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Pablo Planas

La represión en Cataluña: una semana sin dormir

Torra y Cardús, Cardús y Torra. Dos ejemplos entre cientos de esa clase de personal procesista que no tiene vergüenza alguna.

Quim Torra. | EFE

El proceso separatista es una estafa de la que se han aprovechado políticos, profesores, periodistas y empresarios del régimen nacionalista catalán. Hay quien dice que el fenómeno es historia, que acabó cuando Puigdemont huyó a Bélgica y los partidos independentistas aceptaron concurrir a las elecciones convocada por Rajoy en virtud de un nefasto, negligente y prevaricador entendimiento del artículo 155 de la Constitución. Otra tesis es que el llamado procés está en una fase de hibernación, a la espera de que se den las circunstancias para resucitar la agitación callejera y la presión política. 

Sea como fuere, uno de los teóricos más conspicuos del independentismo, el sociólogo Salvador Cardús, repasaba este domingo en el digital del exdirector de La Vanguardia José Antich (otro personaje clave del proceso) algunas de las causas por las que el movimiento independentista está de capa caída. "Hay un marco de represión fortísimo", decía Cardús. Y no sólo para los golpistas presos, que él no llama "presos políticos" como hace el independentismo en sus medios, financiados con dinero público, sino "prisioneros".

"Nuestros prisioneros se pudrirán en la prisión hasta el último día", era el titular de la entrevista. Con lo de "hasta el último día" no se refería a que cumplirán íntegramente sus penas, sino hasta el día en el que hayan cumplido el tiempo preceptivo de cárcel para poder salir en régimen de semilibertad. En cuanto a los "prisioneros", Cardús da a entender que España no es ni siquiera un Estado regular con presos en sus cárceles sino algo más parecido a un Estado Islámico que tiene "prisioneros". El hecho de que tales "prisioneros", Junqueras, Forcadell, los Jordis, Romeva, Rull, Turull, Bassa y Forn, estén en cárceles catalanas gestionadas por la Generalidad vendría a ser como si el antedicho Estado Islámico tuviera rehenes franceses en las cárceles francesas administradas por la República Francesa. Siguiendo con el disparate, los funcionarios de la Generalidad estarían haciendo de vigilantes por cuenta ajena, al igual que la consejera de Justicia, de quien dependen las prisiones, la muy republicana Ester Capella.

Dice también el señor Cardús que el ambiente represivo es terrible, tan terrible que en reuniones privadas la gente apaga el móvil por temor a ser escuchada, que hay funcionarios que se sienten vigilados. Brutal. La cosa recuerda a aquella denuncia de un diputado de Puigdemont que decía que un espía del CNI le seguía en patinete. 

Asegura además Cardús que los profesores universitarios que se muestran partidarios de la independencia "pueden tener problemas a la hora de participar en un concurso para ser escogido profesor o para que te publiquen un artículo en una revista científica". Impresionante testimonio de un docente de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), el mismo Cardús. ¿Y cómo se explican entonces los manifiestos de rectores, decanos, claustros y sindicatos de alumnos a favor de los golpistas? ¿O las agresiones de encapuchados a estudiantes no separatistas? ¿O el intento de linchamiento en la misma UAB a Cayetana Álvarez de Toledo?  

Sin embargo, lo más desopilante de la entrevista viene cuando Cardús explica que ha "sentido muy directamente" la "represión", tanto que ha llegado a pasar "una semana sin dormir por culpa de estas situaciones". No especifica, sin embargo, qué clase de situaciones. Le parece que no puede dar detalles. ¿Cabe más desahogo, más cara y más cuento? Pues sí. Este mismo domingo y en otro digital separatista entrevistaban a Quim Torra, otro tremendo represaliado, condenado a año y medio de inhabilitación y que en la actualidad cobra más de ocho mil euros netos en calidad de expresidente de la Generalidad. Tremebundas condiciones las de Torra, un infierno. A su lado, lo del ruso Navalni, el opositor a Putin, es una auténtica chorrada. Pues bien, dice el bueno de Torra que no ve más remedio para la situación catalana que "defender la república en la calle". Con dos de esos. La población catalana independentista aguarda expectante el momento en el que Torra se ponga a desfilar con una estelada por el Paseo de Gracia dispuesto a todo, incluso a renunciar a su pensión, por la república. Esa será la señal y tras Torra el pueblo se echará en masa a la calle por la independencia. 

Torra y Cardús, Cardús y Torra. Dos ejemplos entre cientos de esa clase de personal procesista que no tiene vergüenza alguna. Lo que sí tienen es la jeta de hormigón armado y la cartera, plena. Viven en su mundo, en una realidad paralela. Y se quejan de la represión cuando un camarero les habla en español.

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