De fanáticos
Ochenta años después de la Guerra Civil, nuestros historiadores y cultos ideólogos están lejos de querer cerrar sus heridas.
Oyen la palabra cultura y se ponen nerviosos. Nuestros políticos siguen pensando que es un adorno de su zarrapastrosa política. Todo es brochazo gordo en el mundo cultural de nuestros partidos políticos. Ya no se llevan la mano a la cintura para desenfundar el arma, cuando alguien habla de cultura; pero miran de reojo y con malicia a quienes cultivan algunos de sus campos. No se llevan bien con la cultura los partidos políticos. Para ellos, la política jamás se supeditará a la cultura; al contrario, el político profesional solo aspira a dirigir, imponer y perpetrar todo tipo de fechorías contra los creadores culturales.
La frivolidad cultural de las ideologías progresistas compite en estulticia con la tosquedad de los ideólogos reaccionarios. ¡Para qué indignarse por las imbecilidades que dicen sus programas políticos sobre la cultura! Dominan los tópicos y los lugares comunes. Desconocen por completo los significados de tradición y universalidad que contiene la palabra Cultura. Y sobre la expresiones "cultura española", "cultura de España", "las culturas de España" y similares mejor no entrar… Todos, sí, todos los partidos políticos siguen instalados en la prehistoria de la cultura. No consiguen sacudirse el pelo de la dehesa. Yo diría que ni lo intentan. Siguen repitiendo los viejos programas de los castizos reaccionarios y de los cosmopolitas destortolados.
El fracaso de la cultura en España viene de lejos; por ejemplo, un rey enciclopedista expulsó a los jesuitas; y, medio siglo después, otro rey, otro Borbón, hizo que los afrancesados huyeran a Francia para refugiarse en Burdeos. Siempre en España fracasó la cultura. No pudieron jamás entenderse liberales y conservadores, o peor, el odio de la izquierda contra la derecha, y al revés, siguen vigentes. En España nunca triunfó la historia sino la prehistoria. Parecemos picapiedras del paleolítico inferior…
No están solo los políticos en ese afán destructor contra la cultura. Repasen las posiciones de algunos historiadores de nuestra Guerra Civil y se quedarán de una pieza. Aquí les dejo la conclusión de dos de ellos, en un libro titulado La guerra civil española, 80 años después, sobre nuestra mayor tragedia contemporánea. Lean y juzguen, por favor, si estas palabras son propias de historiadores o de picapiedras de la prehistoria:
La determinación de los sublevados por desencadenar un terror bien programado que neutralizara toda previsible resistencia no ofrece el menor atisbo de duda (…) La vesania del general Moral no suponía ninguna novedad, puesto que la hizo explícita desde el primer instante de la rebelión militar (…) Esa fue la tónica general, no exclusiva del general Mola, sino extensible al resto de mandos, jefes y oficiales sublevados, como el mismo Franco, Queipo de Llano, Yagüe, etc., que se sirvieron del terror como instrumento político al modo y manera del que se sirvieron los nazis para ocupar el poder en Alemania. No es posible establecer el más mínimo parangón con los máximos responsables políticos republicanos.
En fin, 80 años después de la Guerra Civil, nuestros historiadores y cultos ideólogos están lejos de querer cerrar sus heridas, sencillamente, porque no tienen voluntad de salir de la Prehistoria, esa edad terrible donde la Cultura se supedita a la Ideología. No habrá jamás Ilustración sin voluntad para ilustrarse.
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