La ingratitud de los malnacidos
Estos buitres carroñeros conjurados contra España se criaron y engordaron gracias al talante democrático de Don Juan Carlos.
Nuestros furibundos republicanos nacieron bajo el reinado de Juan Carlos I. No sufrieron los rigores de la dictadura franquista ni participaron en los movimientos de resistencia contra dicho régimen. Incluso es lícito dudar si, de haber vivido entonces, habrían tenido valor para enfrentarlo con la virulencia con que ahora demonizan la Monarquía constitucional desde las privilegiadas poltronas del Gobierno de España. A juzgar por su comportamiento artero son, además de perversos, cobardes.
Libertad para todos
La ingratitud de estos malnacidos es patológica y está trufada de ignorancia. Si el Borbón que ahora denigran hubiera optado por cumplir la voluntad de quien lo había designado su sucesor, hoy no contarían con los resortes del poder necesarios para intentar cambiar, por medios fraudulentos, el desenlace de la guerra incivil que perdieron los comisarios chequistas enzarzados en las habituales disputas intestinas de la extrema izquierda. Tampoco podrían practicar sus maniobras de desguace plurinacional si el 23-F el rey Juan Carlos I hubiera dado vía libre al "golpe de timón" centralizador que urdía, entre otros, el presidente catalán Josep Tarradellas. Ya me entienden.
La verdad es que estos buitres carroñeros conjurados contra España se criaron y engordaron gracias al talante democrático de Don Juan Carlos, que abrió las compuertas de la libertad para todos, incluidos los enemigos de la libertad. Así se explica que los alzados contra la Constitución y la Monarquía parlamentaria puedan ejecutar sus operaciones desestabilizadoras al amparo de la Constitución y la Monarquía parlamentaria que aborrecen. Sin la cobertura de su texto garantista no habrían podido prosperar. Por eso es justo calificarlos de malnacidos ingratos. En la muy permisiva Alemania, sus congéneres comunistas y secesionistas están fuera de la ley porque así lo manda la memoria histórica bien aplicada.
Focos necrófilos
Cuando leo las diatribas que Pablo Iglesias, Alberto Garzón, Gabriel Rufián, Carles Puigdemont, Joaquim Torra, Oriol Junqueras, Ada Colau y otros guerracivilistas vomitan contra Juan Carlos I, Felipe VI y la Monarquía parlamentaria, no puedo dejar de preguntarme qué margen de libertad nos dejarían estos cachorros de déspotas para criticarlos a ellos si consiguieran meternos en uno de los sanguinarios feudos republicanos que figuran en su hoja de ruta hacia el caos.
Todos ellos se nutrieron con una envenenada papilla ideológica cuya denominación de origen está registrada en los focos necrófilos de China, Corea del Norte, Cuba, Venezuela, Nicaragua y otras satrapías latinoamericanas, africanas e islámicas. Argentina contribuyó con la cuota de podredumbre peronista-kirchnerista-montonera que Gerardo Pisarello y Pablo Echenique aportaron a Unidas Podemos. Ah, y hablando de aportes, no olvidemos los fondos de reptiles que fluyeron desde la teocracia iraní y las maletas con dólares que transportó clandestinamente la escurridiza jerarca chavista Delcy Rodríguez.
Mayoría absoluta
No puedo dejar de recordar, en estas circunstancias, el título de la película premiada del director húngaro Miklós Jancsó: Vicios privados, virtudes públicas. Lo que perdurará grabado en los anales de la historia de España es el balance de las virtudes públicas del rey Juan Carlos I, en tanto que sus vicios privados quedarán relegados al pie de página. Se documentarán las sentencias de los jueces sobre sus actos deshonestos –si se prueban–, pero el veredicto de la sociedad civil no solo reflejará su agradecimiento al rey patriota y liberal (¡y pecador!), sino que será implacable con los demagogos apátridas que se confabularon para destruir no solo su imagen sino el Estado de Derecho que marcó, a partir de 1978, el reencuentro de España con la civilización occidental en el seno de la Unión Europea.
La marabunta republicana no tiene futuro. Supongamos que un golpe de Estado implantara la república. ¿A quién votarían los ciudadanos pensantes para ocupar la presidencia, en el caso hipotético de que se conservara este derecho? A Felipe de Borbón, por supuesto. Y serían mayoría absoluta.
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