Cuarenta maletas de narcovirus infectan al Gobierno y afectan a España
En pocos días, el viaje de la Delcy ha producido tales desperfectos políticos que recordarlos provoca risa, y, luego, espanto.
Cuanto más sabemos del esperpento de Barajas, más recuerda a La hija del capitán, cierre de la trilogía Martes de carnaval, y en el que un billete de Lotería premiado acaba provocando, para tapar su turbio origen, un golpe de Estado. Al final, La Sini se burla así de la fanfarria militar, en alusión al Golpe de Miguel Primo de Rivera, que partió de la estación de Barcelona, con la burguesía catalana enchisterada despidiéndolo, y apoyó Alfonso XIII: "¡Don Joselito de mi vida, le rezaré por el alma! ¡Carajeta, si usté no la diña, la diña la madre Patria! ¡De risa me escacho!". Telón.
La Moncloa de los Milagros
Casi un siglo después de publicarse aquella genial atrocidad, otra trilogía de Valle, esta vez novelesca, La corte de los milagros, actualiza la del Palacio de Oriente de Isabel II, donde el autor artilló líos de la abuela contra su nieto. Esta vez, el palacio es el de la Moncloa, donde, por seguir parodiando a los clásicos, toda necedad tiene su asiento. Y pude entenderse asiento en sus dos acepciones: cargo público y dinero que de ahí proviene.
Porque el esperpento titulable Las cuarenta maletas de narcovirus nace de la necedad de unos cargos públicos que se creen omnipotentes y de la necedad de una criminal narcotraficante que se cree que España es como la Venezuela que saquea, aherroja y mata de hambre. Por ahora, no. Pero el operativo político-policial-informativo del Gobierno Sánchez ha sido digno del SEBIN, la temible policía política de la narcodictadura caribeña que, se dice, pastorea Delcy la Fea, como llama Jaime Bayly a la vice de Maduro.
En pocos días, el viaje de la Delcy ha producido tales desperfectos políticos que recordarlos provoca risa, y, luego, espanto. En El "vis a vis" de Ábalos y Delcy de la Pasta o España, capital Caracas, resumí aquí el asiento de trolas del Gobierno. Esta larga cita nos permitirá recordarlas:
Las primeras mentiras del Gobierno
Cuando se filtró que la delincuente internacional Delcy Rodríguez, que tiene prohibido sobrevolar suelo español y de cualquier país de la UE por gravísimas violaciones de los derechos humanos, había aterrizado en Madrid y se había entrevistado con Ábalos, el ministro negó haber ido al aeropuerto. Cuando empezaron a salir datos y detalles del encuentro, dijo que sí había ido al aeropuerto pero que no la había visto. Cuando se supo que se habían visto, dijo que se habían visto pero no encontrado. Cuando se volvió a saber que sí se habían encontrado, dijo que sólo la había saludado dentro del avión en que visitó (…) a su amigo el ministro de Turismo de la narcodictadura venezolana que venía a Fitur.
Cuando se empezaron a contar los minutos que duró la entrevista con Delcy y no con el grotesco ministrejo bolivariano, dizque amigo de Ábalos, el ministro de lo que siempre se llamó Fomento y que tal vez ahora sea Ministerio de la lucha contra el déficit de caja del PSOE aclaró que sólo fueron dos minutos, para saludarla y recordarle que no bajara del avión, porque "lamentablemente, no podía pisar suelo español". Lo de calificar de "lamentable" una orden de captura internacional por gravísimos delitos contra los derechos humanos, muestra el estado de inquietud de Ábalos.
Pero no paró ahí el desgaste de su sistema nervioso. Otra filtración calculó en media hora la entrevista. Otra, en una hora. Y una tercera añadió media más a ese encuentro en la cumbre de la delincuencia internacional. Y al llegar a la hora y media, Ábalos decidió que Sánchez cronometrara el encuentro. Ya no había forma de disimular esa reunión que, según Ábalos, nunca tuvo lugar porque él nunca fue a Barajas; luego, que fue pero no la vio; luego, que la vio pero no se encontró con ella, luego que sí se encontró pero un momento; luego, que sólo el tiempo justo para amenazarla, por indicación del ministro del Interior.
Y llegados a Marlaska y recordando el caso Faisán, Ábalos decide que el que le mandó a Barajas diera la cara. Y va Sánchez y dice que el gran Ábalos ha evitado un grave incidente diplomático, porque la Delcy quería bajar del avión, pisar suelo español, algo prohibido, e iba a liarse un follón. Por si confesar su negativa a detener a la delincuente internacional fuera poco, Sánchez elogió a Ábalos por sacrificarse de madrugada hasta convencer a la Número dos de Maduro de no meterse y no meternos en líos.
Iban diez versiones, rigurosamente contradictorias e indudablemente falsas sobre el "vis a vis" de Delcy con Ábalos, cuando el valenciano, harto ya, sacó pecho y filtró o alguien filtró que había tenido que ir a Barajas porque la delictiva y delictuosa Delcy "había exigido que fuera alguien del PSOE". Y ahí pasamos a otra dimensión. Malo es que una delincuente de la banda de maduro no sea detenida cuando su imprudencia le ha llevado a aterrizar en terreno donde rige una orden de captura contra ella. Muy malo, que, para evitarlo, llame a alguien del Gobierno, en principio uno de tres ministros: Interior, Justicia y Exteriores. Y muchísimo peor que llame a un representante de uno de los dos partidos de Gobierno, justo el que hasta ahora no estaba acusado de financiación ilegal por el régimen de Caracas.
