Majestad: por favor, no vaya
Majestad, con todo el respeto y el cariño que les tengo a usted y a su familia, le ruego por favor que no vaya a Cuba.
Majestad, con todo el respeto y el cariño que les tengo a usted y a su familia, le ruego por favor que no vaya a Cuba. No ignoro que usted debe plegarse a su deber de Rey, pero le suplico: incúmplalo por una vez.
Usted lo que menos necesita es mancharse con esa oprobiosa tiranía que lleva ya más de sesenta años reprimiendo a once millones de esclavos. Esclavos, sí, dentro de la isla, y esclavos exportados (como lo son los médicos y profesionales cubanos). Y más de tres millones de exiliados, fuera de ella.
Usted no debe ignorar que las autoridades castristas los odian, a usted y a su familia. Lo más seguro es que le hagan pasar un mal rato, como se lo hicieron pasar a su padre, el rey Don Juan Carlos, cuando Fidel Castro le restregó en la cara "los crímenes cometidos durante la colonización" en un discurso que se pretendía debía ser acogedor y de bienvenida hacia un monarca español que visitaba Cuba por primera vez.
Allá se burlarán de usted, tratarán de cogerlo para el trajín, lo pasearán por esas calles retocadas y mal maquilladas; aunque usted lo pida, no le autorizarán a cruzar la cercana y delgada frontera donde los cubanos, en calles contiguas, viven hacinados, hambrientos y reprimidos. A usted no le dejarán ver eso, a usted le enseñarán los esclavos felices. Danzarán para usted, moviendo el fambeco graciosamente, y hasta monearán un poco, sin salirse del guión, sin excesos, sólo lo estipulado por el régimen.
No vaya, Majestad, porque los obligarán, a usted y a su esposa, a caminar por encima de esas incómodas chinas pelonas, mientras el historiador le contará como siempre el cuento de la buena pipa. Soltará algunos elogios, los recomendados por el tirano Castro II, y entonces caerá usted en la penosa trampa de tener que estrechar la mano de Castro II, el asesino de Orlando Zapata Tamayo, de Oswaldo Payá, de Laura Poyán, de Harold Cepero y de tantos cubanos de bien. Tendrá también que aceptar respirar el mismo aire que respiren Nicolás Maduro y el violador de Nicaragua, Daniel Ortega, el que violaba a su hijastra Zoilamérica desde la edad de nueve años.
No tiene usted necesidad alguna de embarrarse con ese horror, tampoco será de ninguna utilidad para los patriotas cubanos, con quienes no le permitirán encontrarse. Renuncie a esa visita, le pido con toda mi admiración y derecho como ciudadana española.
Si el mundo es actualmente el espanto que estamos viviendo, si una parte de España arde hoy, si ETA pudo matar en España con toda impunidad… de gran parte de todo ese odio es culpable la Cuba castrista, esa pequeña hegemonista terrorista que entre sus planes ha tenido y tiene destrozar España y la democracia en el mundo, como ha destrozado Venezuela, Bolivia, Nicaragua y quiere también destruir el resto de América Latina.
No vaya, Majestad, por su bien y el bien de su familia. Pero sobre todo por el bien de España.
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