y Pedro Sánchez? No, porque naturalmente se considera simple Orden Público. Y así sucederá en campaña y después de las elecciones porque así lleva sucediendo dos siglos. Cuando la izquierda no llega porque no la votan, brota fascismo por doquier y salta a las portadas y los telediarios salvo honrosas y ya arriesgadas excepciones.
El teatro del aire, siempre dispuesto
El PSOE y la SER no son nuevos ante unas elecciones complicadas y tampoco esta vez han faltado a la cita. Pablo Iglesias, es consciente de que su actuación en el debate de Telemadrid fue un completo fracaso, desde las lacas del moño hasta el último papel que tuvo que leer para que Díaz Ayuso le hiciera un poco de caso. Cuando no mintió, se equivocó o quedó en evidencia. Pablo Iglesias, que ni siquiera retiene el aroma del poder reciente, cayó ante Ayuso de forma escandalosa. Esto hay que arreglarlo como sea.
Abandonar airado, compungido, un estudio de radio de la SER en pleno debate moderado por Angels Barceló ha sido el regalito de Prisa: el frágil demócrata, herido por las afiladas flechas fascistas de Rocío Monasterio; la periodista, deshecha ante tanta crueldad. Todo se desordena, Barceló le coge del brazo, arden las redes, el debate se desmorona, cuánto fascismo contra el pobre comunista que cerrará la SER con Barceló dentro si Barceló se negara a hacerlo a su orden.
El que proclama las alertas antifascistas y se va de los estudios milita orgulloso en una ideología responsable de cien millones de muertes. Ha dicho mil veces lo que haría con los medios de comunicación, con el Ejército y con las armas. En la SER no lo cuentan, en la SER le cogen del brazo para que no se vaya porque el debate no es lo mismo sin él.
Monasterio, que sangra kétchup y se inventa agresiones o las va provocando, condena la violencia pero se permite cierta duda sobre las cartas amenazantes. Ahí ha empezado todo. No cabe mayor escándalo. ¿O sí? Después de la famosa pedrada a la diputada Rocío de Meer en Sestao, Pablo Echenique dijo:
"Si la ultraderecha fake 'informa' de algo, casi ningún medio lo contrasta, casi todos lo publican como cierto y al día siguiente se comprueba que sólo hizo falta un poco de kétchup para que se tragaran un bulo como una catedral, tenemos un boquete importante en nuestra democracia".
Cuando le reclamaron que condenara la violencia añadió que lo haría si fuera cierta. Lo dicho, un simple problema de Orden Público. Pero el que dude de las cartas…
Pues una de las cosas por las que apetece votar el 4 de mayo para que Isabel Díaz Ayuso siga al frente de la Comunidad, además de por razones prácticas obvias, es para romper esa tradición tan española de que la izquierda sin votos desaloje a la derecha del poder o le impida ejercerlo. Llevamos demasiado tiempo jugando a lo mismo.
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