España es mucho mejor que su Gobierno
Día tras día, el Ejecutivo deja claro que no es capaz de gestionar la crisis sanitaria en la que estamos ni la pavorosa crisis económica que se nos viene encima…
Siempre digo que España es un país maravilloso para vivir, y, como es obvio, no podría serlo si los españoles no fuesen, en general, buena gente. Es cierto que determinados ámbitos de nuestra sociedad –pienso en los medios de comunicación y en las redes sociales, por ejemplo– parecen copados por aquellos que, precisamente, quieren hacer de este un lugar en el que la vida sea un horror: los rencorosos, los envidiosos, los sectarios… Sí, seguro que también están ustedes pensando que algo parecido ocurre en la política, y no seré yo el que lo niegue.
Pero cuando vienen mal dadas, cuando la cosa se pone seria, surge la España que yo creo que es el sustrato básico de esta nación: la que sale a los balcones a aplaudir y monta pequeñas fiestas de una parte de la calle a otra; la que es solidaria, la que se sacrifica y hasta se juega la vida por los demás; la que trabaja sin descanso…
Sectores enteros de la sociedad española están comportándose heroicamente en estos días tan complicados y duros: el sanitario, por supuesto, pero también la Policía, la Guardia Civil o las policías locales; el Ejército, siempre tan maltratado por los presupuestos y la demagogia, pero capaz de montar un hospital en menos de dos días –¡y nos maravillábamos de los hospitales creados en China en diez!–; los camioneros, que siguen llenando los supermercados en unas condiciones dificilísimas, sin sitios en los que descansar, comer o asearse; los propios responsables de esos supermercados, sus reponedores y sus cajeros; los profesores que siguen dando trabajo y ánimos a sus alumnos para que ni en estas circunstancias pierdan el curso…
Mención especial merecen, creo yo, las empresas. Una ola de solidaridad inmensa recorre desde la multinacional gigantesca al pequeño taller de una ciudad de provincias: donaciones multimillonarias, firmas que dejan de fabricar sus productos habituales y se ponen a hacer mascarillas por miles, los hoteles que enseguida se pusieron al servicio de la sanidad… Los ejemplos son tantos que si hiciese una lista completa excedería con mucho la longitud que debe tener esta columna.
En el otro lado de la balanza está, como casi siempre, una clase periodística que en su mayoría ha sido absolutamente irresponsable y a la que el coronavirus le ha estallado en la cara mientras se dedicaba a cantar las glorias feministas del Gobierno, desinformando a la población y haciéndola asumir riesgos que ya sabíamos eran importantes y que hemos comprobado que fueron gravísimos.
Y sobre todo está un Ejecutivo que dejó pasar el tiempo por su interés propagandístico; que minimizó la epidemia cuando ya había estallado en Italia y teníamos cientos de casos en España; que oculta datos y miente; que ha intentado e intenta usar la crisis para hacer propaganda y obtener rédito político, peroratas televisivas mediante; y que, y esto al cabo es lo más importante, día tras día deja claro que no es capaz de gestionar la crisis sanitaria en la que estamos ni la pavorosa crisis económica que se nos viene encima…
Ya, ya sé que al fin y al cabo le hemos votado –aunque eso es relativo, al menos en esta ocasión–, pero una vez más se está demostrando que España es mucho mejor que su Gobierno. Y esto, al fin y al cabo, no deja de ser una buena noticia.
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