Madrid Central o la apoteosis del socialismo
No es que unos sean buenos y los otros malos. Es que unos buscaron aplausos y otros buscan resultados.
Pocos ejemplos de socialismo se pueden encontrar hoy en día en estado tan puro como la polémica generada por la Izquierda en torno a Madrid Central. Permítaseme justificar esta afirmación con tres argumentos.
Primero, el fracaso de Madrid Central es la excusa usada por sus defensores socialistas para querer mantenerlo. La justificación esgrimida por Carmena y los suyos para cerrar el centro de Madrid al tráfico de vehículos privados fue la lucha contra la contaminación. Pues bien, la contaminación ha subido en Madrid tras la puesta en marcha de Madrid Central, a finales de 2018. Así lo demostraron los tres picos de contaminación que sufrió la ciudad en el mes inmediatamente posterior a su puesta en marcha, los cuales llevaron a la activación de sendos protocolos restrictivos del tráfico. Y, más importante aún, así lo demuestran los datos de las estaciones de medición: tras la implantación de Madrid Central, la contaminación aumentó en 19 de las 24 existentes.
La lógica (es un decir) socialista lleva a argumentar que la gravedad de los datos de la contaminación demuestra la necesidad de mantener Madrid Central. Es decir, el fracaso de Madrid Central es prueba de su éxito (o, como diría Orwell, la guerra es la paz y la libertad es la esclavitud). Esta lógica es bien conocida en términos de pobreza y paro: el socialismo produce más paro y pobreza, lo que justifica, a sus ojos, la imperiosa necesidad de incidir en sus políticas. El secreto del socialismo es producir aquello que dice querer combatir para así seguir justificando su existencia. Ocurre con la pobreza y ocurre con la contaminación. Decir que Madrid Central se puso en marcha con la intención de reducir la polución (más allá de sus resultados) no es razón suficiente para mantenerlo. Si Madrid Central no ha funcionado, habrá que buscar otras fórmulas para reducir la contaminación en la ciudad.
Segundo, la oposición contra Madrid Central se presenta como un imperativo moral. Desde El País hasta Podemos, el PSOE o Greenpeace, pretenden hacernos creer que los favorables a revocar Madrid Central son unos adoradores de la polución que se regocijan con la idea de que los madrileños puedan morir ahogados por el dióxido de nitrógeno. Esto es absurdo. Almeida quiere revocar Madrid Central –y así prometió hacerlo en la campaña electoral– porque no funciona; Madrid Central no reduce la polución, sino que la desplaza. El debate no es moral sino funcional. No es que unos sean buenos y los otros malos. Es que unos buscaron aplausos y otros buscan resultados. Almeida no podrá contentarse con revocar Madrid Central. Deberá ofrecer un plan alternativo de lucha contra la contaminación. Y el tiempo dirá si cumple con su objetivo o no. Pero el método socialista de caricaturizar a sus adversarios políticos como inmorales por no querer aplicar sus fracasadas recetas es de un cinismo intergaláctico.
Y tercero y último, Madrid Central ofrece la oportunidad a la Izquierda para desempolvar pancartas, montar piquetes y crear atascos. Han vuelto a la oposición y, por eso mismo, la democracia ha desaparecido de Madrid (regla nº1 del socialismo: sólo hay democracia cuando gobernamos nosotros), lo que exige salir a la calle. Nada lo ilustra mejor que el caso de Concha García. La Sra. García era una colocada de Carmena en el Ayuntamiento. Su sorprendente responsabilidad fue la de "Comisionada del Ocio" municipal, un puesto creado a su medida. Tras el despido de Carmena, la Sra. García ha pasado sin solución de continuidad de, supuestamente, velar por nuestro ocio a montar piquetes contra Madrid Central. La respuesta de la Izquierda a la decisión del alcalde Almeida de acabar con las multas por entrar en Madrid Central fue organizar piquetes que impidiesen el acceso de los coches por la fuerza. Y ahí estaba la excomisionada García en primera fila, para perjudicar a los madrileños a los que se supone que había estado ayudando hasta antes de ayer. Y, por supuesto, no sólo perjudicó a los conductores a los que quiso bloquear el paso. Perjudicó también a todos aquellos que sufrieron los atascos generados por los piquetes. Y perjudicó a todos los madrileños que sufrieron la contaminación añadida producida por estos atascos.
Qué gran ejemplo del socialismo: más polución generada por aquellos que se supone están luchando contra ella.
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