Cinco razones por las que la consulta sobre el chaletazo de Iglesias y Montero es un error letal para Podemos
En un momento en el que gestionar una crisis política es mucho más difícil que hace años, la dirección de Podemos puede haber cometido un error fatal.
Pablo Iglesias e Irene Montero han tratado de salir del hoyo -o el chalet- en el que ellos mismos se han metido con una apelación a las bases y una consulta en la que "los inscritos y las inscritas" deben refrendar -o no- la compra de su espectacular vivienda en una urbanización de clase alta.
¿Es una forma eficaz de sortear la crisis o, por el contrario, es una operación que sólo puede prolongar los problemas del partido y convertir un episodio circunstancial en algo que marque un antes y un después en la historia de Podemos? Por el momento, parece más lo segundo que lo primero, al menos atendiendo a varias razones que vamos a tratar de resumir en este artículo.
Porque supondrá la bendición del poder absoluto
Iglesias y Montero han pedido a las bases de su partido que certifiquen que su dominio del partido es absoluto, ante una conducta ciertamente privada pero evidentemente contradictoria con el discurso que ellos mismos han venido manteniendo y, sobre todo, que les ha permitido crear el tercer partido nacional y convertirse en una pieza esencial de la política española.
Han pedido un cheque en blanco a un partido que recordémoslo, era el de "la gente", las asambleas y los círculos, con lo que su propia incoherencia personal se traslada a toda la organización: los políticos que presumían de vivir como el pueblo llano se mudan al Madrid más pequeño burgués y el partido que se construía de abajo a arriba se limitará a certificar el nuevo estilo de vida de sus líderes, eliminando para el futuro cualquier atisbo de crítica interna porque "las bases" han entregado esa licencia absoluta a la pareja.
El órdago se lanza, además, en un momento en el que coloca a todo el partido en una situación muy delicada: calculen el efecto que podría tener la salida de una de sus principales representantes y del que ha sido incluso su rostro en las papeletas cuando la política española atraviesa retos como el desafío nacionalista y a menos de un año de unas elecciones municipales, autonómicas y europeas que serán tan fundamentales para Podemos como para todas las demás formaciones políticas.
Porque evidencia un orden de prioridades
Llamativamente, lo que en ningún momento ha estado sobre la mesa ha sido una hipotética marcha atrás en la operación inmobiliaria de Iglesias y Montero. Está claro que no sería una decisión fácil de tomar ni de poner en práctica, pero da la sensación de que ni siquiera se le ha pasado por la cabeza a los futuros padres.
Es decir, Pablo Iglesias e Irene Montero dejan claro ante sus bases, sus votantes y los del resto de partidos que, si su incoherencia les obliga a ello, renunciarán a representarles, pero en ningún caso a su nuevo estilo de vida burgués.
Es difícil encontrar un mensaje más demoledor para los que han llegado la política -y han medrado no poco en ella- como azotes de la burguesía.
Porque no cierra el debate, sino que lo alarga
El error político de Iglesias y Montero ha sido de bulto y esto se reconoce ya abiertamente incluso dentro de Podemos. Como en cualquier crisis de opinión pública no es fácil construir un argumentario que permita cerrar el conflicto y detener la sangría de votos que probablemente está suponiendo al partido morado, pero en este sentido la convocatoria de una consulta es, probablemente, la peor decisión.
En primer lugar, porque el proceso se alarga en el tiempo: mientras la militancia continúe votando y hasta bastante después de que se conozca el resultado definitivo este va a ser uno de los principales temas de la actualidad si no el principal.
De hecho, este mismo lunes los argumentos a favor y en contra están ya en todas las televisiones y la prensa: prácticamente no se habla de otra cosa y, según el calendario marcado por la propia dirección de Podemos esto se alargará al menos hasta mediados de la semana que viene.
Porque han pasado de un problema de pareja a uno de partido
El escándalo del chalé y la consulta a las bases ponen de relevancia lo que muchos habíamos criticado como una situación inconcebible dentro de un partido: la relación íntima entre sus dos principales responsables. A este respecto, además, conviene no olvidar que Irene Montero fue nombrada portavoz parlamentaria de Podemos cuando ya era la novia de Pablo Iglesias.
La decisión, que también fue ratificada por las bases, fue inapropiada para muchos por las evidentes sospechas que la elección despertaba, y además se revela ahora como letal para un partido al que un asunto privado de una pareja no sólo podría dejarlo sin su número uno sino también sin su número dos.
Y por supuesto la doble pregunta pone encima de la mesa este hecho y lo hace más visible que cualquier cosa que haya ocurrido hasta ahora o cualquier noticia publicada: Podemos está en manos de una pareja que caerá o se mantendrá unida, al menos por ahora.
Por último, la línea de defensa mas eficaz de Iglesias y Montero era que estamos ante una cuestión privada que en nada afecta a sus responsabilidades políticas. Lo cierto es que criticar algo "privado" es mucho más difícil que hacerlo sobre una decisión política y, de hecho, muchos han respaldado la compra, pero han asegurado al mismo tiempo que la convocatoria es una decisión "inoportuna" o "innecesaria". La conclusión es que convertir tu vida en un problema de partido como han hecho Ios propietarios del chalé en Galapagar es un torpedo bajo su propia línea de flotación.
Porque se evidenciará la ruptura en el partido
Por último, probablemente lo peor para Podemos es que mientras la consulta va a reforzar y hacer patente el hiperliderazgo de Iglesias y la estructura piramidal del partido de los círculos, al mismo tiempo evidenciará que la formación está profundamente dividida.
Este lunes algunos representantes públicos de Podemos, por ejemplo, la portavoz en la Asamblea de Madrid, Lorena Ruiz Huerta, han asegurado que no van a participar en la consulta. Evidentemente, es una postura mucho más cómoda que pedir un no contra sus propios compañeros de partido, pero el resultado puede ser igualmente demoledor: ¿Cómo queda el liderazgo de Iglesias si la participación se queda, por ejemplo, en un 10%?
Lo cierto es que atendiendo a las experiencias pasadas no cabría esperar mucho más: en una de las últimas convocatorias extraordinarias a sus bases y con todos los líderes del partido tirando del carro los de Podemos no lograron que siquiera un quinto de sus inscritos participase; este mismo año y a cuenta de las marcas electorales solo acudió a las urnas electrónicas un 16%, y en algunos procesos se ha cosechado un ridículo 4% de participación.
Ahora con mensajes mixtos en lugar del habitual llamamiento a participar no es descabellado pensar que Iglesias ganará la consulta, pero podría encontrarse con que es ferozmente apoyado… por una fracción mínima de los suyos.
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