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Federico Jiménez Losantos

Sánchez planea llenar de tontos la España vacía

La ventaja que tiene este trujamán llamado Sánchez es que todos sabemos que miente.

El Presidente del Gobierno en funciones electorales se ha reunido esta semana con representantes de la asociación "Soria, ¡ya!" y su portavoz, Fernando Arévalo, ha revelado que Sánchez tiene un plan para llenar la España Vacía, que así han dado en llamar perionecios y sociomemos, urbanitas todos, a las espaciosas comarcas del interior peninsular.

Un ser corriente sito en la Moncloa podría haber pensado algo para aumentar la natalidad, puesto que de lo que se ha vaciado esa España y la llena es de niños. Pero animar a las familias a tener más criaturas mediante los incentivos que permitan la Ley y los Presupuestos es cosa de Derechas, y ya ha dicho la Dómina Egabrense, o sea, Carmen la de Cabra, explicando su alianza con la ETA que "lo suyo", es "entenderse con las izquierdas". Así que como lo de las familias acabarían aprovechándolo el PP, Vox y hasta Ciudadanos, cuyo líder emitió hace algunos meses ciertos vagidos de pena y aliento a la España Vacía, Sánchez ha encontrado la típica solución socialista, o sea, improvisada y estatalista: trasladar ministerios y otros organismos públicos a las provincias más despobladas. Por ejemplo, Soria.

Para predicar con el ejemplo, ayer contaba ABC que en septiembre cerrará en esa ciudad castellana -"tan bella bajo la luna" para Machado- uno de los pocos organismos nacionales allí instalados, el INIA (Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria). El 11 de septiembre, tenía que ser esa fecha, no se renovarán las becas de los cuatro investigadores, de una plantilla que asciende a siete. Los otros, que son dos funcionarios y un conserje se irán con el paro a otra parte. A Soria, difícil.

Principio electoral de Sanchícedes

Para ir de lo general a lo particular, partamos de un principio que, al modo del de Arquímedes, llamaremos de Sanchícedes y cabe enunciar así:

"Todo socialista sumergido en período electoral experimenta un empuje hacia la demagogia directamente proporcional a la ignorancia que arrastra".

Podría extenderse a todos los políticos, pero sería muy injusto, porque, aunque pocos, se conocen casos de gente culta y sensata entre ellos y, sobre todo, porque nadie como los jerarcas del PSOE han sido capaces de conciliar con tanto éxito la ignorancia y la demagogia. Y ninguno como Sánchez. Ni siquiera Zapatero, sicario del cártel de Caracas, cuando dijo que "la Tierra sólo pertenece al viento", aunque puso el listón altísimo. Pero a ZP la fuerza se le iba por la boca: la Alianza de civilizaciones lo demuestra. En cambio, Falconetti aspira -como el que simplemente respira- a grabar cualquier ocurrencia en el mármol del Boletín Oficial del Estado.

Tarea enojosa, pero necesaria, es bajar de la nube al nefelibata. Si Cum Fraude cumpliera sus promesas a los sorianos, los resultados serían inmediatos y fulminantes: subirían de precio las casas y alquileres de las ciudades menos habitadas, porque ni siquiera un socialista se atrevería a poner el ministerio de Hacienda en Pozondón, pueblo muy cercano al mío, pese a que su nombre es perfecto para el Ministerio del Déficit y la Deuda. De atreverse, los precios de las eras y pajares abandonados subirían una barbaridad, pero calculo que antes de tres o cuatro años no podrían ocupar sus poltronas, poltronillas y escritorios los funcionarios de la cosa onerosa.

Todos sabemos que los Sánchez-Gómez piensan llegar a abuelos en Moncloa, pero ni siquiera ellos pueden asegurar tanto tiempo en el Poder. Y, sin Presupuestos, desde que Pozondón asumiera Hacienda; Argamasilla de Alba, Vivienda; Punta Umbría, Interior; y Fuenteovejuna, Justicia, hasta el venturoso día en que Madrid fuera finalmente sustituida por alguna Brasilia, pongamos El Toboso, el Estado Español parecería Mad Max 666. No habría elecciones porque no habría electricidad, ni, por tanto, televisión, y hasta los veganos estudiarían el canibalismo. La suspensión de pagos nos habría privado de satélites y de Internet; apenas quedaría en pie una Liga Rupestre de Fútbol y las hordas a caballo o a pie habrían conseguido acabar con los simios y los homínidos de Gibraltar, pero como no habría prensa, no nos habríamos enterado. Muertos o espectros todos, para qué Gobierno.

No exagero al decir que si Falconetti no fuera el mentiroso redomado que todos conocemos, la mera hipótesis de que a los funcionarios les iban a llevar de acá para allá buscando piso y colegio para los niños provocaría la más atroz matanza de seres humanos, considerando tales a los socialistas, que se haya visto desde las depuraciones de Lenin, Stalin, Mao y Pol Pot. Un funcionario enfurecido, no digamos un matrimonio de funcionarios con dos hijos en edad escolar, es un arma de destrucción masiva pero selectiva. Vamos, que no dejaba un sanchista para un remedio. La ventaja que tiene este trujamán llamado Sánchez es que todos sabemos que miente. Y, como a muchos les da igual, cualquier ocurrencia queda en espera de la próxima. Y así, hasta noviembre.

La solución Tezanos

¿Y no hay una fórmula menos letal para conciliar la demagogia a que se ve arrastrado Falconetti por el mencionado principio de Sanchícedes y la ignorancia que padece sobre todo lo que nombra, desde España hasta su tesis doctoral? La hay, claro que la hay. Y me asombra que no se la haya propuesto a los de "Soria, ¡ya!". O que estos no la hayan visto venir:

Tezanos.

Sí, simplemente Tezanos. Bastaría encargarle una encuesta para demostrar que la España llena está semivacía, y la vacía, en realidad, semillena, para que toda la demagogia ruralista, gemela de la ignorancia urbanita, se eclipsara. Ya nadie pediría el AVE a Villatempujo, ni una salida al mar para Los Monegros. Cada cual se haría a la idea de que las cosas no son lo que parecen y que, al final, todos votaremos a Sánchez.

¿No es esa la gran aportación tezanosa al pensamiento occidental: no pensar en las gansadas que nos están contando? Cierto: Tezanos podría dejar de insultar a la Oposición y a la Inteligencia, pero, entonces, ¿dónde quedaría su originalidad? Hay que aceptarlo como es: un fenómeno a la altura de la estupidez ambiental, resiliente y rumiante, flojo y valiente, el hermeneuta que el sanchismo merece y los españoles pagamos.

Por tontos.

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