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Federico Jiménez Losantos

La reconciliación nacional llega al asilo del PSOE

La izquierda, según Guerra, habría cometido el "error histórico", de haber "regalado la bandera, el concepto de España y casi la Constitución" a la derecha.

Pedro Sánchez y Miquel Iceta | EFE

Una de las ventajas del político jubilado es que pasea más, se asoma a cualquier obra a ver cómo se fraguan los cimientos, conversa con otros en su misma situación y hasta, tras bajar del coche oficial y descender de esa moqueta que se confundía con la suela de sus zapatos, puede levantar la vista y ver en los balcones de cualquier barrio español desperdigadas aquí y allá, abundantes y empecinadas, muchísimas banderas españolas.

Este entrañable fenómeno se ha producido en el otrora vitriólico magín de Alfonso Guerra, vicetodo del Gobierno con Felipe González y dueño del aparato del PSOE durante veinte años largos. También ha sido diputado innumerables veces y aunque a la hora de la verdad, como ahora pasa en Podemos con Iglesias, nunca se atrevió a disputarle la manada al macho alfa, 'Tigrekán II', se le reconoce inteligencia o, al menos, astucia, mercancía valiosísima en un PSOE despoblado de cerebros y que afronta la crisis más grave de España desde hace siglos sin saber bien por dónde tirar.

De no leerlo, no creerlo

En un artículo publicado este viernes en Tiempo, Guerra reconoce que el separatismo catalán ha "logrado reconciliar a los españoles (incluida la izquierda sin adjetivos) con su bandera y con el nombre de España, lo que no se había conseguido en 40 años de democracia" y "conquistado para muchos españoles el amor por España y su Constitución".

La izquierda, según Guerra, habría cometido el "error histórico", de haber "regalado la bandera, el concepto de España y casi la Constitución" a la derecha. Un error que se intentaba explicar por la patrimonialización que el franquismo hizo de la patria y sus símbolos. Subsanado ese "error", se deberían sacar estas consecuencias tras las inminentes elecciones catalanas:

"Desde el PSC y desde el PSOE hemos oído que no facilitarán un Gobierno de los partidos independentistas, culpables de un golpe institucional, pero también que no aunarán sus votos a los de los partidos constitucionalistas". (…) "Tal panorama desembocaría en una situación sin salida, o lo que sería peor, podría ser que se le regalase el Gobierno de la Generalidad a Esquerra Republicana de Catalunya si se confirmaran los datos de las encuestas de opinión. Y tal dejación no sería perdonada por la inmensa mayoría de los españoles".

Por supuesto, este último análisis parte de la constatación de esa reconciliación nacional de la Izquierda con la nación y con sus símbolos, empezando por la bandera y terminando en la Constitución. Sin embargo, Iceta, al que se dirige la advertencia de no caer en el error, casi suicida, de pactar con los separatistas en vez de los partidos constitucionalistas, no lo ha visto, a pesar de que participó en la mayor prueba de ese fenómeno de masas: la doble manifestación de un millón de personas en Barcelona contra el golpe separatista y en apoyo de la aplicación del Artículo 155, que también han defendido Guerra y González. Con dos peros que añade en su artículo el jubilado vicetodo: tardar tanto en hacerlo y no haber incluido en él la intervención de una TV3, "vergonzosamente sectaria del nacionalismo, que seguirá falseando la realidad en la campaña electoral".

El PSOE, en manos de uno que no es del PSOE

Aunque ello no exima de responsabilidad al Gobierno del PP, hay que recordar que fue el PSOE, dirigido en realidad por el PSC de Iceta, el que impuso la convocatoria de elecciones inmediatas, en vez de esperar "al menos seis meses", como dijo Rajoy, para ver el efecto de la aplicación del 155, y que la intervención de los Mozos y de TV3 y Catalunya Ràdio, fue vetada también por Sánchez, oficiando de muñeco del ventrílocuo Iceta. Pero lo esencial es aceptar el fenómeno que Iceta rechaza y que Guerra, con tiempo para pasear, ve en tantas banderas españolas en los balcones: la reconciliación o reidentificación de los votantes de Izquierda con la idea y los símbolos de España, tras verlos afrentados y humillados por el golpe separatista y luego defendidos por el millón de compatriotas en Barcelona.

Guerra se guía para dar a Iceta el consejo de no pactar jamás con los separatistas por la experiencia de jubilado callejeo reciente y por su famosa intuición, hija de una larga estadía electoral en la sala de máquinas del PSOE, aunque como antiguo gobernante también se sienta indignado ante la cobardía de la clase política en general y de su partido muy en particular.

El problema es que Iceta, que a diferencia de Guerra, al menos en sus orígenes, es rico y no se ha bajado nunca de la moqueta. Por millonario, no presta atención al latido de la plebe. Y por moquetófilo, lo considera un incordio, no una inspiración. El mayor reto del PSOE para sobrevivir como partido nacional, que es lo que preocupa a Alfonso Guerra, depende de un señor que ni es del PSOE ni deja de ser un nacionalista catalán, es decir, alguien para el que ese movimiento casi telúrico que se ha producido en España y al que alude el exvicepresidente y exvicesecretario del PSOE es algo desagradable a conjurar, nunca un fenómeno a respetar y, mucho menos, un mandato popular que obedecer.

No tengo, pues, esperanza en que Iceta atienda a lo que dice Guerra, porque alberga en su interior, al frívolo modo catalanista, esa mezcla de desconocimiento y desprecio por todo lo español que caracteriza al PSC. Sin embargo, me gustaría que acertase al hablar como hecho irrevocable de la reconciliación nacional de la Izquierda con España, a la que pertenece pero a la que durante muchas décadas ha minado y casi destruido al negar la legitimidad de la mitad derecha de la nación para gobernarla. Pocos en esa línea fueron tan sectarios como Guerra. Pero sólo el necio no rectifica. Y si hubiera tiempo para ello, los electores del PSOE acabarán obligándolo a actuar de forma patriótica y contra el nacionalismo, una de cuyas últimas secuelas, pero no la única, ha sido el Golpe de Estado en Cataluña.

Rojicomplejines y maricomplejines: ¡despertad!

El problema es que hay poco tiempo y que el reloj lo tiene un partido nacionalista, el PSC, un 'alien' que se ha apoderado del cuerpo del PSOE. Con todo, si en la Izquierda política actual, se produjera o se obedeciera a ese fenómeno que Guerra considera como un hecho popular indiscutible, la reconciliación nacional, todo tendría remedio. Nadie lo diría, viendo esta semana a la Izquierda defendiendo el cupo del PNV y el adoctrinamiento antiespañol en las aulas de las autonomías bajo la bota nacionalista. Sin embargo, es tan leve el factor nacional en el PP actual, es tan inimaginable el patriotismo en los rajoyes y sorayas -basta verlos atacando a Ciudadanos en vez de disputarle sus viejas banderas- que sólo el despertar nacional de los rojicomplejines permite pensar en el de los maricomplejines. Lástima que tenga que empezar en el asilo, pero por alguna parte hay que empezar.

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