Guía (modesta) para entender los resultados catalanes
Tractoria desafió la pandemia mientras que Tabarnia se quedó en casa. Y aún así, los resultados son un gatillazo separatista.
– La propaganda separatista presenta los resultados electorales como un gran triunfo del independentismo, que obtiene la mayoría en escaños y supera el umbral del cincuenta por ciento del voto. Si se rasca un poco, tal impresión queda muy mermada por la baja participación, un 53,54%, y por la sangría de votos experimentada por las fuerzas separatistas. Sí, mayor es el trompazo de Ciudadanos y el PP, pero es que Puigdemont pierde con relación a las penúltimas elecciones 380.231 votos y Junqueras, 332.254.
– Así, en 2017 fueron 948.233 los electores que apoyaron al prófugo, por tan solo 568.002 este domingo. El preso, por su parte, ha pasado de 935.861 votantes a 603.607. En cuanto a la CUP, hace tres años logró 195.246 y el domingo, 189.087, esto es, 6.159 menos. De modo que los antisistema partidarios de un tipo único del IRPF del 49% para pagar una renta mínima universal son los que mejor han resistido en el campo independentista, que pasa de un total de 1.884.094 votos en 2017 a 1.360.696 este último domingo. O sea, 523.398 sufragios menos, votantes que han volado hacia la abstención, desertores del procés hartos de esa pareja del humorismo político que forman Calimero Junqueras y Cocomocho Puigdemont.
– Para los independentistas, los números son importantes y siempre han presumido de ellos. Por ejemplo, en el referéndum ilegal del 1-O votaron dos millones trescientas mil personas, según dicen ellos mismos. Así que el descenso de apoyos sería aún más grosero. Un millón de amigos de la república se habrían evaporado en poco más de tres años. Debe de ser tan difícil de digerir semejante pérdida que en TV3 y la red de medios independentistas evitan exponerla ante su disminuida audiencia.
– Uno de cada cuatro electores catalanes ha optado este domingo por apoyar a un partido separatista. ¿Se puede aspirar a la independencia con una cuarta parte de la población, o más bien a la indiferencia? Téngase en cuenta además que no hay electorado más motivado que el separatista, siempre dispuesto a manifestarse con sus mejores galas y esteladas, lazos amarillos y coreografías norcoreanas, ya sea por la república, por los supuestos exiliados o por los presuntos presos políticos y frente a cualquier clase de inclemencia, sea meteorológica o policial. De hecho, se ha votado más en las poblaciones y zonas que presentan más voto independentista elección tras elección. Tractoria desafió la pandemia mientras que Tabarnia se quedó en casa. Y aún así, los resultados son un gatillazo separatista.
– Noticia desapercibida entre el defecto Illa. El independentismo ha perdido una pieza maestra, a uno de sus grandes impulsores. El Pdecat de Mas es extraparlamentario. El partido heredero de Convergencia se ha quedado en 77.059 votos, el 2,72%, justo lo necesario para impedir que Puigdemont le volviera a mojar la oreja a Junqueras. Ha sido el último servicio a la causa de Mas, capitán de patín náutico y gran gafe de la política catalana, cuya andadura política pasará a los anales mundiales de la estulticia. Por su culpa, Laura Borràs, la mujer que circula en Jaguar, no podrá ser presidenta. Ni tampoco Canadell, el gasolinero fantástico, relevo natural de la presunta corrupta. Una auténtica lástima.
– ERC se erige en el relevo natural del pujolismo. Gabriel Rufián es el nuevo Miquel Roca, la versión quilla de Duran Lleida, el representante de los intereses catalanistas (sean cuales sean esos intereses) en Madrid. Pere Aragonès tiene bastantes números para ser el nuevo presidente de la Generalidad, un presidente becario y vicario de Junqueras, algo así como lo de Torra con Puigdemont cuando el hombre al que nadie echa de menos hacía caso del residente en Waterloo, reedición en versión republicana de la Generalidad como cortijo de los golpistas. Miles de altos cargos están en juego en una Administración mastodóntica y con cientos de extensiones en forma de chiringuitos, ya sean medios o empresas públicas.