Aparecen las 40 maletas de Alí Maduro
La sesión parlamentaria en que Ábalos hizo frente a las preguntas, que eran otras tantas y fundadas acusaciones, de su cuentacuentos con la vicegenocida bolivariana demostró que este Gobierno es, sin duda, el más deficiente, en términos intelectuales, de toda la democracia. Tara superada por su deficiencia ética, que le permite mentir e injuriar en vez de confesar y arrepentirse. Si Ábalos es el favorito del Presidente en su Plurigobierno, su Hombre Fuerte, ¿cómo serán los débiles y las ministerias podemitas? Si todas las explicaciones sobre el esperpento de Barajas eran ninguna, ¿qué dirían cuando, fatalmente, supiéramos más sobre el paseo de Miss Delcy?
Y, fatalmente, fueron saliendo cosas. Por resumir las últimas: Delcy pasó mucho tiempo en el vis a vis con Ábalos, siempre protegida por unos policías que supervisaba un Villarejón, escolta de Ábalos, el puertas de esa discoteca psicodélica donde sólo faltaban las rayas blancas en el mostrador. Y de pronto, las rayas aparecieron: Vozpópuli reveló que cuarenta maletas o grandes bultos de viaje fueron embarcados al pie del avión privado de la Delcy, sin ser controlados por nadie, en una gran furgoneta con placa de la embajada venezolana. Esas maletas, según la misma fuente, no han salido de Madrid. Sobre su contenido –que se dijo que era oro; luego, cocaína; y ahora, dólares en metálico–, habrá anidado ya en varios bolsillos políticos. En cuarenta maletas o grandes bultos caben muchos, muchísimos millones.
Una estadía tutelada por la Policía
Pero lo más grave llegó ayer sábado en la minuciosa información de Fernando Lázaro en El Mundo. Resumamos: nunca hubo sorpresa porque se conocía el viaje; había dos llamadas para custodiar a Delcy si aparecía en España o el espacio Schengen; jamás hubo gestión personal de Ábalos, porque había vigilancia de la BOA, órgano de enlace del CNI y la Policía; el guardaespaldas de Ábalos, autodenominado "último aizkolari socialista", y designado consejero de una empresa pública por el ministro, resulta que es un famoso militante del PSOE navarro, elogiado por Pedro Sánchez e indultado por el Gobierno tras ser condenado por violencia, y él mismo, exhibiendo un extraño ascendiente sobre la policía de Barajas, otrora feudo del comisario Salamanca, amigo de Villarejo (caso Gao Ping) fue quien entregó las tarjetas de vuelo a Delcy y los suyos, salvo el ministro que se quedó; la policía dió escolta permanente a la forajida internacional y su séquito; todo está registrado por las cámaras del aeropuerto, las de fuera y las de dentro, cuyas imágenes Lázaro describe con detalle; y, en fin, para evitar que las cintas se destruyan al pasar un mes de la grabación, el PP ya ha interpuesto una denuncia, que se unen a otras dos de Vox y un pequeño grupo político contra Ábalos por prevaricación y otros presuntos delitos.
Para colmo, y por si la Administración Trump no se hubiera enterado del agasajo a la cabecilla de la policía política del régimen bolivariano, el propio Maduro dijo en rueda de prensa que España ya es amiga del régimen y que Delcy no le ha contado su encuentro con Ábalos porque "es secreto", y se rió. La ministra de Exteriores dijo que, como dijo Sánchez copiando a Iglesias, Guaidó es jefe de la Oposición… y a la vez Presidente encargado. Tal confusión explica que las turbas chavistas, modelo de los escrachadores podemitas, lo apalearan junto a su esposa en el aeropuerto de Caracas, sin discriminar a quién pegaban, pero seguros de que le atizaban a un enemigo.
España y los narcoestados
Además de las citas en los juzgados, en la semana entrante, Ábalos y Sánchez deberán explicar los últimos datos sobre su máquina de embustes, desde el destino de esas cuarenta maletas de dorado cuanto ilegal contenido a los posibles delitos de los policías atrapados por la "obediencia debida", pasando por la más que dudosa autoridad del Último Aizkolari Socialista, escolta del ministro y, a la vez, su Ojo de Halcón en las empresas públicas.
Lo único indiscutible es que la narcodictadura venezolana hace ya en España lo que le apetece y que el Gobierno Sánchez es su rehén y socio, su abogado y protector, su cuidador y su cuidado. Y que nada de eso es gratis. España no es un narcoestado izquierdista, pero los jefes y socios políticos de los narcos –el representante de López Obrador, sustituto de Lula da Silva como Padrino del eje La Habana-Caracas-FARC, fue recibido por Pablo Iglesias en la Vicepresidencia esta misma semana– mandan una barbaridad. Como en el coronavirus chino, lo grave de la presencia del narcotráfico en un Estado no es la enfermedad, sino mentir sobre su existencia y no poner los medios para evitar el contagio. Entonces, resulta mortal. Hay cuarenta maletas portadoras del narcovirus circulando en la casta política española. Si no se las localiza y destruye, el mal se propagará a velocidad de vértigo.
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