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José García Domínguez

El instante Le Pen de Abascal

En Cataluña, a Vox le van a votar los de abajo, los de abajo de verdad.

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Vox, que no es un partido de extrema derecha ni tampoco una fuerza neopopulista al modo de todos esos sucedáneos del trumpismo que ahora sobrevivirán al original norteamericano, va a obtener un buen resultado en Cataluña, al punto de que muy probablemente podrá formar su propio grupo parlamentario. Pero lo interesante de la irrupción parlamentaria de Vox en esa plaza, más allá de la inicial dimensión cuantitativa que logre alcanzar, radica en que Cataluña, por sus muy específicas características diferenciales, va a generar la posibilidad real de que se materialice la fantasía con la que hasta ahora venían soñando sus dirigentes. Una fantasía recurrente que no es otra que la de emular lo que ha conseguido la hija del viejo Le Pen en Francia, esto es, traspasar en las urnas las barreras de la derecha sociológica tradicional, la de toda la vida, para irrumpir con fuerza en el cercado que había sido patrimonio privativo de los partidos de izquierda.

Y es que, desde la eclosión de Vox, el sueño de lograr que también aquí los antiguos votantes de la órbita cultural procedente del Partido Comunista y de sus ulteriores reencarnaciones dieran el salto a una formación surgida en sus antípodas, la ilusión francesa, nunca ha dejado de ser eso, un sueño. Así, pese a su éxito tan notable, Vox no ha conseguido en ningún territorio romper la maldición de los juegos de suma cero con el Partido Popular. Cuando ellos suben, los otros bajan. Y viceversa. Fuera del universo mental de la derecha, su existencia sigue siendo marginal. Nada que ver con esos decadentes y empobrecidos departamentos mineros de la frontera con Alemania, la Asturias francesa, donde Le Pen arrasa. Pero Cataluña, decía, va a ser su gran oportunidad. Allí la derecha autóctona piensa única y exclusivamente en catalán y en catalanista. De hecho, la derecha local ya solo vota separatista. Por eso el PP nunca ha pintado nada en la demarcación. En Cataluña, y por primera vez desde la creación del partido, a Vox le van a votar los de abajo, los de abajo de verdad, esos que necesitan los servicios públicos del Estado, no las clases medias bienestantes de los centros de las ciudades principales. Yo no sé si Abascal será consciente, pero en Cataluña está a punto de vivir su instante Le Pen.

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