La reaparición del votante infiel
Unos 90.000 electores que votaron por el PSOE en las últimas generales votarán al Partido Popular en las elecciones madrileñas.
En los tiempos del bipartidismo, no tan lejanos, aunque parezca ya un irrepetible mundo de ayer, solía decirse que las elecciones se ganaban en el centro. Esta afirmación, con frecuencia mal entendida, significaba que la victoria del PP o del PSOE en las generales dependía, al final, de que cierto número de votantes se pasaran de uno de ellos al otro. La franja de votantes infieles, aunque pequeña en relación al total de electores, resultaba decisiva. El trasvase del PSOE al PP o del PP al PSOE era el factor que determinaba que uno de los dos partidos tradicionales se hiciera con la mayoría necesaria para gobernar en España.
La existencia de este raro votante, al que se llamaba “centrista”, era característica de aquel mundo de ayer. Cortejarlo y conseguirlo era una de las claves de una campaña electoral exitosa, aunque suele eludirse que el cortejo sólo podía tener el éxito esperado si antes se había asegurado el voto de los fieles. Por tratarse de un rasgo propio del bipartidismo, e impropio del multipartidismo actual, resulta de gran interés el trasvase que, según el barómetro de GAD3 para el diario ABC, está a punto de producirse en las autonómicas de Madrid.
Unos noventa mil electores que votaron por el PSOE en las últimas generales votarán al Partido Popular en las elecciones madrileñas, según el estudio de Narciso Michavila. Es un número considerable y, sobre todo, un dato elocuente por todo lo que ha precedido a la convocatoria y todo lo que ha sucedido después. Desde hace un año, el Gobierno central y su presidente tienen en la diana a la Comunidad de Madrid, aparentemente por la gestión de la epidemia. Acabar con Ayuso es el santo y seña del Gobierno, del PSOE y del mismo Sánchez, involucrado personalmente en la campaña.
Si no fuera por las extraordinarias circunstancias que han dado pie al enfrentamiento directo entre Sánchez y Ayuso, ese trasvase no sorprendería tanto. Es habitual que en las autonómicas haya un cambio de voto respecto de las generales, y tampoco es inusual, en algunas regiones, el fenómeno que GAD3 pronostica en Madrid. Pero al haber convertido el PSOE las elecciones madrileñas en una prueba de fuerza definitiva y general, esos noventa mil infieles a Sánchez son una señal de alarma para el partido socialista.
El trasvase detectado nos dice que la guerra declarada por Sánchez a Ayuso no convence a decenas de miles de votantes socialistas en las generales. Más aún: tiene el efecto contrario al deseado. La notable reaparición de los votantes infieles no pinta bien para Sánchez, empeñado en dar a estas elecciones el tono de un ensayo para las generales. Al votante infiel le cuesta dar el primer paso, pero, una vez que lo ha dado, puede dejar los devaneos y serle fiel, en todo, a su nueva marca. Sánchez está jugando con fuego y, como aprendiz que es, va a quemarse.
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