La manada confinadora
No saben qué falla, pero dicen tener la única fórmula para arreglarlo.
Una vez más, como cada vez que empeoran los datos de la epidemia, sectores de la política y de los medios presionan para que se decrete un confinamiento duro. Lo piden autonomías especialmente castigadas por el virus. Algunas son también las más castigadas por restricciones: se ve que no fueron eficaces. Convendría saber por qué. Lo propugnan, según se dice, los expertos, genérico que se usa para referirse a aquellos expertos que aparecen en todos los medios en un momento dado y que mantienen la misma opinión. ¿Será que no encuentran o que no buscan a los expertos con opiniones distintas? La cuestión es decir que los expertos piden el confinamiento. De remate, vuelve a circular el falso dilema “salvar vidas o salvar la economía”, cuya formulación ya induce la respuesta.
Difícil decir si estas presiones cíclicas en favor de confinamientos duros las mueve el interés o el efecto manada, esa pulsión por sumarse a la corriente a la que tienden a plegarse tantos políticos y tantos medios. Cuando la epidemia se descontrola, se puede ceder a la demanda de imponer las máximas restricciones o se pueden buscar las causas del descontrol y ajustar las medidas con mayor precisión. De lo que se trata, o eso creíamos haber aprendido, es de contener la epidemia con los menores daños colaterales posibles. Daños que no se circunscriben a la actividad económica, como quieren los del dilema.
Sorprende este tam-tam del confinamiento por una razón: el descontrol estaba cantado. Es consecuencia de la relajación de las restricciones que nos permitimos durante las fiestas. Hay un retardo en los efectos, que se hacen visibles algún tiempo después. Era sabido que esas consecuencias se iban a producir. ¿Fue indispensable abrir un poco la mano en las señaladas fechas? Se pensó que sí. Pero no se le ocultó a nadie que esa relajación, aun limitada, abría la puerta a una mayor circulación del virus, más cuando hay nuevas variantes más contagiosas. Ninguna sorpresa. Lo sorprendente sería que el aumento de los contactos sociales durante las fiestas no hubiera tenido secuelas.
La manada confinadora es fuerte y terca, pero afina poco. ¿Quieren un confinamiento como el de aquellas semanas de abril, cuando cerró todo a excepción de los sectores esenciales, o como el anterior y posterior al gran cerrojazo? No es lo mismo, naturalmente, pero no hay manera de que entren en detalles. Claro que tampoco entran en el detalle más importante: el de los fallos. No saben qué falla, pero dicen tener la única fórmula para arreglarlo.
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