El colchón de Pedro
El verdadero colchón de Sánchez es la mentira: la usa en toda circunstancia, para cualquier cosa, con necesidad o no de ella y sin ningún pudor.
Les tengo que confesar que estoy francamente disgustado: tengo en mis manos un ejemplar de Manual de resistencia –desde aquí noto su envidia– y, pese a haber caído sobre sus páginas con avidez, descubro disgustado que Pedro Sánchez no desvela si el colchón elegido en la primera página era de muelles, de espuma o viscoelástico.
Vamos, don Pedro, el pueblo tiene derecho a estar informado, la transparencia exige que tengamos todos los datos antes de acudir a las urnas el 28-A: ¿es de esos en los que se queda la forma de cuerpo cuando llevas un rato tumbado? ¿Deja correr el airecillo para evitar los calores y la aparición de ácaros y otros focos de alergias? ¿Hay que darle la vuelta en verano y en invierno? Estamos ávidos de saber, transmítanos sus amplios conocimientos colchoneros, o colchoniles, señor presidente.
Pero, más allá de los detalles de la elección final, que el pueblo está deseoso de conocer, lo más curioso es que el colchón se cambia cada vez que hay un nuevo inquilino en la Moncloa y, de hecho, se llegó a publicar el pasado mes de junio que el que ocuparon Mariano Rajoy y su esposa había sido donado. Es decir, que Pedro Sánchez, una vez más, nos está mintiendo.
Seguro que muchos de ustedes se están preguntando si es posible que todo un presidente mienta en una cuestión tan estúpida, completamente irrelevante, absolutamente innecesaria y de la que no va a extraer ningún beneficio político. Sí, lo es, y es ahí donde el asunto toma profundidad política y, si me lo permiten, psiquiátrica.
Porque el verdadero colchón de Sánchez es la mentira: la usa en toda circunstancia, para cualquier cosa, con necesidad o no de ella y sin ningún pudor. El presidente cae siempre sobre la mullida comodidad de sus propios embustes, porque para alguien que desconoce la vergüenza y se tiene tan poco respeto que no le importa que la hemeroteca lo atrape una y otra vez, mentir es extremadamente útil: le permite decir lo que le conviene en cada momento, le pone a tiro dialéctico al rival más pintado.
Gracias a su uso absolutamente novedoso de la mentira, en un mundo sin memoria Pedro Sánchez sería el candidato perfecto; en el nuestro, donde cada vez hay más gente capaz de recordar y de hacernos recordar a los demás –gracias a las redes sociales y a otras herramientas de comunicación, la hemeroteca ya no es sólo patrimonio de los periodistas–, sólo es un personaje cada día más grotesco y que antes o después se caerá con todo el equipo… y no tendrá colchón que amortigüe el trastazo.
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