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Emilio Campmany

Mejor con cicuta caducada

Iglesias y no otro es quien tiene que decidir: investidura gratis o barranco electoral.

EFE

Se debate mucho acerca de qué ha decidido Sánchez. Los periodistas no paran de preguntarle sobre si habrá o no elecciones. Es absurdo porque la decisión no es de Sánchez. Es de Iglesias. Lo que Sánchez decidió hace mucho es ignorar la posibilidad de un Gobierno de coalición con Podemos. Se puede permitir la chulería porque las encuestas le auguran mejorar los resultados a costa de Podemos en caso de que se volvieran a sacar las urnas. La única forma que tiene el de Galapagar de evitar ser conducido al despeñadero electoral es fingirse alborozado por las trescientas medidas, cosa que ya ha empezado a hacer, votar la investidura de Sánchez sin recibir un miserable cargo a cambio.

Él y no otro es quien tiene que decidir: investidura gratis o barranco electoral. Es posible incluso que ya haya escogido y lo único que le falte sea encontrar, por un lado, la forma, como se dice ahora, de construir el relato ante la opinión pública y, por otro, convencer a los suyos de que lo que ha decidido es lo menos malo que pueden hacer. Si los principios y los compromisos importaran, no habría en realidad otra opción que ir a elecciones. Pero no es Iglesias hombre que se arredre ante tan poco. Si está permitido prescindir de obligaciones y promesas, lo mejor es aceptar ser por ahora el palafrenero de Sánchez. En otro caso, tarde o temprano acabaría de todas formas siendo el conserje de Ferraz, y encima le sería mucho más difícil recuperarse de un descalabro electoral mucho más grave que el del 28 de abril. Es verdad que ninguna de las dos alternativas es agradable, porque ¿qué es mejor, la inyección letal o la silla eléctrica, el garrote vil o la horca, el fusilamiento al amanecer o la guillotina? Por querencia republicana, seguramente a Iglesias le gusta más lo de la guillotina. Y en realidad da igual, pues lo más probable es que acabe muerto políticamente elija lo que elija.

Lo que pasa es que la única remota posibilidad que tiene de sobrevivir es haciendo a Sánchez presidente gratis y esperar a ver si se estampa contra la crisis económica que se avecina. Siempre podrá acusarle entonces de no aplicar políticas suficientemente inútiles. Y al menos conservará sus 42 diputados. Si ha de beber la cicuta, lo mejor es posponerlo todo lo que se pueda, y a lo mejor cuando haya que apurarla resulta que está caducada.

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