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José García Domínguez

'Adéu, Caixa, adéu'

Cuando el 'Emèrit' vuelva a proclamar la independencia los únicos bancos que quedarán aquí serán los de sentarse.

Europa Press

Lo más bonito es que la sede corporativa estará domiciliada de modo oficial y permanente en Valencia, ubicación a la que no debiera objetar pega alguna ningún defensor de esos Países Catalanes que se inventó el difunto diletante Joan Fuster durante una noche de insomnio agudo. Sin ningún género de duda, eso es lo más bonito. Pero lo más importante es que en el mundo, y a partir de ahora mismo, seguirá habiendo catalanes, igual que seguirá habiendo bancos. Lo que ya no habrá nunca más, sin embargo, será bancos catalanes. Asunto nada baladí, el de esa carencia llamada ya a hacerse definitiva, que ha sido entendido por las cabezas rectoras del movimiento separatista como lo que efectivamente es, a saber: una muy discreta y disimulada estocada preventiva en el bajo vientre a la viabilidad financiera del próximo intento de proclamar la Republiqueta Catalana. Porque la nación imaginada, eso que los periodistas llaman siempre "el relato", se construye con TV3 y bien poco más.

Pero las naciones reales, las de verdad, además del relato, o sea del cuento mil veces repetido por los cuentistas mediáticos, necesitan tres cosas añadidas, al menos tres, para echarse a andar. Primero, un ejército con pistolas y polainas, ese que aquí iba a comandar nuestro hombre en Santako, el mariscal Trapero. Segundo, algo parecido a una agencia tributaria, que de eso también algo había. Y tercero, un banco central capaz de someter a tutela imperativa a la banca privada autóctona, esa banca privada autóctona que, ¡ay!, ya ni en la más voluntarista de las teorías existe a estas horas. Porque en la práctica ocurre, y desde antiguo, que tanto Caixabanc como el Sabadell resultan ser dos marcas más españolas y castizas que el toro de Osborne. Solo a título ilustrativo, sépase que Caixabanc intermedia ella sola en el pago mensual de aproximadamente el 20% de todas las pensiones de nuestros jubilados. Acaso de ahí el que 27 de cada 100 españoles resulten ser clientes suyos. En cuanto al Sabadell, el otro inminente fugitivo, conviene acusar recibo de que solo el 15% de su negocio se genera ya en Cataluña, apenas el 15%.

Así las cosas, cuando el Emèrit vuelva a proclamar la independencia los únicos bancos que quedarán aquí serán los de sentarse. Pero qué bonito lo de Valencia.

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