Una huelga contra las mujeres
De lo que se trata no es de liberar a las mujeres de una opresión que no padecen en España, sino de imponer un sistema político liberticida.
Hace sólo unas décadas, no tantas, una mujer española no podía abrir una cuenta corriente sin el permiso de su padre o su marido, la violencia doméstica era aceptada con relativa normalidad y la presencia femenina en el mercado laboral o en el ámbito académico no era anecdótica, pero sí solía estar limitada a espacios o profesiones muy concretos y, por supuesto, infinitamente más reducidos que los actuales.
Probablemente en ningún país del mundo se ha dado un cambio social tan rápido y profundo como el que se ha vivido en España en el último medio siglo en muchos ámbitos, y, desde luego, en lo relacionado con la situación legal, económica y social de la mujer.
Porque es posible que haya problemas que deban ser atendidos o sobre los que sea bueno llamar la atención, pero hoy en día las mujeres disfrutan en nuestro país de un grado de libertad y de seguridad entre los más altos del mundo. Afortunadamente, añado, creo sinceramente que es algo de lo que debemos sentirnos orgullosos.
Sin embargo, este jueves está convocada una huelga sólo para mujeres, se supone que destinada a denunciar una situación que, leyendo el manifiesto de las convocantes, es más que dramática, infernal, inhumana. Y eso es una grosera mentira.
Además, en el corazón de la convocatoria de huelga hay algo aún peor que esa falsedad: la falacia de relacionar la supuesta situación desesperada de las mujeres con el capitalismo y el cristianismo, que, precisamente, son las bases del sistema que proporciona los estándares de bienestar, seguridad y libertad de los que disfrutamos –también las mujeres– en Occidente. Porque allí donde el capitalismo no ha llegado a imponerse, allí donde el cristianismo no ha sido la religión sobre la que se han fundado las bases morales de la sociedad, la mujer sí vive un infierno: en África, en países musulmanes como Arabia Saudí o Irán, en la India, en China…
Pero de eso no dicen nada nuestras feministas huelguistas, ni de los doce millones de niñas que son obligadas a casarse cada año, ni de las decenas de jóvenes de Irán encarceladas por quitarse el pañuelo…
Y no lo dicen porque, aunque puede haber quien se sume con la mejor de las voluntades y un desconocimiento que han promocionado cuidadosamente los medios de comunicación, el asunto central de todo esto no es la mujer, sino la política; de lo que se trata no es de liberar a las mujeres de una opresión que no padecen en España, sino de imponer un sistema político, de dividir la sociedad en bloques irreconciliables y, en el tema concreto que nos ocupa, de crear mujeres-víctima, seres necesitados de una protección especial para trabajar, para relacionarse con el resto de la población, para decidir qué quieren ser en cada época de su vida.
Yo no conozco mujeres así y la verdad es que no deseo verme rodeado de ellas; yo quiero vivir con mujeres libres capaces de tomar decisiones y asumir sus consecuencias, es decir, justo lo contrario de lo que se busca con este mitin comunista contra la mujer disfrazado de huelga.
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