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José García Domínguez

Nariz a un puño pegada

La última hora, me dicen, es que los Mossos todavía no han detenido a la mujer. Aunque todo se andará.

El sábado supe en primera instancia del ataque de un energúmeno contra la ciudadana cuya familia retiraba de la vía pública residuos plásticos allí depositados por los separatistas gracias a la edición digital del diario El Mundo. "Un hombre lesiona la nariz a una mujer…". Así, con aséptica distancia brechtiana, el redactor de la noticia acusaba recibo de lo sucedido en la ciudad de Barcelona, en concreto cerca de la puerta principal de acceso a la Ciudadela, el mismo lugar donde el pasado octubre la Generalidad instaló una pantalla gigante de televisión para retransmitir en directo a los fieles el golpe de Estado que se estaba consumando en el interior del edificio del Parlament. Lo sustantivo del incidente, pues, sería que, según rezaba lacónico el titular, la nariz de una mujer se acababa de estampar no se sabe bien contra qué, ya que la palabra puño había sido obviada del enunciado acaso por sus desagradables connotaciones intolerantes y machistas, a resultas de lo cual le habría surgido una lesión nasal a la señora en cuestión. Innegable creatividad, la del enunciado, que se enriquecía aún más tras dotar el texto de una novedosa dimensión transitiva al verbo lesionar. De ahí que no fuera la mujer quien se lesionase la nariz, sino que se la lesionara, siempre ignorándose el cómo, un tercero que pasaba por allí.

Aún no había acabado yo de comprender si era la nariz la que le había pegado al otro transeúnte con intención de lesionarlo o si sucedió al revés cuando un urgente de TV3 se hacía eco del mismo asunto en los siguientes términos: "Incidente con una mujer herida cuando retiraba lazos amarillos en Barcelona". Nada de agresiones, ataques, violencias ultras, narices rotas, nacionalistas tarados lanzándose como bestias contra una madre de familia ante sus tres hijos. No, no, solo un incidente con una mujer herida, punto. Todo muy claro: la mujer iba por una calle, se produjo un incidente y, como consecuencia, resultó herida. Para qué andar con más explicaciones. Por su parte, el redactor de La Vanguardia, y relatando la misma cuestión, lograría consumar el prodigio no menor de sostener en un único y mismo párrafo que la agresión fue "supuesta" pero que, supuesta y todo, "no fue una agresión por motivos políticos". O sea, que fue supuesta, pero que, de no ser supuesta sino real, carecería de motivos políticos. ¿Y cómo sabe La Vanguardia que la supuesta agresión no fue una agresión supuesta por motivos políticos? Muy fácil. Porque el tipo que propinó el puñetazo a la señora, que es la fuente autorizada en cuyo testimonio basa la información el periódico, declaró que no le pegó el puñetazo porque la familia arrancase los lazos amarillos, sino que se lo pegó porque, después de arrancarlos, los dejaba depositados en el suelo en lugar de arrojarlos a una papelera.

Por lo demás, "extranjera de mierda, vete a tu país", la frase que pronunció la fuente de La Vanguardia antes de partirle el tabique nasal a su víctima, nada tendría que ver con un eventual móvil xenófobo por su parte. En ningún caso estaríamos, pues, ante un separatista violento, racista y asilvestrado sino frente un obseso de la limpieza vial en grado superlativo. Aclarado ya ese extremo por el rotativo del Grande de España, elnacional.cat, hipersubvencionado chiringuito digital dirigido por Pepe Antich, corría ya a denunciar a toda plana: "Ciudadanos no rectifica pese a desmentirse [sic] el móvil político de la agresión". Eso sí, en el cuerpo de la información no se terminaba de dejar claro por ningún lado qué es exactamente lo que Ciudadanos tendría que rectificar. VilaWeb, otra gacetilla electrónica de referencia en el universo comarcal catalanista, no se andaba con tantas sutilezas retóricas como Antich al clamar también a toda plana: "La operación mediática de Ciudadanos contra los Mossos condiciona al Gobierno español". Mucho más ponderado y formal, el corresponsal doméstico de El País desenterraba por su parte la célebre doctrina que siempre hizo suya Franco –"Haga como yo, no se meta nunca en política"– para explicar a sus lectores que la causa de que ahora haya incidentes con los lazos es que Inés Arrimadas ha instado a los constitucionalistas a que los retiren del espacio público. Si no los retirasen, concluye de modo implícito El País, no pasaría nada. Claro que no. Y la República Popular China es el ejemplo, podría haber añadido. En fin, la última hora, me dicen, es que los Mossos todavía no han detenido a la mujer. Aunque todo se andará.

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