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Francisco Pérez Abellán

El chulángano

Albert es un tipo atractivo con pose de chulito de semáforo que acumula denuncias de al menos 17 víctimas: primero las seduce y luego las despluma.

El supuesto estafador, Albert Cavallé, en una fotografía en Instagram. | Instagram

Albert, de 36 años, supuesto "gigoló" y estafador sentimental ha caído en manos de la policía gracias a una "información anónima" tras operar desde 2013 en Barcelona, Bayona y Pamplona. Es un presunto saqueador de mujeres que primero las seduce y luego las despluma. Es un clásico moderno. Utiliza las redes sociales, los smartphones y cuantas técnicas están hoy en su mano obteniendo grandes réditos de sus crapulosas acciones. Aunque sigue haciendo lo de siempre: aprovecharse de las personas especialmente vulnerables para arruinarlas. Albert es un tipo atractivo, que pretende ser refinado, aunque le delata esa pose de chulito de semáforo que se gasta. Acumula denuncias de al menos diecisiete víctimas.

Antes de seguir conviene un consejo para posibles candidatas a damnificadas de sus principios machistas y desconsiderados: cuando pase de hablar de amor a pedir dinero, hay que dejarlo plantado. El amor es incompatible con el préstamo.

En el momento de ser detenido en plena vía pública, tenía sobre su cabeza varias órdenes de busca y captura de los juzgados que lo persiguen por "presunto hurto, estafa, apropiación indebida y coacciones". Delitos que vienen en ocasiones de cinco años atrás. Desde su detención ha comparecido en dos juzgados que le reclaman y pese a no presentarse voluntariamente y a todos los demás condicionantes, ha sido puesto en libertad con cargos. Pocas veces he visto a un presunto delincuente con más posibilidades de reiteración delictiva siendo una verdadera amenaza para la sociedad. Y sin embargo los jueces lo ponen en la calle.

Mucho antes de que la policía le echara el guante los periodistas iban tras sus hazañas, mostrando fotos, videos, grabaciones de gran descaro con las que este individuo ha regado la red. Aunque se habla mucho de sus delitos, el peso de la acusación es tan pequeño que él mismo se jacta de la ineficacia social y policial: "Me la suda. Ayer hablaron de mí en la tele… pero tú escuchas algo en la tele y al día siguiente… ¡no te acuerdas, nena! Yo sigo andando tranquilo por la calle, voy a mis hoteles, sigo siendo papá, nena, sigo siendo papá…"

"Papá Albert" perseguido por las cámaras y los micrófonos seguía buscando relaciones con mujeres a las que en seguida les pedía dinero, o incluso, denuncian, les robaba objetos de valor o se hacía con sus tarjetas de crédito, nóminas o número de cuenta… A día de hoy la policía no ha logrado establecer el volumen total del presunto botín, pese a las supuestas conexiones entre órganos judiciales y policiales. Gran parte de la actividad de "papá" entra dentro de la jurisdicción de la policía autonómica: mozos de escuadra.

Así que Albert cabalga de nuevo, nena. Con su torso desnudo y su pantalón de pitillo en Internet, sus andares bamboleantes, sus hoteles de lujo, gastando el dinero supuestamente conseguido en cultivar la tableta pintada de los trescientos y marcando paquete de chulito de esquina. El es eficaz en sus acciones delictivas, mucho más que la inexistente prevención social. Y a juzgar por su historial judicial, es un réprobo al que los jueces reclaman sin que en un lustro le hayan visto el pelo. Hace tiempo que estaba identificado, que su imagen salía por la tele, nena, que al día siguiente ni te acuerdas, en esa levedad social del "info-show" en el que vivimos envueltos. Hay incluso una agrupación de víctimas que le siguen los pasos porque están directamente interesadas en que les devuelva lo robado y pague por ello. Los periódicos hablan de conducta escandalosa, los políticos discursean pero él sigue yendo a sus hoteles, nena.

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