Todo es mentira
Estábamos preparados para enfrentarnos al separatismo, pero no para ser traicionados por el Gobierno de la nación.
Estábamos preparados para enfrentarnos al separatismo, pero no para ser traicionados por el Gobierno de la nación. Todo es mentira. Nos formamos en el respeto a la Ley, nos tragamos que el Estado de Derecho es inviolable, que todos seríamos ciudadanos iguales y nadie saldría impune de violar los derechos fundamentales que nuestra Constitución consagra. Pero vemos un día tras otro cómo cae todo su peso sobre los humildes mientras los nacionalistas se la saltan cuando y cuanto quieren.
Todo es mentira. Nuestros mayores, que a duras penas sabían leer y escribir, pero les sobraba experiencia, nos repetían: "Quien no tiene padrino no se bautiza". Una fórmula tosca de desconfianza en el progreso del comportamiento humano. Los mirábamos con condescendencia. Pero aquí estamos, a merced de su refrán. ¡Ojo!, ningún régimen está a salvo si los ciudadanos creen que, efectivamente, todo es mentira.
Escribo bajo la profunda tristeza que siempre me produjo la soledad y la muerte de Antonio Machado camino del exilio en Colliure. Como dice mi buen amigo el poeta Aarón García: "El hombre es un ser irracional que se pasa toda la vida disimulándolo". Sigamos disimulando, este Gobierno de ineptos y felones no debe ni puede decidir el destino de esta nación y, aún menos, el de nuestras vidas y haciendas.
Es difícil expresar desde Cataluña lo evidente: cuando el separatismo estaba en sus horas más bajas y en franca retirada, Pedro Sánchez les pone una "mesa de negociación bilateral", asumiendo su lenguaje. O sea, la materia con la que construyen la realidad. Podemos enumerar los destrozos, pero por encima de todos está esa asunción y su capacidad simbólica; porque, al fin y al cabo, en ello consiste su realidad.
Cuando habían dejado de creer en sus chamanes, viene Sánchez y les dice a dos millones de ilusos: ¿lo veis? Si persistís, si seguís confiando en vuestros profetas, un día u otro España cederá.
Aceptar la bilateralidad, el conflicto político; escamotear la Constitución tras la triquiñuela de la seguridad jurídica, normalizar referéndum de autodeterminación, amnistía, mesa de diálogo… y hacerlo ante secesionistas y peronistas con nostalgia de comunistas es como sacar a bailar a un puercoespín para tener relaciones afectivas. En la práctica, la asunción de su lenguaje significa aceptar que
– Cataluña es una nación; y como tal, con derecho a la autodeterminación por estar expoliada por un Estado opresor. Los mantras al uso. Como la lengua propia. Sánchez les está legitimando la inmersión en la escuela, y excluyendo el español en las instituciones;
– Toda nación tiene una historia, la nostra, no la de los opresores. La mesa acaba de otorgar veracidad a todo lo inventado por el romanticismo catalanista desde el s.XIX, incluidas las apropiaciones de todos los hombres ilustres de media Europa, como Cervantes o Leonardo Da Vinci. Aunque parezca un chiste, todos estos sofismas y mentiras son la base emocional donde amparan su construcción nacional.
Con esta mesa de negociación, Pedro Sánchez ha logrado imponer lo que tantos años persiguió Pujol con empeño sin lograrlo por entero, confundir Cataluña con el nacionalismo, legitimar la etnia y excluir la pluralidad cultural, lingüística y nacional. En una palabra, Pedro se desentiende de la Cataluña constitucional y sus derechos.
Y, lo peor, al sentarse a negociar la naturaleza del Poder Judicial y las penas impuestas por sedición, malversación y desobediencia con representantes de los propios condenados, está socavando la separación de poderes y el propio Estado de Derecho.
Con esa actitud, Pedro Sánchez da verosimilitud a todas las mentiras del procés y sus causas ante el resto del mundo. Y a los nacionalistas les alienta a que persistan, pues España, un día u otro, cederá. Como lo está haciendo él ahora.
PS: mientras se producía el debate en la sesión de control al Gobierno en el Congreso, la vicepresidente Calvo se acicalaba para asistir a la mesa de diálogo con separatistas y populistas. Cayetana Álvarez de Toledo jugó irónicamente con la ausencia. Una intervención de una liberal de libro que debe escuchar, antes que nadie, la izquierda. Intervención y réplica.
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