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Mario Noya

¿Han intentado los rusos asesinar al alcalde de Praga?

Si no fuera por el covid, puede que en toda Europa en estos días no se estuviera hablando de otra cosa que de esto.

El alcalde de Praga, Zdenek Hrib, del Partido Pirata | Wikipedia

Si no fuera por el covid, puede que en toda Europa en estos días no se estuviera hablando de otra cosa que de esto: "Prague mayor under Police protection amid report of possible Russian poisoning plot", "Police protecting Prague mayor after ‘Russian murder plot’", "Prague’s Pirate mayor in the crosshairs".

Y es que, según el semanario checo Respekt, hace unas semanas llegó a la capital checa un ruso con pasaporte diplomático ruso y un maletín con una toxina muy del gusto de los rusos: el ricino. Para asesinar con ella a un gran enemigo de los rusos... putinianos: el alcalde Zdenek Hrib.

Las fuentes de la contrainteligencia checa consultadas por la BBC no confirman pero menos aún se les pasa por la cabeza desmentirlo ("The media reports, the source told me, were grounded in factual information"), y el secretario general de la OTAN ha declarado, con gran atropello: "Todo intento de intimidar a un representante electo es un intento de socavar la propia democracia. Resulta inaceptable".

Los rusos braman que son paparruchas y juran que no traman nada contra Hrib. ¿Por quién lo juran? ¿Por Aleksandr Litvinenko? ¿Por Viktor Yúschenko? "Si tuvieron el cuajo de hacer eso en el Reino Unido, ¿por qué no iban a hacerlo aquí en Praga?", se pregunta Ondrej Kolar inmediatamente después de recordar la penúltima fechoría putinista, el intento de asesinato por envenenamiento del exespía ruso Serguéi Skripal y de su hija Yulia en Salisbury en marzo de 2018. Kolar es otro representante electo de los praguenses y otra posible víctima del oscuro agente ruso del ricino: ahora concede entrevistas a medios globales de referencia desde su protegido paradero desconocido.

***

Zdenek Hrib (Slavicin, 1981) es alcalde de Praga desde noviembre de 2018 tras presentarse a los comicios de ese año y quedar segundo pero conseguir armar una coalición con el tercero y el cuarto. Hrib es todo un pirata, pero un pirata bueno, no como el corsario de su impresentable enemigo Milos Zeman, indigno presidente de Chequia, tan lamerón de la Rusia putinesca como tremendamente ignorante: "Me hace gracia que el supuesto agente ruso viniera con ricino, porque mis escasos conocimientos de química me dicen que el ricino es un tipo de laxante". Que le cuente el chiste a los deudos de Gueorgui Markov, disidente búlgaro asesinado por los rusos con un paraguazo de ricina: seguro que se laxan de la risa.

Para el corsario Zeman, el pirata Hrib es un montajista que, en su ‘insignificancia’ y ‘estupidez’, no sabe más que dar la nota con numeritos como este complot que no se cree o como el desahucio de Iván Kónev, mariscal del Ejército Rojo que 1) liberó Praga en 1945 cuando los nazis ya se habían rendido, 2) sofocó a sangre y fuego la rebelión antiestalinista húngara de 1956 y 3) finalmente volvió a Praga en 1968 para segar su memorable Primavera (ya es casualidad, pero fue cuando los tanques soviéticos invadieron su país que al joven Zeman se le ocurrió afiliarse al servil Partido Comunista checoslovaco –en el que apenas duró dos años, todo hay que decirlo–). Con semejante historial, Hrib no veía demasiadas razones para que se rindiera perpetuo homenaje a ese Iván el terrible en su ciudad, con lo que quitó una placa conmemorativa que había en el Ayuntamiento y dio su visto bueno a que se le retirara la estatua desde la que dominaba uno de los parques del Distrito 6, dirigido precisamente por el ahora clandestinado Ondrej Kolar, que ha escrito una carta a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, exigiéndole que ponga en su sitio a la putinada.

