Pena, penita, pena del alto Albiol
Albiol, Xavier García, no sé si se ha enterado de que, de no ser por la tradición conservadora nacional, la Cataluña del separatismo no existiría.
Lo digo con sinceridad y sin mezcla de ironía alguna. Me da pena este hombre. No lo conozco de nada, pero sí que he seguido su trayectoria política en Cataluña. De fusión catalano-almeriense, le está tocando bailar con la más fea desde hace muchos años. Todo comenzó con la derecha tradicional que siempre ha considerado que sus hermanos de sangre en Cataluña eran, en realidad, los comerciantes e industriales nacionalistas. De hecho, fueron los Gobiernos conservadores españoles durante el siglo XIX los que apuntalaron la emergencia del nacional-racismo catalán haciendo creer a la España que pagaba el invento que el milagro del desarrollo catalán era cuestión de genética, o de cráneos, o de algo así.
Parafraseando a uno de los responsables, andaluz por cierto e inspirador del desaguisado proteccionista, hemos sido españoles los que no pudimos ser catalanes ni vascos. Por ello, las aristocracias vascas, las de sangre, las del carbón, el hierro y las de la tela marinera, y los mercadores catalanes arancelados con pasión por el propio Cánovas influyen hoy tanto en la política nacional, siendo como son una minoría. Ni siquiera Franco se atrevió con esta joroba nacional más que en las formalidades, que no en la pela.
Pero, claro, Albiol, Xavier García, no sé si se ha enterado de que, de no ser por la tradición conservadora nacional, la Cataluña del separatismo no existiría. Cierto que se la protegió – proteger para vivir, decía nuestro político malagueño que la fraguó–, creyendo que de ese modo se protegía a toda España, pero nunca fue así. Ni la II República, que fue mucho más dura con el engendro separatista que la Constitución de 1978, ni tampoco Felipe González ni José María Aznar se atrevieron con el pequeño neroncito sobrevenido que retrató con verdad y mala leche Albert Boadella. Se la siguió protegiendo no ya por intereses nacionales sino por intereses de partido. O se protegía a la Cataluña nacionalista o no se podía gobernar. Tanto se alimentó a aquella casta, que esa sí que lo es, Iglesias, que al final el monstruo volvió a venir a vernos de nuevo como lo hizo en 1934.
O sea, Xavi, que me da usted pena porque está metido en un buen lío. Por una parte, ha enarbolado un discurso digno, de catalán que se siente español, seguidor en buena medida del sacrificado Alejo Vidal Cuadras, pero por otro está de cabeza de turco en un partido que sigue pensando, contra toda sociología respetuosa con los hechos, que la media-alta burguesía catalana es, en realidad, su aliada y que, al final, se impondrá la realidad de las cuentas y los números. Por eso, y por la desidia de su presidente, que ha tardado una eternidad en hacer lo que no quería hacer y debía ser hecho, el PP está precipitándose en el vacío electoral.
Es que el cuento ha cambiado y ahora se trata de representar a esa sobreviviente nación española clase media baja presente en Cataluña que salió a la calle en defensa propia, la misma que le llevó a la alcaldía de Badalona. ¿Recuerda? Ni el saltimbanqui Iceta ni su Partido Popular quieren que esa voluntad política emergida ejerza. Por eso, hay una jerezana de Salamanca que decidió ser catalana y que lo tiene más que claro, que les va a mojar la oreja. Sobre todo a usted, que me da pena, penita, pena porque me cae bien con esa cara creciente de mártir.
Lo más popular
-
Vídeo: La impresionante operación del ejército israelí para destruir una fábrica de misiles en Siria -
La letra pequeña de la revalorización de las pensiones: así sacará tajada Hacienda con los jubilados -
El Gobierno asesta otra puñalada a los propietarios de vivienda en alquiler -
El independentismo prepara un plan para convertir al separatismo a dos millones de personas -
Vídeo: Las prioridades del DOGE de Elon Musk para reducir el gasto del Gobierno de Estados Unidos
Ver los comentarios Ocultar los comentarios