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Luis Herrero

Arrimarse al éxito

Ciudadanos saca al campo electoral a Inés Arrimadas antes de que Vox le arrebate la tercera plaza en los sondeos.

Rivera y Arrimadas en el acto de este sábado en Madrid. | EFE

Desde la restauración democrática del 77 nunca hemos tenido en España un gobierno de coalición. El que salga del 28 de abril lo será. Si es de izquierdas lo presidirá Pedro Sánchez. Podemos ya dicho que a cambio de su apoyo exigirá una porción de asientos en el banco azul. Hasta hace poco más de un año, cuando la batalla del sorpasso aún estaba por decidir, cabía la conjetura de que las urnas convirtieran a Iglesias en el rey del colchón de la Moncloa, pero ahora la crisis podemita ha mandado esa posibilidad al cajón de los sueños imposibles. Demos esto por seguro: si gobierna la izquierda, Sánchez lucirá la corona de laurel y Pablo Iglesias será su condotiero.

¿Pero quién presidirá el Gobierno si el tridente del centro derecha alcanza en las elecciones de abril el cabo de la mayoría absoluta? Hay algunas encuestas —pocas, la verdad— que pronostican que el partido con más votos no será necesariamente el que disponga de más escaños. Si se produjera esa situación, la lucha de legitimidades enfrascaría a los líderes de los partidos concernidos en una batalla campal de consecuencias imprevisibles. Lo más probable, sin embargo, es que sea un solo partido quien acapare en el mismo lote el premio de la doble hegemonía. Las encuestas favorecen al PP pero no dan el bacalao por vendido.

De ahí que Ciudadanos haya puesto en marcha la operación primus inter pares. No creo que sea casualidad que en la misma semana Albert Rivera haya hecho apostasía del PSOE —no solo de Pedro Sánchez—, que haya enarbolado con firmeza la bandera del castellano como lengua vehicular en todos los sistemas educativos que coexisten en España y que haya sacado al campo electoral a Inés Arrimadas, que es el mejor activo electoral que tiene en su equipo.

Hay quien dice que esta triple apuesta le pasará factura porque le aleja del centro y favorece los intereses del PSOE, que lleva tiempo tratando de cauterizar la hemorragia de votos a Ciudadanos. De hecho ya he leído muchas crónicas que dan cuenta del júbilo que provocó en Ferraz la foto del triunvirato de Colón. El departamento de efectos especiales que dirige Iván Redondo ya ha puesto en marcha una campaña que aplaude con las orejas la presunta escora de Ciudadanos a la derecha. ¿Pero hay tal?

De haberla, desde luego, no será por lo que dan a entender los últimos movimientos tácticos de Rivera. Nada hay de nuevo bajo ese sol. En Cataluña, Inés Arrimadas ganó las elecciones con el mismo discurso —anti PSC y pro defensa del castellano— que ahora pretende exportar Albert Rivera al conjunto de España. A nadie le dio entonces por pensar que las arremetidas contra la inversión lingüística y las diatribas contra Iceta, siempre meloso ante los requiebros independentistas, colocaban a Inés Animadas en posiciones extremas. La batalla del centro no se juega en ese terreno.

El daño marginal que puede provocarle a Ciudadanos la campaña de Ferraz no es comparable al que le estaba infringiendo su coqueteo con la izquierda. La idea de que votar a Rivera era casi lo mismo que hacerlo por Sánchez había comenzado a calar en buena parte del electorado. Las encuestas reflejaban —cada vez con más insistencia— curvas descendentes en la intención de voto. Incluso en algunas de ellas asomaba la oreja el peligro de que Vox pudiera arrebatarle la tercera plaza. De haber seguido con los brazos cruzados, el partido hubiera entrado en un campo de minas.

Es pronto para saber si este golpe de timón surtirá el efecto deseado. Lo que se deduce de él es que Rivera asume que su confrontación con el PSOE, al menos mientras perdure el sanchismo, ha cruzado un punto de no retorno. Sabe —o eso parece— que los hados le convocan a una convergencia obligada con los partidos de la derecha y quiere acudir a su encuentro en condiciones de imponer los términos del acuerdo. Por eso necesita quedar por encima del PP. El reto es muy difícil. Las mayoría de las alertas demoscópicas —véase la encuesta que publica este domingo el diario El Mundo— casi lo tildan de inalcanzable. A Inés Arrimadas le toca el papel de convertir en probable lo difícilmente posible. Ya veremos si da para tanto.

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