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Cristina Losada

Zozobra de las baronías

Los barones y baronesas socialistas ya están sólo para sopitas: para validar lo que haga el líder del partido.

Vara, Lambán, Page y Puig en el desfile del 12-O de 2018 | EFE

Los barones y las baronesas socialistas pasaron la tarde del jueves preocupados. No, como se les pedía desde Ciudadanos, por los pactos con los separatistas suscritos por su jefe de filas. Su gran preocupación vespertina era, por el contrario, que su jefe de filas pudiera sospechar que esos pactos les preocupaban. El anuncio de la líder de Ciudadanos de que los llamaría por teléfono, uno a uno, para pedirles que hicieran recapacitar a Sánchez los puso en tal aprieto, en tal estado de inquietud, que uno por uno salieron a la palestra para despejar cualquier duda que pudiera haber sobre la intensidad de su patriotismo de partido. Que nadie fuera a pensar, y menos que nadie Pedro Sánchez, no ya que iban a hacerle caso a Inés Arrimadas, sino que iban simplemente a cogerle el teléfono.

Representativa de la zozobra que cundió en las baronías fue la declaración de Susana Díaz:

En resumen, menos llamaditas, Inés. Es de suponer que barones y baronesas pasaron la tarde en zonas sin cobertura para evitar que, pese a las estrictas instrucciones, se colase la temible llamada de algún modo. En cualquier caso, su contraataque no tenía sentido. No lo tiene plantear que Ciudadanos avale con sus votos el Gobierno cuya investidura se ha pactado ya con Podemos, PNV y la Esquerra. Sólo lo tendría si esos pactos se anularan. El único sentido y el único motivo de la reacción de los barones eran los apuntados: dejar claro que no van a discutirlos. No los van a discutir, de ninguna manera, ahora.

Los líderes autonómicos socialistas se pueden amparar en el desconocimiento. En el desconocimiento, en particular, del pacto alcanzado con la Esquerra. Lo dijo Emiliano García Page. Opinará de ese pacto cuando lo conozca, no antes. El hecho de que no lo conozca, ni lo conozca la opinión pública, no le parecía a Page motivo suficiente para la crítica. Pero lo que sí tiene que conocer Page es el pacto con el PNV, que dice en su apartado cuarto:

Impulsar, a través del diálogo entre partidos e instituciones, las reformas necesarias para adecuar la estructura del Estado al reconocimiento de las identidades territoriales, acordando, en su caso, las modificaciones legales necesarias, a fin de encontrar una solución tanto al contencioso en Cataluña como en la negociación y acuerdo del nuevo Estatuto de la CAV [Comunidad Autónoma Vasca], atendiendo a los sentimientos nacionales de pertenencia.

Pese a lo farragoso, se entiende. Se entiende que se pretende modificar la estructura del Estado para dar cabida al reconocimiento de identidades territoriales –identidades– y a sentimientos nacionales de pertenencia. Si esto corresponde y mantiene una nación de ciudadanos, que vengan Page y Díaz y lo vean. Aunque lo más probable es que ya estén pensando en cómo acudir, en la mejor posición posible, a la subasta de identidades y sentimientos nacionales de pertenencia que anuncia el acuerdo. Ese punto número cuatro no hace más que dar la razón a nacionalistas y separatistas. Asume que Cataluña y el País Vasco son lo que dicen que son los nacionalistas y separatistas. Más aún, promete cambiar la estructura del Estado para que se ajuste a sus proyectos identitarios, y en última ratio etnicistas.

Nada que decir tienen los jefes regionales socialistas sobre ese punto del pacto con el PNV ni sobre otros que ratifican privilegios y aumentan la desigualdad entre los ciudadanos de las comunidades autónomas. Nada dirán tampoco sobre el pacto con la Esquerra, que incluye lo que llaman eufemísticamente una "validación democrática" de los acuerdos de una mesa entre el Gobierno de España y el Gobierno autonómico catalán. Los barones y baronesas socialistas ya están sólo para sopitas: para validar lo que haga el líder del partido. Cosa que en este caso, al menos, viene a parecerse a dar balidos.

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