En Bolivia sí somos europeos
Da la impresión de que en Bruselas tienen en más alta consideración las corrupciones de nuestra izquierda que nuestras leyes.
El Gobierno de La Paz acusó a dos diplomáticos españoles de visitar la embajada mexicana con el objeto de sustraer de la acción de la Justicia a un ciudadano boliviano que se había refugiado allí y que está acusado de gravísimos delitos contra la seguridad nacional. España niega tal imputación alegando que se trató de una visita de cortesía. Sin embargo, ninguna explicación se ha dado de por qué los dos diplomáticos viajaron hasta allí en dos coches (hubiera bastado uno) con una escolta de nada menos que cuatro geos. Tampoco se ha explicado si es costumbre de los diplomáticos españoles hacer visitas de cortesía a las ocho de la mañana o si es uso de la diplomacia mexicana recibirlas a tan temprana hora. La denuncia del Gobierno boliviano no ha sido probada, pero los indicios son vehementísimos a partir de las estrechas relaciones del régimen de Evo Morales con los dirigentes españoles de Podemos, hoy aliados del PSOE, y la posibilidad de que el asilado, que supuestamente iba a ser sacado del país por los diplomáticos españoles, posea información comprometida relativa a esas relaciones. Tampoco se descarta que esa información pueda afectar directamente al PSOE.
El caso es que, poco después de conocida la reacción boliviana, consistente en expulsar a los dos funcionarios españoles, y tomadas por el Gobierno español las correspondientes represalias, la UE ha reaccionado apoyando incondicionalmente al Gobierno de España. Un duro comunicado firmado por la representación de la UE en La Paz y por los representantes diplomáticos de algunos Estados miembros, incluidos Alemania y Francia, ha hecho que el Gobierno boliviano revisara su actitud y se mostrara ahora mucho más conciliador. Es muy probable que la reacción europea, que tanto ha servido para ablandar la postura boliviana, no fuera espontánea y haya sido más bien el fruto de las presiones de las autoridades españolas, pudiéndose dar por descontada la intervención de Borrell, que es hoy alto representante de la diplomacia de la UE.
O sea, que pertenecer a la Unión Europea nos supone un gravísimo obstáculo cuando, con nuestras leyes en la mano, pretendemos que las autoridades europeas y de los Estados miembros nos permitan juzgar y condenar a los criminales que han intentado dar un golpe de Estado que tenía por objeto romper la unidad nacional. Pero para ocultar los tejemanejes del PSOE y Podemos en la América bolivariana podemos contar con el apoyo de la Unión Europea en pleno. Da la impresión de que en Bruselas tienen en más alta consideración las corrupciones de nuestra izquierda que nuestras leyes.
Inevitablemente surge la sospecha de que, en ambos casos, el comportamiento de la Unión es fruto de los ruegos de nuestros Gobiernos. En un caso, el favor de Bruselas consistiría en indultar en la práctica a los golpistas ahorrándole al Gobierno el trance, y en el otro tendría por objeto ayudar a ocultar a la opinión pública las inconfesables relaciones de Podemos y el PSOE con el bolivarianismo comunistoide. Hay que ver cuántas ventajas tiene ser miembro de la UE.
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