Un mundo peor
Nada será igual, no, nada será mejor cuando esto termine, porque esencialmente el mundo está dominado por esta plaga de acuñados como biempensantes de la izquierda.
¿Algo peor que el terrorismo islamista? El terrorismo comunista chino. ¿No se lo esperaban? Yo sí. Ya a mediados de los años ochenta Fidel Castro avisaba de lo letales que podrían ser si ellos, los comunistas, usaran la guerra bacteriológica. Bastante tardaron, a mi juicio. Como han tardado los países occidentales que jamás han padecido el comunismo en advertir el espanto que se nos avecinaba, y que ya estamos viviendo. Recuerden aquel lema escolar pioneril en la Cuba de los Castro: "Lentos, pero aplastantes". Así han sido, así continúan. Con una lentitud letal.
Lentitud para algunas cosas, las más mortíferas, y para otras, las que tienen que ver con los negocios, menos: encargué unas mascarillas francesas (no me daba la gana que fueran chinas; por cierto, ¿decir "mascarillas chinas" resulta racista?), y bien, al parecer llegarán para la próxima pandemia, cuando el bicho haya mutado sepetecientas veces y regresen los dinosaurios a poblar este timorato planeta. Lo increíble es que si las mismas mascarillas se encargaran con los chinos tardarían bastante poco. Pues de la misma manera llegó el bicho a Europa y a USA, con idéntica sino-rapidez, enviado por AliEso o AliCualquierCosa. Como jamás se expandió por zonas más cercanas a Wuhan, dentro de la misma China. ¿Extraño? ¿Qué de extraño puede haber cuando el objetivo es dañar a Occidente y tumbar su economía en menos de una quincena?
Unos tres meses atrás discutía con un amigo, me decía que no podía imaginar un mundo peor al que ya estábamos viviendo. Yo le contradecía. Él seguía en sus trece. Pues aquí lo tiene, sin contar que podríamos caer más bajo. Todo dependerá de lo que se haga después de que pase esta plaga, y con relación única y específicamente al comunismo mundial y a sus representantes. Se escondan detrás de las caretas y los disfraces partidistas que se escondan.
"Pero ¿cómo se puede hacer un programa televisivo de risa y jodedera cuando estamos con los 14 mil muertos encima?", se preguntaba alguien ayer en Facebook. Pues lo han hecho (forma parte del plan de borrar la memoria in situ, típico de ya saben quiénes), nada más y nada menos que los socialistas, y la adocenada prensa izquierdosa lo aprueba sin crítica de ningún tipo, más bien aplauden a matarse.
Aplauden las puercas de siempre, las que les da la pataleta cuando las expulsan de su columna en El País, y después cuando las devuelven no pueden ser más arrastradas y babosas. Nada de tan mal gusto como un programa con pretensiones cómicas en medio del drama que estamos viviendo, nada peor que esas puercas, ratas viejas y guataconas. Bien pagadas, eso sí. Cobrar, siempre cobran, y tanto como comprarse sus guccis, sus armanis, sus chalets y demás féferes.
"Quítate, que ahora me toca a mí", me soltó una de esas puercas, una noche, en una de aquellas fiestas interplanetarias de Planeta, en aquella azotea lujosa de esa Barcelona que tanto amé. Como siempre he sido más educada que zoqueta, le cedí el sitio y me largué. Allí la dejé empalagosa, soltaba su baba venenosa de putóloga socialista catalana, mientras se regodeaba contando cómo le habían matado a un "compañero" en "Latinoamérica". Ni siquiera para corregirla por "Sudamérica", ni para explicarle que a mí me habían matado a más personas que a ella, me quedé a oírla. Sin embargo, ahí estaba yo, en medio de esos que brindaban con cava y que no conocían del infierno ni la mitad, aunque alejada ahora de la letanía sifilítica y menopáusica de la rata-puerca de turno.
Nada será igual, no, nada será mejor cuando esto termine, porque esencialmente el mundo está dominado por esta plaga de vagos, de bien puestos, de puestos a dedo, de acuñados como biempensantes de la izquierda, de ratas-puercas. Nada será mejor, no lo duden. Al contrario, ya pinta peor, mucho peor.
La China comunista habrá ganado la Tercera Guerra Mundial. Y ni siquiera se habrán enterado los Casado, Arrimadas, tampoco los Abascal y compañía. No es el fin, aunque se le parece bastante.
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