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Federico Jiménez Losantos

Macroneón y Microrrivera

Como el oficinista humillado que llega a casa y pega a su mujer, Rivera, tras agachar la cabeza ante Macroneón, se pone chulo con Vox.

Enmanuel Macron y Albert Rivera. | EFE

El Front National de Marine Le Pen ganó las Elecciones Europeas en Francia. En marche!, que así se llama el improvisado partido del presidente de la República, Macron, que unos años antes de instalarse por su cuenta con el apoyo de Hollande, era ministro, con Valls de primer ministro, trata de camuflar su indudable derrota, porque nunca el FN ganó unas elecciones nacionales, mediante un ejercicio de equilibrismo mediático que consiste en apoyar al Partido Socialista Europeo, donde está el PSOE de Sánchez frente al Partido Popular Europeo, donde está el PP, que es el más votado. Y la pértiga del equilibrista es España. Mejor dicho, el partido dizque hermano que hace el primo: Ciudadanos.

La ultraderecha sólo gana en Francia

El derrotado Macron o Macroneón, que imita al genocida corso en la técnica de publicitar campañas ruinosas como la de Egipto como grandes victorias de la civilización occidental, pretende borrar su derrota usando el el antiguo ALDE, rebautizado Renew Europa tras quedar como tercera fuerza en el Parlamento, decidir entre los dos generalatos que han frenado el avance de partidos que discutían parcial o totalmente la UE, tanto en materia de inmigración, islamismo e intervencionismo económico como en libertades protegidas por la soberanía nacional de los países de la UE. Y lo han hecho asumiendo buena parte de las ideas de esos partidos llamados equívocamente de ultraderecha. El único que realmente lo es y el único en triunfar, en Francia, ha sido el Front National contra Le petit Macronéon.

Y como es el único que no ha sabido defender a su país en su país, de esa amenaza que en algún caso lo es y en otros es todo lo contrario, Macroneón se ha proclamado jefe político del centro en España, usando a un partido como Vox, que defiende la unidad nacional, la Constitución, la monarquía parlamentaria, el liberalismo económico y el Estado de Israel, como si fuera hermano gemelo del FN, que es intervencionista en materia económica, tradicionalmente antisemita y, por cierto, enemigo de España, de sus intereses y de su cultura, como suele serlo el nacionalismo francés.

Bokassa o los diamantes de la Ilustración

Pero una de las manifestaciones más siniestras de ese nacionalismo francés, imperialista y napoleónard, es presentar sus intereses particulares en política exterior como generosas manifestaciones de la civilización occidental. El mejor ejemplo es Monsieur Áfrique, que con rango más que ministerial se encarga de corromper a los dirigentes de los países de la Francophonie para lograr concesiones petrolíferas o mineras fuera del mercado y de la ley, adobados con sobornos como los famosos diamantes de sangre de Bokassa para Micronéon Giscard, el peor enemigo de España al entrar en la UE y, con el socialista Mitterrand, el gran amigo de la ETA.

Por supuesto, nada comparable al genocidio de Napoleón contra los españoles de 1808 a 1812, que destrozó económica e institucionalmente nuestro país y que camufló los intereses dinásticos de su mafia familiar en nombre de la Ilustración, fenómeno europeo y no sólo parisino, pero cuya Énciclopedie desprecia de forma racista y analfabeta la gran aportación de España a la civilización occidental, que es anterior y superior a la francesa.

El genocida corso tuvo a dos reyes polichinelas, Fernando VII y Carlos IV, para humillar a España, pero los patriotas españoles acabaron humillándolo a él donde nadie lo había logrado, en el campo de batalla. Pero Macroneón no tiene el primer ejército del mundo, así que su muñeco no es rey de España y las Indias. Debe conformarse con el tercer partido de España, al que extravía un dirigente, que, ayuno de toda dignidad nacional e intelectual, nulificado en su cuna política barcelonesa por el maquereau político Valls y tras la jibarización de su partido, cabe llamar Microrrivera.

Macroneón vence al FN llamándolo Vox

Decía Napoleón que "la propaganda es el otro nervio de la guerra". Pero Macroneón no tiene más nervio ni guerra que la propaganda. Así que se lanza a vencer a su vencedora Marine Le Pen donde no está. Y carga contra Vox amenazando a Rivera con echarlo de ALDE, donde entró gracias a Cs. Vamos, que lo está chuleando igual que Valls, y de un modo tan groseramente imperialista -si Francia tuviera hoy otro imperio que el de Monsieur Afrique- que sólo puede aceptarlo un provinciano cosmopaleto.

El cosmopaletismo centristísimo, hace suya esa superioridad moral de la que presume la izquierda para disimular el complejo de inferioridad típico de la derecha. Y pretende convencernos de que todas las bofetadas que le ha atizado el Gobierno y el partido de Macron en los últimos meses, sobre todo el último, se debe sólo a una rabieta de la candidata de Macron a presidir ALDE porque no la ha apoyado Ciudadanos. En realidad, han sido todos los partidos de esa prestigiosísima internacional en la que destacan dos grandes corruptos, Otto Von Lambsdorf y Pujol, los que se han hartado de las chulerías de Losenau. Lo que jamás aceptó ningún partido español ni se permitió ningún gobierno europeo es una injerencia extranjera como la de Macroneón elogiando ardorosamente a Sánchez y amenazando a Rivera.

