La moción de Companys
Traición es la palabra que define, sin exageraciones, lo sucedido. La han usado los tres partidos que podrían echar al PSOE de Andalucía.
Resulta sobrecogedor que la Rendición de Pedralbes, que es la Traición de la Llotja, tenga como personaje a Lluis Companys, desagraviado este viernes por el Gobierno de Pedro Sánchez, que ya les ha cogido el gusto a los golpistas catalanes de ayer y de hoy.
El golpista sanguinario de 1934, idolatrado por la ERC, resume a la perfección lo sucedido 84 años después. Da miedo observar las innumerables similitudes, incluida la parálisis de esas "derechas", aunque la CEDA que ganó en el 1933 tenga poco que ver con los partidos de hoy. El caso es que la República bien valía un golpe si, por la vía de las urnas y con mujeres votando, salía vencedora la derecha. La II República tenía que ser de izquierdas o no ser, y si la derecha ganaba unas elecciones se acabó la legalidad. Como diría aquel, "alerta antifascista".
Parece como si ese PSOE que perpetró con la ERC el golpe de 1934 contra la legalidad de la República quisiera rehabilitar a su compinche de la Generalidad –ayer Companys, hoy el prusés de tantos– para marchar juntos al Valle y anunciarle revancha a Franco, general entonces al servicio de la misma República. Para compensar, o más bien como burla final, en el mismo Consejo de Ministros de la Llotja de Barcelona se ha decidido que el aeropuerto de El Prat se llame Josep Tarradellas y que así el puente aéreo que tanto se usaba antes del AVE vaya de Adolfo Suárez a Tarradellas y viceversa. Pero con Companys redivivo.
Recomiendo a los muchos lectores de Memoria del Comunismo de Federico Jiménez Losantos, y a los que aún no lo han leído, acudir de urgencia –o releer si ya lo han sobrepasado– a las páginas 444 y siguientes. Ahí se pueden consultar las muchas usurpaciones de poderes del Estado central en Cataluña que perpetró Companys y que, además, sirvieron para afianzar su régimen de terror personal.
El de ahora es un golpe a doble vuelta. La primera la ideó José Luis Rodríguez Zapatero desde el gobierno central en el año 2004 apoyándose en una comunidad autónoma. Incluyó pactos con Carod Rovira y con ETA para que el terrorismo no matara en Cataluña. La segunda, fruto de esa semilla, surge de una comunidad autónoma apoyándose en el poder central. En ambas, la víctima es la libertad. Otro perverso puente aéreo contra España por mucho que bauticen aeropuertos.
Así que van al menos tres: 1934, 2004 y 2018. Y en el de 1981, el de Tejero, el PSOE no salía mal parado con una vicepresidencia de asuntos políticos fraguada quizá en aquellas comidas del general Armada y el socialista Enrique Múgica en Lérida. Verso a verso.
Traición es la palabra que define, sin exageraciones, lo sucedido. La han usado, de una u otra forma, los tres partidos que podrían echar al PSOE de Andalucía –sucederá en el resto de España– si el PP y, sobre todo, Ciudadanos quisieran mirar más allá de sus zapatos contando los 400.000 votos de VOX. Traición, como afirma con rotunda sencillez el editorial de Libertad Digital, es lo que ya puede llevarse Pedro Sánchez como ópera prima aunque, hasta en esto, haya mucho de plagio.
Un gobierno salido de una moción de censura es provisional y debería tener limitación de funciones. Pero llegar a la traición estando en funciones, sin siquiera votos, es la peor afrenta que pueda cometerse. Acaba de golpe con la legitimidad que pudiera conservar. No es Torra, ni Puigdemont, ni Junqueras, sino Sánchez el que más empieza a parecerse a Companys.
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