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Pablo Planas

La guerra civil de Iglesias

Llamar "escraches" a las cívicas protestas frente a las casas del ministro Ábalos y los Ceaucescu de Galapagar es como llamar doctor a Fernando Simón.

Pablo Iglesias | EFE

Llamar 'escraches' a las cívicas protestas frente a las casas del ministro Ábalos y los Ceaucescu de Galapagar es como llamar doctor a Fernando Simón, una hipérbole cuya relación con la realidad es más bien escasa. Eso sí, al Vicepandemias le sirve para amenazar a Díaz Ayuso, a Abascal y a Espinosa de los Monteros con señalamientos públicos de verdad, de los que practican la izquierda, el separatismo catalán y los partidarios de ETA, exhibiciones de odio acompañadas de amenazas de muerte o, en plan democrático, invitaciones a los acosados para que se larguen de sus casas y su tierra si quieren evitar males mayores.

Que una cincuentena de personas se pasee por los aledaños de Villa Tinaja con mascarillas, guardando las distancias pertinentes y enarbolando banderas de España se parece a los escraches patrocinados y promovidos por Iglesias lo que un huevo a una castaña, pero al líder de Podemos y vicepresidente segundo le ha salido la vena chulángana y macarra, el punto de camorrismo político con el que no hace tanto tiempo iba diciendo por ahí que la Polícía eran "matones al servicio de los ricos". Que estas cosas se sabe cómo empiezan pero no cómo acaban ha llegado a decir donde Ferreras, en La Sexta. ¿Cabe mayor ostentación de guerracivilismo?

El problema añadido es la propensión del Gobierno en el que participa este sujeto a controlar en su propio beneficio a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, tal como puso de manifiesto la infortunada intervención del general de la Guardia Civil utilizado en las comparecencias propagandísticas de Moncloa. El ministro de Interior, Fernando Grande-Marlaska, parece dispuesto a traspasar todas las líneas rojas y ha dado órdenes para investigar a los supuestos promotores de las protestas contra el Gobierno, unas protestas caracterizadas por la ausencia absoluta de incidentes hasta que han hecho su aparición las manadas de las banderas republicanas.

Parece mentira que el mismo ministro que se olvidó del Tsunami Democràtic separatista, que mira para otro lado en los escarnios a las víctimas del terrorismo, que consiente la violencia estructural en Cataluña y el País Vasco, amenace a los ciudadanos que ejercen un derecho constitucional con la única estridencia de tocar las cazuelas.

El Gobierno está en choque, sus miembros son zombies que no hacen más que decir estupideces como la última de la pobre Carmen Calvo, eso de que lo del covid-19 se explica porque Nueva York, Madrid, Teherán y Pekín están en línea recta. Ese es el nivel, un desastre, de vergüenza ajena. Sólo faltaba Iglesias, con barra libre en la comisión que controla el Centro Nacional de Inteligencia (CNI), para redondear el Ejecutivo más cutre y peligroso de Europa.

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