Emmanuel me quiere gobernar
Rivera es en buena parte culpable del laberinto en el que anda perdido. A nadie se le ocurre fiarse, para hacer política, de un gabacho.
Rivera es en buena parte culpable del laberinto en el que anda perdido. A nadie se le ocurre fiarse, para hacer política, de un gabacho. Ahora, lo que ya es paradigma de ingenuidad y candidez es hacerlo de dos. Mucho más cuando lo que pretendía el catalán era hacerse con el liderazgo de la derecha. Y es que Valls y Macron no son liberales. Son socialistas. Lo ocultan porque en Europa saben algo que aquí todavía se ignora, que el socialismo no sirve para generar igualdad y a cambio trae pobreza y miseria. Por eso ahora los dos fingen ser liberales de izquierdas, que es como decir socialistas de derechas, porque lo que no puede ser no puede ser y además es imposible. Pretender ponerse al frente del liberal-conservadurismo de la mano de dos exsocialistas es un error. Pero si encima son franceses, no hace falta que sean socialistas para que sea una estupidez.
En Francia, a diferencia de aquí, todo el mundo cree que lo mejor para Francia es lo mejor para ellos. No sólo, sino que cualquier política que pretenda el bien de Francia, aunque procure el mal a los demás, tiene un amplio respaldo mayoritario. Lo que busca Macron es acumular aliados para la lucha que le espera con Alemania por el control de Europa. El eje París-Berlín está roto. El Brexit ha sido el hachazo que ha hecho caer el tronco, pero no es más que el último de muchos que le precedieron. En consecuencia, Macron apadrina a Ciudadanos, quizá financiación mediante, para poder decirle lo que tiene que hacer, en beneficio de Francia, y adopta como socios minoritarios a los socialistas españoles y portugueses con el mismo fin. No sé por qué Costa se deja. Pero lo de Sánchez está bien claro. Tras haberse labrado con la moción de censura y sus primeros meses de Gobierno una reputación de izquierdista radical tibio con los independentistas, necesita, o le han hecho necesitar, una pátina de honorabilidad que Macron está dispuesto a darle a cambio de que le consiga el apoyo del grupo socialista europeo y de España a su programa para el futuro de la UE.
Mientras Macron le lee la cartilla a Rivera, la prensa y el Ibex 35 presionan al líder de Ciudadanos para que, tras cubrir su cabeza de ceniza y atravesar la ciudad desnudo soportando los insultos y tomatazos de la plebe, acuda de rodillas al Palacio de la Moncloa y, apelando a la generosidad de Sánchez, le pida que acepte la merced de ser presidente del Gobierno con los votos naranjas. Quienes le aconsejan demandar a cambio concesiones que garanticen la unidad de España se creen que la palabra del secretario general del PSOE puede ser garantía de algo, o que, por contar con los votos de Ciudadanos, los socialistas, en especial los catalanes, dejarán de creer en la necesidad del "diálogo" con los independentistas. Rivera es tan ingenuo como para fiarse de dos franceses. A lo mejor también lo es como para atender a estos consejos que le dan empresarios y periodistas. Con tal de que no haya nuevas elecciones, quizá lo haga.
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