Divídete y vencerás
Hay algo de esotérico en que Errejón presente a las elecciones su potaje de comunistas y nacionalistas para competir con el gazpacho de soberanistas y leninistas que viene presentando Pablo Iglesias.
Hay algo de esotérico en que Errejón presente a las elecciones su potaje de comunistas y nacionalistas para competir con el gazpacho de soberanistas y leninistas que viene presentando Pablo Iglesias. Sobre el papel, la maniobra fragmenta a la izquierda y la dispone a ser víctima de la inclemente Ley D’Hondt. Sin embargo, hay en los rostros de los mandamases socialistas una especie de risita tonta que sugiere que la operación, obviamente impulsada por ellos, les beneficia. Como siempre pasa que los políticos hacen algo, el fino analista lo racionaliza y pone al descubierto las poderosas razones que hay detrás de cualquier maniobra. Nunca nadie se atreve a decir que tal estrategia es una tontería hasta después, cuando los hechos demuestran que lo era.
De modo que Iván Redondo, listo como una ardilla, ha descubierto el modo de que la izquierda gane las elecciones del 10-N con más contundencia que las del 28-A: presentando tres partidos en vez de dos. Periodistas y politólogos nos explican, como si todo fuera de una lógica aplastante, que los escaños que consiga Errejón servirán para quebrarle el espinazo a Iglesias y que de ese modo el PSOE dispondrá de un socio potencial más fiable a su izquierda. Mientras, esa cuña introducida entre Sánchez e Iglesias, dicen, permite al PSOE desplazarse hacia el centro y pescar en los grandes caladeros de votos que allí hay.
Hay en todo este discurso una sospechosa artificiosidad, una lógica forzada, un discurrir defectuoso. Para empezar, Errejón es tan comunista como pueda serlo Iglesias. Que pueda engañar al electorado con su disfraz de marxista bananero más o menos moderado no obsta par que, como potencial aliado de un Gobierno socialista, será tan incómodo como lo habría sido Iglesias. Luego está que esa misma moderación, aunque sólo sea aparente y Más País se presente sólo en algunas provincias, puede hacer que Errejón sea una opción atractiva para aquellos votantes socialistas que, siendo muy de izquierdas, no se atrevieron a votar a Iglesias. Tal inclinación puede verse acentuada además si Sánchez insiste en centrar su discurso. Es verdad que, aunque pierda algo por la izquierda, el PSOE podría ganar mucho por el centro. Pero, para eso, el electorado centrista tendría que creerse las burdas patrañas del presidente del Gobierno en funciones, que desmienten de forma inequívoca esa supuesta conversión a la moderación. Y, para quien las hubiera olvidado, ahí está siempre el PSC de Iceta, para recordar todos los días qué es el PSOE de Sánchez. Por último, cuando se tomó la decisión de presentar a Errejón, estaba el riesgo de que la derecha por una vez obrara con inteligencia y se presentara unida como alternativa a un PSOE que, en el mejor de los casos, padece una inveterada incompetencia para gestionar crisis económicas como la que se avecina y, en el peor, es capaz de vender a los independentistas la unidad de España con tal de que le dejen gobernar sus escombros. Ya se ha visto que no había en realidad tal riesgo, pero la seguridad en que no se pusieran de acuerdo no podía ser absoluta. Salvo que haya algo que se nos oculte, y digan lo que digan los comentaristas, esto no hay quien lo entienda.
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