– Si Junqueras y Puigdemont y sus respectivos equipos logran ponerse de acuerdo, se avecinan un par de años tirando por lo bajo de más de lo mismo, parálisis, desgobierno, inseguridad jurídica, inestabilidad política y la prolongación de la guerra de trincheras entre separatistas, cegados por el odio entre banderías y las envidias.
– ¿Jugada maestra del PSC? Salvador Illa se ha proclamado ganador de las elecciones. En 2017 el PSC obtuvo 17 escaños con 606.659 votos. Ahora dispone de 33, los mismos que ERC y uno más que JxCat, con 652.858 sufragios. El triunfo no le servirá de nada. Tendrá que acelerar los indultos o la reforma del delito de sedición para sentarse en la misma mesa que los separatistas. La segunda carta es la consulta, alguna forma de votación relacionada con el vínculo entre Cataluña y el resto de España, un conejo de la chistera federalista, nueva operación Estatut, una suerte de elucubración de carácter plurinacional que pase por las urnas. En resumen, una cesión más a los independentistas y otra estocada a la idea de España. Que ERC presida la Generalidad es perfecto para Sánchez, que se consolida en Moncloa.
– La versión catalana de Podemos mantiene los ocho escaños a pesar de una sangría de votos (de 326.360 en 2017 a 194.626). Siempre dispuestos a destrozar España, los separatistas cuentan con ellos para socavar las instituciones del Estado y empujar hacia el referéndum. Pablo Iglesias es el gran aliado de los golpistas presos y fugados, su abogado defensor en el resto de España y, sobre todo, en Europa. El partido camina hacia la irrelevancia en Cataluña superado por Vox y con la CUP soplándole el cogote.
– Ciudadanos ya está a las puertas de la extinción. El desastre en Cataluña es tan solo comparable a fenómenos como la desaparición de UCD. Un meteorito ha impactado en el planeta naranja. En 2017 obtuvo 1.109.732 votos (el 25,35%) y 36 escaños. Este domingo sacó 157.903 (5,57%) y 6 escaños. Todo lo que podía salir mal salió mal desde el momento en el que Inés Arrimadas decidió irse a Madrid. Que dimita o no es irrelevante. Difícilmente ella o quien le suceda gestionarán algo más que el cierre ordenado del partido que tal vez con algo más de paciencia podría haber gobernado en Cataluña. Rivera se creyó que podía ser presidente del Gobierno y Arrimadas no se quiso quedar atrás. Ambición desmedida y fallos de juventud.
– PP. Pablo Casado debe de estar a la espera de que los prebostes de La Vanguardia le expliquen qué ha pasado. Quizá por eso todavía no ha dado la cara. Claro que a lo mejor siente vergüenza por la entrevista en la radio del conde de Godó y se arrepiente de su intervención cuando la moción de censura. Gran candidato Alejandro Fernández. Tal vez debió de sospechar de las felicitaciones del sector independentista, de tantos parabienes de los rivales políticos. No era buena carta de presentación que los separatistas le consideraran el mejor candidato en liza. El PP en Cataluña es un erial. Ha perdido toda la implantación territorial que llegó a tener en los noventa. Ha tenido que recurrir a militantes del resto de España para montar carpas y cubrir las plazas de apoderado e interventor. Fernández es un orador muy brillante al decir general, pero ahora toca resucitar y regenerar el partido, gastar suela y picar piedra.
– La derecha sin complejos ha irrumpido en el Parlament como nunca antes ningún partido lo hizo. Vox es el fenómeno de moda, el partido emergente, la promesa de una formación conservadora enérgica y dispuesta a dar la batalla en la guerra cultural. La oportunidad es grandiosa, poder fajarse en el la cámara catalana contra el separatismo, la izquierda cómplice y la derecha tontina, esa especie de mejunje entre Lorena Roldán y Eva Parera con Fernández en medio del bocadillo cual solitaria loncha de mortadela. De momento sabemos que a Garriga le privan las maneras de la política estadounidense, dar las gracias a Dios y bendecir en nombre de Dios. Perfecto, pero no es suficiente. El partido en Cataluña debe demostrar que no es una simple extensión de Plataforma per Catalunya, aquel engendro de partido catalanista y xenófobo, valga la redundancia, algunos de cuyos miembros han encontrado acomodo en la formación de Abascal.
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