La interesada alianza Macron-Sánchez

La razón, como siempre en la flatulenta diplomacia francesa, es de puro interés: el estólido Sánchez le viene bien para reforzar su posición frente a Alemania y pactar con los socialistas en Europa. Y ha aprendido a despreciar a Ciudadanos en la escuela de Manuel Valls. Lo pasmoso es que Garicano acepte capones de burócratas de cuarta y Rivera regañinas del Jefe de un Estado de segunda que se siente de primera al tratar a España con ese impenitente racismo pintoresquista que va de Carmen a Malraux. Macron elogia a Sánchez, socio del partido de la ETA, los golpistas catalanes y los comunistas de Venezuela, pero prohíbe a Ciudadanos pactar con Vox.

Siempre he pensado que la idea de que Rivera recibe órdenes de Macron y Valls, ambos masones, era una exageración de Vox. Lo que no es exageración es el silencio sumiso del partido naranja ante La République. Cs debería prescindir de la bandera española en sus actos públicos, porque, repito, ningún partido español, ni el PCE con la URSS, soportó tal chulería. Encima, como el oficinista humillado que llega a casa y pega a su mujer, Rivera, tras agachar la cabeza ante Macroneón y su corte de burócratas, se pone chulo con Vox. O sea, que obedece a Francia maltratando a un partido español. Y si forma gobierno con Sánchez será porque lo dice Macroneón, que además refuerza el discurso falsario del PSOE al proclamar que el gran problema de España, es la "extrema derecha" de Abascal. Ni el golpismo, ni la ETA, ni los separatistas y comunistas: Vox y, supongo, los partidos de Colón. Y si el "relator" de Pedralbes lo pusiera Macron, tan admirador del temple de estadista de Sánchez, ¿lo aceptaría Rivera para contrariar a Vox?

Dos chantajistas fracasados

En cualquier caso, la política de espantos fingidos y aspavientos importados le ha dado a Rivera un pésimo resultado. El gran triunfador de la jornada municipal de ayer fue el PP de Pablo Casado, que ha dejado en ridículo, espero que para siempre, al PP de Feijóo y Alfonso Alonso. Y los dos grandes perdedores fueron Ciudadanos y Vox, éste último por seguir sin ninguna necesidad el estúpido postureo del que llaman la veleta naranja, convirtiéndose en algo así como el giraldillo verde. Porque si en la última semana Villacís reclamó sucesivamente la alcaldía o, al menos, la mitad, el partido de Abascal se plantó en la última noche diciendo que no votarían a Azcón en Zaragoza ni a Almeida en Madrid. Que querían hacerse la foto con Ciudadanos, partido al que Abascal motejaba de "criado" de Macron. ¿Y para qué querían hacerse la foto con el servicio del presidente francés? ¿Para demostrar a los parroquianos catetos que habían estado en Versalles?

Ciudadanos ha hecho el ridículo durante todo el tiempo de los pactos, con escasas excepciones como la de Aguado en Madrid. Y Vox lo ha hecho en los últimos días, con una superficialidad y una frivolidad dignas de Ciudadanos. Ambos quedan como chantajistas fracasados. Si Abascal quiere hacer un partido serio, deberá revisar su política de comunicación y representación. La ocurrencia de dejar a la izquierda tomar Madrid y Zaragoza para echarla a la semana siguiente con una moción de censura apoyada por el PP y Cs tenía un problema al que no alcanzaba el riego cerebral de estos virtuosos patriotas metidos a estrategas domingueros: ¿y si, al presentar la moción Vox, se vengaban el PP y Ciudadanos no apoyándola? ¿En qué quedaba la ocurrencia? ¿Y a qué genio se le ocurrió?

El triunfo y el reto de Casado

Casado ha estado silencioso, ha recuperado a García Egea que lo ha hecho tan bien como en Andalucía y el PP ha logrado lo que no podía ni soñar. Y además del balance de lo conseguido después del desastre anterior, deja la impresión de partido serio y de fiar, frente a los aficionados de Cs y Vox.

Sin embargo, resuelto el liderazgo de la Oposición al Gobierno de Sánchez, creo que Casado debe dar un paso más y ofrecer lo que aparecería como razonable alternativa de presente y garantía de futuro: la abstención del PP en segunda vuelta para facilitar un gobierno en minoría del PSOE y el apoyo crítico, pero apoyo, a un gobierno de coalición PSOE-Ciudadanos que cerrase la puerta a los indultos, al separatismo y al derroche podemita.

Porque la presión a Rivera no debe venir de Francia sino de España. Es ridículo que justifique -y le jaleen- su centrismo entregándole a Page, como si no fuera del PSOE y no tuviera mayoría absoluta, las alcaldías de Guadalajara y Ciudad Real, donde actuarán como teloneros un par de años. ¿Regalarle todo el poder municipal al que ya lo tiene autonómico es algo centrista, moderado y liberal? Todo es ridículo, parece el braceo del que se ahoga y se aferra febrilmente a un neumático pinchado… por él mismo.

La única forma de recuperar una posición centrada y razonable es rectificar su no al PSOE pensando que así heredaría la derecha. No lo ha hecho y ya no lo hará. Pero puede demostrar que ser un partido bisagra puede resultar salvífico a la nación y la Constitución. ¿Quiere regenerar algo aún? Ofrezca al PSOE entrar en el Gobierno a cambio de Navarra, no a los indultos, independencia del Poder Judicial, limpieza de las cloacas, freno al abuso fiscal y garantía de derechos lingüísticos en toda España. Nos olvidaríamos hasta del fiasco de Valls, el hombre que también quería ser Macroneón y se quedó en muleta de Ada Colau, que apenas investida ha corrido a reponer el lazo amarillo golpista. Pero el problema era Vox, o sea, Le Pen, o sea, Francia. España, jamás.

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