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Zoé Valdés

El Rey Ghosn

Al rey Ghosn se le ha tumbado la corona de medio lado, pero sólo de medio lado, ya ustedes verán cómo dentro de poco renace.

Carlos Ghosn nació en Brasil, aunque también posee las nacionalidades francesas y libanesas. Hombre de negocios, patrón de la Renault, Nissan y Mitsubishi, ha estado hasta hace poco encarcelado en Japón, por sus supuestos negocios fraudulentos y actos importantes de corrupción.

Hombre de mirada dura, fría, perenne gesto despreciativo en su rostro, andar firme y decidido; altanero, por lo que se aprecia, ahora se enfrenta a un nuevo escándalo en Francia: su boda en el Palacio de Versailles y en el Pequeño Trianon. Un alquiler de palacio y palacete que, en apariencia, costó 50 mil euros, y que el multimillonario acusado por corrupto declara que está dispuesto a reembolsar.

Reembolsar, ha dicho. Yo es que me revuelco de la carcajada con esta gente que no tiene medida de nada. El dinero, bien, claro que él podrá reembolsarlo mil millones de veces, para eso ha recaudado la fortuna que ha recaudado, sea como sea, trabajo o robo mediante, da igual, que eso ya saben da igual. Lo que no se reembolsa jamás es el prestigio. Lo que no se reembolsa nunca es la vergüenza. Lo que no se reembolsa en la vida es el insulto provocado a quienes tienen que aguantar que un comegofio como este engendro se crea mejor que nadie, se suponga rey de algo, y le de por festejar su boda en un lugar histórico de Francia, en el lugar donde vivieron los Reyes de Francia.

A mí todos estos millonarios terminan por darme un asco que no puedo aguantar ni verlos en fotos. Aquel millonario italiano de Instagram, Gianluca Vacchi, de cuyo nombre no quisiera ni acordarme, era otro, que -menos mal que ha desaparecido por un tiempo- vivía del paripé y la superchería, del bailoteo en los lugares más improbables, haciendo alarde de su fortuna y de sus mujeres, todas unas percheros a cual más mal encabada. Hasta la televisión norteamericana se rindió a sus pies. A los pies de un energúmeno imposible de soportar más de dos segundos, hería la córnea y daba pálpito semejante espectáculo decadente.

Pues este Ghosn es peor. Porque este va de rey, de rey del dinero, de rey de la corrupción, de rey de seriedad, de poderoso. Porque además se hace el serio, y va de mejor que nadie, de ente superior, de impoluto, de archi-super-mega-ricachón que puede darse el lujo de casarse en los palacios más encumbrados de Francia, en donde los reyes hicieron vida, historia y país.

Este tiparraco, otro más de la época perdida en la que vivimos, o está loco, o es una clase de delincuente, de bicho astuto de mucho cuidado, que con toda probabilidad, cuando salga de todos estos escándalos, podría, quién sabe, postularse para un partido político, cualquiera e cualquier bando o pandilla, preferiblemente de izquierdas. Porque a la izquierda le encantan todas estas causas detrás de las cuales borbota el baro (la pela), y porque además, me la juego al canelo, y de seguro que gano, que este señor va de izquierdista, como todos estos millonarios degenerados y perdonavidas.

Al rey Ghosn se le ha tumbado la corona de medio lado, pero sólo de medio lado, ya ustedes verán cómo dentro de poco renace, como recién al salir de la prisión en Japón, y ya lo verán caminando muy pomposo escoltado de su mujer e hija, oculta la zafia mirada detrás de gafas oscuras, con una sonrisa irónica de la que destilará un hilo de flema biliosa.

Lo veremos quizá en Cuba, de aliado de dictadores. En la cumbre, otra vez en la cumbre. Esa cumbre de ellos muy suya. Como es natural en una época, como dije antes, perdida e irrecuperable en una enorme montaña de basura.

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