Más Madrid, el culebrón
Lo pinten como lo pinten, ni García ni su jefe Errejón han tomado la decisión acertada. Su rechazo a unir fuerzas con Iglesias en Madrid es un error político de libro.
El no del partido de Errejón a Pablo Iglesias ha puesto contentos a tirios y troyanos por igual. A derecha y a izquierda se ha celebrado el vídeo de su candidata en Madrid en el que rechaza, como mujer, la propuesta de Iglesias. Y se ha celebrado precisamente por ambas cosas. Cualquier rechazo a Iglesias produce satisfacción a sus muchos enemigos, a un lado y otro del espectro. Pero rechazar a Iglesias acusándolo de querer quitar a una mujer para ponerse él ya provoca orgasmos. La gente se alegra porque, por fin, recibe su merecido el que va de feminista y se comporta como cualquier macho carpetovetónico.
Hay que decir que Mónica García, la candidata de Errejón, ha sabido utilizar sus armas de mujer. No son las clásicas, naturalmente. Son las que proporciona el feminismo actual. Y, sin embargo, el armamento se parece. No en lo visual, pero en lo conceptual. Tanto se parecen unas y otras, que el diario El País titulaba la crónica elogiosa de García de esta manera: “La candidata de Más Madrid que le ha dicho no a Pablo Iglesias”. La aparente inocencia descriptiva evoca algo más: evoca el no de una mujer a un hombre. Y sella, metafóricamente, que estamos ante la mujer que se ha atrevido a rechazar a Iglesias, después de tantas otras que sucumbieron. García es la mujer que ha dicho no a la proposición deshonesta de Iglesias.
A diferencia de las armas clásicas, las nuevas armas feministas son políticamente imbatibles. Nadie se atreve a replicar si una política sale como mujer y dice que ya está bien de que las mujeres hagan el trabajo sucio y luego se las aparte, como dijo García. Hasta tal punto se da por sentado que ése es un agravio cierto y probado, una verdad como un templo, que ni siquiera se ha atendido a la posibilidad de que Iglesias pudiera ir de número dos de la candidatura. No se tiene en cuenta tampoco, ni por asomo, que lo que defiende García es su puesto de número uno. Cuando sacas las armas feministas, ya no eres un político más, con tus ambiciones y tu ansia de poder, sino una mujer que lucha, en nombre de todas las mujeres de todos los tiempos, contra el macho dominante de siempre.
Lo pinten como lo pinten, ni García ni su jefe Errejón han tomado la decisión acertada. Su rechazo a unir fuerzas con Iglesias en Madrid es un error político de libro. Más les hubiera valido concentrar el voto de la izquierda radical en una sola lista, aprovechando el tirón –porque tirón tiene– Iglesias. El resultado probable de este sonoro y celebrado no es que el partido de Errejón pierda escaños en beneficio de la lista que encabezará el líder de Podemos. Había, sí, un riesgo: que los errejonistas terminaran absorbidos por el partido del que se escindieron. Y en la llamada “nueva política” prefieren tener un chiringuito propio, por pequeño que sea, que estar dentro de una gran superficie que no controlas del todo. O es eso, o es lo personal. Madrid no será una serie de Netflix, pero Podemos y Más Madrid tienen un culebrón. De momento, Iglesias y Errejón quedan, cada uno, al frente de su manada.
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