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Amando de Miguel

Ideas poco convencionales sobre el cambio climático

Está por demostrar que el ecologismo persiga el interés general.

Por definición, el clima es algo que se somete a un cambio continuo. Todo se deriva del juego de dos poderosos factores primordiales: el poder energético del Sol y los movimientos de la Tierra.

Si el cambio climático lo reducimos a la tendencia al aumento de la temperatura media de la Tierra, parece claro que se trata más bien de ciclos largos en términos de la longitud de la vida humana. Así se demuestra que en los últimos tres siglos se asiste a una continua (aunque con altibajos de ciclos más cortos) trayectoria de calentamiento terrestre. Por lo menos es así en Europa, que es donde se han registrado testimonios y medidas con cierta regularidad desde hace unos cuantos siglos. Recordemos que Groenlandia (= Tierra Verde) debió de gozar de un clima mucho más benigno durante la Edad Media, lo que permitió las expediciones vikingas. Sabemos también que en el siglo XVII padeció una pequeña glaciación toda Europa, asolada por las nieves y los hielos, incluso fuera de los inviernos.

Así pues, la ola del calentamiento actual de la Tierra viene de lejos. En contra de la tesis oficialmente admitida, ese efecto poco puede deberse a la actividad industrial o urbana. Resulta presuntuoso pensar que la acción de esas minúsculas hormigas que son los hombres pueda ser tan decisiva en los efectos terráqueos (ahora dicen "globales").

Pero, en fin, sea cual fuere la causa, el hecho es que nos hallamos insertos en un ciclo secular de calentamiento de la Tierra, de su atmósfera. Si nos situamos en España, ¿qué podemos hacer para paliar algunos de los inconvenientes de tal proceso, que para nosotros supone una sequía endémica?

Es claro que España ha dibujado desde antiguo dos zonas bien diferenciadas: la España húmeda (aproximadamente por encima del paralelo 42) y la España seca. Pues bien, lo que ha ocurrido en los últimos lustros es que cada vez se amplía más la distancia entre las dos Españas respecto a la precipitación en forma de agua o nieve. Dado que todavía parece imposible hacer que las nubes depositen más agua sobre la España seca, lo único que cabe es desarrollar una política hidráulica de altos vuelos. Ya no es suficiente la obra meritoria del trasvase Tajo-Segura. El cual fue diseñado durante la República y llevado a cabo por el franquismo, una generación más tarde. Se impone ahora un ambicioso plan de nuevos embalses por encima del paralelo 42 (un poco por debajo de esa línea en Aragón y Cataluña). De esa inmensa reserva de agua saldría una red de acueductos para trasvasar el agua al resto de las cuencas peninsulares. Fuera de las islas, se desaconseja el sistema de desaladoras; son muy caras y contaminantes. Que conste que la idea de la red de trasvases aquí propuesta la expuse en el Informe Foessa de 1970. Desde entonces ya ha llovido y dejado de llover.

La redistribución del agua embalsada sobre el territorio peninsular (incluida la parte portuguesa), con ser una obra de gran envergadura, es solo una parte de la famosa "lucha contra el cambio climático". Es necesario, además, que la población española se acostumbre a un nuevo régimen de austeridad energética. En contra de la imagen popular, la producción de electricidad con carbón y petróleo es una de las actividades más contaminantes que existen en nuestro mundo. La generación eléctrica con postes de viento o placas fotovoltaicas resulta cara y antiestética; solo cabría aceptarla en las islas. Así pues, debe recomendarse la contención del consumo de electricidad. Por ejemplo, debe restringirse el uso de algunos electrodomésticos (lavaplatos, aire acondicionado, secador de manos o de pelo, etc.) y contener la proliferación de coches eléctricos. Se puede anticipar una general resistencia ante medidas de ese estilo, por lo mismo que se espera una cerrada oposición a la construcción de nuevos embalses y acueductos. Pero el que algo quiere, algo le cuesta. La "lucha contra el cambio climático" no puede quedarse en lo que ahora es: propaganda y subsidios a las "energías renovables" (no incluye la hidroeléctrica, que es la más limpia y renovable), algo que imponen los grupos ecologistas pro domo sua. Está por demostrar que el ecologismo persiga el interés general.

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