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EDITORIAL

¡Viva Venezuela libre!

Los que callaron ante todas las tropelías y los atropellos a la legalidad del narcorégimen chavista claman ahora contra un supuesto "golpe de estado".

Bandera de Venezuela

Todo parece indicar que la tiranía bolivariana que lleva justo dos décadas sojuzgando y arruinando a los venezolanos está entrando en sus últimos días. Juan Guaidó se ha proclamado este miércoles presidente de Venezuela y lo ha hecho, además, siguiendo estrictamente los mecanismos constitucionales.

Es, por supuesto, una gran noticia, aunque la ilusión porque una nación hermana como Venezuela esté en camino de recuperar por fin su libertad se vea en este momento empañada por la preocupación, pues es imposible obviar que este camino no va a ser fácil y probablemente el final del régimen exija un terrible sacrificio de vidas inocentes: es lo esperable de la narcotiranía bolivariana que ya ha demostrado de sobra que no tiene ningún problema en sostenerse sobre el hambre y la muerte de su propio pueblo.

Será una nueva constatación de la villanía de un socialismo que, por muy adaptado al siglo XXI que quisiese presentarlo el maldito Hugo Chávez -sin duda uno de los personajes más despreciables de las últimas décadas- no es sino lo que ha sido el socialismo real desde que lo pusiera en práctica Lenin hace ya más de cien años: miseria, explotación, violencia y terror.

En estas horas complicadas hay que elogiar la rápida respuesta que ha tenido Donald Trump a la hora de reconocer al nuevo presidente, una decisión que ha sido seguida rápidamente por buena parte de los países del área, que están dejando a Maduro y su narcorégimen donde debían estar desde hace mucho: en el ostracismo internacional.

En el plano doméstico, también hay que felicitarse por la reacción fulminante de Pablo Casado, Albert Rivera y Santiago Abascal, que han cumplido con lo que cabe esperar de cualquier dirigente político que crea mínimamente en la democracia, y se han puesto del lado de la libertad y del pueblo venezolano, exigiendo que la reacción del Gobierno sea la misma.

Sin embargo, dando muestra una vez más de su incapacidad y de su bajísima estatura moral, Pedro Sánchez y su ministro de Exteriores, el sobrevaloradísimo Borrell, han preferido colocarse de perfil y escudarse en la Unión Europea en una actitud lamentable, pues lo que debería hacer España es justamente lo contrario: liderar la respuesta comunitaria a favor de la democracia y la libertad.

Realmente es impresionante cómo, en lo que será sin duda una presidencia muy corta, Sánchez no se va a dejar ningún error por cometer ni ninguna indignidad por perpetrar. Más antes que después lo pagará muy caro en las urnas.

Igualmente repugnante, si no más, aunque también esperable, está siendo la reacción de las sucursales del bolivarianismo en nuestro país. Los que han callado ante todas las tropelías, los asesinatos, los presos políticos, los amaños electorales y los múltiples atropellos a su propia legalidad que ha cometido el narcorégimen primero de Chávez y después de Maduro claman ahora contra un supuesto "golpe de estado" que es en realidad una nación tratando de volver a la democracia.

Si bien a estas alturas no es posible sorprenderse por el modo en el que odian la libertad y desprecian a los venezolanos, resulta insoportable la obscenidad con la que se manejan los que, afortunadamente sin éxito, han tratado de importar a nuestro país el modelo que tanta miseria y tanta sangre ha llevado a Venezuela y que ahora, por fin, parece encarar su final. Un final ante el que es comprensible que estén nerviosos, porque sin el control del régimen puede estar muy cerca el día en el que todos sepamos al detalle las indignidades cometidas a costa del hambre del pueblo venezolano.

Ellos no, pero nosotros hoy sí que podemos gritar y gritamos: ¡Viva Venezuela libre!

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