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Antonio Robles

El clasista y la buscona

Susto o muerte es un falso dilema para elegir al próximo alcalde de Barcelona.

Susto o muerte es un falso dilema para elegir al próximo alcalde de Barcelona. Las dos opciones llevan a la sumisión o al enfrentamiento, Maragall por la vía rápida, Colau por la lenta. Y mientras tanto seguirán dominando las instituciones como lo han venido haciendo desde que Pujol llegó a la Generalidad. Una y otra emanan del empeño de dos clases sociales que se creen dueñas de Cataluña y que, junto a los restos del pujolismo, comparten apellidos, lengua e identidad catalanistas. Son en su conjunto los propietarios de los bienes culturales, económicos e institucionales, y detentan la hegemonía moral. Es el catalanismo.

Ante ellos, la cuestión es si debemos optar por seguir soportando un modelo político basado en la amenaza separatista y la supremacía catalanista o apostar por combatirlo de raíz. La primera garantiza la apuesta separatista a las bravas (o sea, permitir a ERC y a els comuns, con o sin el PSC, investir alcalde a Ernest Maragall); si se opta por la propuesta Valls de dar la alcaldía a Colau como mal menor mediante un Gobierno de coalición con el PSC de Jaume Collboni y el apoyo desinteresado del propio Valls, las consecuencias serán iguales o peores, pero amortiguadas por formas camufladas y maneras equidistantes.

Ada Colau ha perseguido con saña cualquier manifestación cultural de España en Barcelona. Prohibió y multó pantallas en la calle para ver a la Selección española. Intentó echar y humillar al Ejército español del Salón de la Enseñanza. Le quitó la calle al almirante Cervera, héroe de la Guerra de Cuba, por considerarlo "un facha" (en ¡1898!), para dársela "al querido amigo Pepe Rubianes" que vomitó en TV3: "Que se vayan a cagar con la puta España". Eliminó el retrato del jefe del Estado del Ayuntamiento, pero colocó un gran lazo amarillo y la leyenda "Llibertat presos polítics" en la fachada. Permite y promueve que se llene el pavimento de lazos amarillos, contaminar de amarillo todo tipo de edificios institucionales, pero en una ocasión en que aparecieron numerosas banderas españolas en el mobiliario urbano, mandó retirarlas esa misma madrugada. Dificulta manifestaciones de apoyo a la Constitución y ningunea permisos a partidos constitucionalistas, pero da cobertura a la kale borroka de la CUP, colabora con las multas a comercios por rotular en español, impone la inmersión en las escuelas municipales, permitió, ayudó y voto en el referendo del 9-N y colaboró con el 1-O. Se opuso al 155 e hizo cuanto pudo por denigrar a España. Si hemos de conocerla por sus obras, ¿qué diferencia hay entre Maragall y Colau? Una evidente: Maragall es un clasista sin careta y ella una buscona con juego a dos bandas que por sistema siempre acaba beneficiando al nacionalismo. Si la propuesta de Valls tiene sentido, es para obligarla a elegir entre los separatistas o los constitucionalistas. Haga lo que haga, perderá a uno de los dos.

Hay un tercer modelo: dejar de jugar siempre en el campo nacionalista, sacudirse de encima el complejo de inferioridad que nos han inoculado y enfrentarse a su ventajismo. Es decir, combatir de una vez por todas al separatismo, empezando por desenmascarar la atmósfera totalitaria del catalanismo que sirve de coartada soberanista a personajes como Ada Colau y a buena parte de la izquierda con síndrome catalanista. Elegir entre susto o muerte sólo demuestra nuestra dependencia de ese supremacismo clasista. Es preciso acabar con el maltrato diario, con la sumisión y la fatalidad. Ni una humillación más, ni una exclusión más, al mal se le enfrenta. Esperar una muerte cronificada como mal menor ni es solución ni evita el sufrimiento. Todo puede ir a peor, pero esta vez ni siquiera se paran ya a simular el odio. Y lo están contagiando. Porque ya no sólo odia el catalanismo, también los que lo sufren. Y para esto no hay antídoto. Cuando llega el odio, siempre es demasiado tarde.

PS: frente a esta tesis, destaco la de Lluís Rabell ("A orillas del Rubicón"), un hombre honesto y sensato de la izquierda no independentista, pero atrapado como todos en el catalanismo.

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