"Nadie puede poner en cuestión el rol de los soviéticos en la finalización de la Segunda Guerra Mundial, pero, al mismo tiempo, fueron uno de los principales arquitectos de ese conflicto", dice Hrib. Dice más el deslenguado alcalde: "La República Checa está siendo objeto de fuertes presiones por parte de la propaganda rusa, que trata de distorsionar la Historia". Y aún dice más este pirata con mando en plaza (¡sic!) troleador de liberticidas:

Es necesario recordar que el Ejército Rojo llegó a Praga [el 9 de mayo de 1945] sólo después de que los alemanes se hubieran rendido ante el Consejo Nacional Checo, el 8 de mayo.

Los soviéticos entraron en una ciudad que estaba prácticamente liberada y no merecen crédito por su liberación, aun cuando se apropiaran de ella por razones políticas, y aún lo siguen haciendo.

La Unión Soviética fue uno de los artífices de la Segunda Guerra Mundial, y una aliada de la Alemania nazi durante los dos primeros años del conflicto.

Bajo ninguna circunstancia deberíamos permitir que el legado de nuestros antepasados, así como los ideales que abrazaron en pro de una sociedad libre, sean pisoteados.

Si el corsario Zeman no puede ni ver al pirata Hrib, háganse una idea del asco que le tienen en la Rusia de Vladímir Putin, el Liberticida. Sobre todo desde que decidiera cambiarle el nombre a la plaza donde se alza la embajada rusa en la capital checa. Plaza Borís Nemtsov se llama ahora. En homenaje al célebre disidente ruso asesinado el 27 de febrero de 2015 en pleno centro de Moscú, muy cerca del Kremlin, en vísperas de que participara en lo que se preveía fuera una gran manifestación opositora y acabó derivando en un multitudinario homenaje al autor de los demoledores informes Putin. Corruption y Putin.War.

Debido a la renominación y comidos por la furia, los rusos decidieron cambiar la dirección postal de la embajada, ante lo cual el benéfico alcalde trol manifestó: "No entiendo por qué se largan de una plaza que lleva el nombre de su ex viceprimer ministro". En efecto, Nemtsov fue viceprimer ministro de Rusia. Y ministro de Energía. Y vicepresidente de la Duma. Y ya de paso uno de los fundadores de la coalición Por una Rusia sin Desgobierno ni Corrupción, a la que el putinato negó la inscripción como partido hace diez años.

Llegados a este punto, me van a permitir hacer un excurso para citar por lo menudo a Vladímir Kara-Murza, un semejante ruso del corajudo alcalde checo que ha escrito este artículo antológico para The American Interest: "¿Quién teme a Borís Nemtsov?":

Cuesta imaginar una decisión más pro-rusa que poner a una calle próxima a una misión diplomática rusa el nombre de un eminente estadista ruso. ¿Qué mayor gesto de solidaridad puede hacer un país extranjero? De igual manera, en 1987 se puso a una calle próxima a la embajada sueca en Moscú el nombre de Olof Palme, el [entonces] recién asesinado primer ministro sueco.

[...]

Pero quizá sea más apropiado el paralelismo histórico (...) con la decisión del Ayuntamiento de Glasgow de dar el nombre de Nelson Mandela a una plaza cercana al consulado de la Sudáfrica del ‘apartheid’, en 1986. O, de hecho, el propio precedente de Washington DC de poner, también en los años 80, el nombre del físico y disidente Andréi Sájarov a una plaza próxima a la embajada de la URSS. Por supuesto, también estos fueron mensajes de solidaridad; no con los regímenes [sudafricano y soviético] sino con los ciudadanos que les plantaban cara.

[...]

(...) Tras la caída de la Unión Soviética, el embajador de Rusia en Washington puso un busto de Sájarov en la sede de la legación; para entonces ya había una Avenida Sájarov en Moscú. Sin duda, llegará el día en que las embajadas rusas estarán orgullosas de lucir el nombre de Nemtsov en sus membretes.

Mientras llega ese día, a la República Checa no le quedará más remedio que sospechar que detrás de ciberataques como los que acaban de sufrir su Ministerio del Interior, el Aeropuerto Internacional Václav Havel de Praga y –en plena pandemia– su sistema hospitalario y su Ministerio de Sanidad está el mismo régimen criminal al que Borís Nemtsov combatió hasta el último de sus días.

Ese mismo régimen al que ya se le han caído por la ventana tres profesionales sanitarios críticos con la gestión que se está haciendo en Rusia de la crisis del coronavirus:

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