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Santiago Navajas

Ha sido VOX

Da miedo pensar que, con tal de no pactar con VOX, contra el que Manuel Valls planteó hacer un cordón sanitario, en Cs estén planeando hacer presidente a Marín con el apoyo del PSOE e incluso de Podemos.

Simpatizantes de VOX | EFE

Hace solo tres años en las elecciones andaluzas VOX consiguió menos votos que Pacma, partido animalista. Ahora ha sacado casi 400.000 votos y 12 diputados. ¿Cómo ha sido posible?

Roy Batty (el androide de Blade Runner interpretado por Rutger Hauer) relataba cosas que no creerían los que no las hubiesen visto: de naves de ataque en llamas más allá de Orión a rayos-C brillando en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhäuser. Todavía más inverosímil ha sido el resultado de ayer en Andalucía. Parecía tan imposible que el PSOE perdiese el poder que en Canal Sur los presentadores y tertulianos tenían un rostro que combinaba el estupor con la indignación y el miedo. Estupor porque la victoria suficiente de los socialistas para seguir en el poder se daba por descontada. Indignación por el ascenso de la extrema derecha, aunque por la extrema izquierda de Podemos han mostrado gran simpatía todos estos años. Miedo porque todo el entramado de nepotismo de las empresas públicas e instituciones de la Junta está a punto de hundirse, empezando por Canal Sur. Ninguna encuesta predecía la hecatombe para los de Susana Díaz, a los que situaban por encima de los cuarenta diputados. Parecía que podrían seguir gobernando Andalucía como si fuera su cortijo, apoyados por Ciudadanos, como hasta ahora, o por la extrema izquierda podemita.

Pero un factor novedoso lo ha distorsionado todo. En París arden las calles debido a una revuelta salvaje; en Buenos Aires no se puede celebrar un partido de fútbol por la violencia de los ultras; en Londres dicen bye a la UE; y en Barcelona gobiernan los mismos golpistas que apoyan a Pedro Sánchez en Madrid. Son hebras ardientes de un mismo cesto que se quema. Todo ello combinado muestra un síntoma de debilidad de las democracias constitucionales que se despeñan por el precipicio de la anarquía y la anomia, mientras se consolidan imperios antiliberales como China y Rusia. Una debilidad de la que son responsables las élites de todos los partidos, parapetadas tras los muros de sus urbanizaciones de lujo, desde las que no se escuchan las reclamaciones de los ciudadanos, que ven cómo se pisotean sus símbolos constitucionales, se ataca a los jueces, se menoscaba el Estado de bienestar, se distorsionan las autonomías para hacerlas ineficaces e injustas, se debilita la seguridad pública y Europa se construye desde el tejado de los políticos instalados en una nube burocrática, en lugar de desde los cimientos del poder del pueblo.

Los andaluces, azotados por la corrupción, la pobreza, el paro, el adoctrinamiento y una inmigración desatada, parecían resignados a su suerte y una inercia que ni Sísifo. Pero, como en el resto del mundo, se ha producido una respuesta a favor de la reconquista del poder ciudadano contra los postulados políticos del pensamiento único, que se han convertido en dogmas, y aquellos que se atreven a discutirlos son satanizados y tildados de "negacionistas" y de "fascistas". Desde una perspectiva liberal, este populismo de derechas se caracteriza por plantear problemas relevantes, que el resto de opciones políticas ocultan, aunque con soluciones profundamente equivocadas. Pero su mensaje es fuerte, contundente, sencillo y alejado de la sofistería habitual en las propuestas de los partidos políticos tradicionales, abonados a una lengua de trapo para todos y todas. No hace falta ser un genio político para darse cuenta de que es un trilero sin escrúpulos alguien cuya mayor hazaña es desenterrar a un dictador muerto mientras detenta el poder gracias a los votos de golpistas vivos.

Estarían muy equivocados tanto el PP como Ciudadanos si creen que la caída significativa del PSOE es por ellos. Si no hubiera sido por la emergencia de VOX, las cosas seguirían más o menos igual en el cortijo socialfolclórico andaluz. El auténtico vencedor de las elecciones andaluzas ha sido paradójicamente el partido que menos escaños tiene en el Parlamento, pero que ha ocasionado un terremoto porque plantea un cambio de paradigma basado en tres ejes ideológicos: nacionalismo económico, lo que llevaría a la salida de la UE y al reforzamiento frente a la inmigración; aumento de la seguridad pública, lo que llevaría a reforzar medidas como la cadena perpetua o a prohibir partidos políticos que son un peligro para el país; y desmantelar el Estado administrativo burocrático, lo que pasa por deconstruir el Estado de las Autonomías y cerrar televisiones como Canal Sur y TVE o instituciones como el CIS.

Decía Keynes que "los hombres prácticos, que se creen exentos de cualquier influencia intelectual, son usualmente esclavos de algún economista difunto". En este caso, son dos hombres mitad economistas, mitad pensadores, los que están librando una batalla intelectual por el alma de las democracias occidentales. Por un lado, George Soros, el campeón de la globalización y el cosmopolitismo. Por el otro, Steve Bannon, el héroe del nacionalismo y el proteccionismo. En Andalucía acabamos de presenciar cómo ha aterrizado en nuestro país el segundo. George Soros se reunió con Pedro Sánchez nada más llegar el socialista al poder. Nada se sabe de lo que hablaron. El caso es que tanto PP como Ciudadanos han sido incapaces de ganar y ahora han empezado a dar muestras de la miopía política que les ha caracterizado hasta ahora. Juan Marín, que es solo tercero tras Susana Díaz y Moreno Bonilla, ha puesto su ego personal por delante de las necesidades del cambio de gobierno y ha anunciado su candidatura a la presidencia, obviando que el candidato lógico es el líder del PP, que le ha ganado en votos y escaños. Da miedo pensar que, con tal de no pactar con VOX, contra el que Manuel Valls planteó hacer un cordón sanitario, en Ciudadanos estén planeando hacer presidente a Marín con el apoyo del PSOE e incluso de Podemos. Pero no hay que descartar que Roy Batty siga viendo cosas asombrosas en ese más allá político que es Andalucía. Ni que Santiago Abascal se reúna próximamente con Steve Bannon; aunque, a diferencia de Sánchez y Soros, se hará con luz y taquígrafos.

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