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José María Albert de Paco

Antes del 1 de octubre

Cómo transigir con esa pléyade de instituciones de las que ya sospechábamos que eran una mera secreción del nacionalismo.

Diada de 2014 | Imagen TV3

La recta final del proceso está brindando escenas de lo más edificante, como la del buen Coscu desgañitándose contra el autoritarismo entre el aplauso de parlamentarios socialistas, ciudadanos, populares y comuneros. O la de tantos alcaldes del PSC resistiendo orgullosamente al escrache de las hordas cuperas. O la de las decenas de artículos de prensa contra los sediciosos, a cual, ay, más admirable, y que alientan la certeza de que, puesto que nadie lee a nadie, el nuevo columnismo será clónico o no será.

Hay, no obstante, un lado sombrío. Aun asumiendo que no convenga extremar la represión para que, de ese modo, el día 2 sea posible un cierto entendimiento (asumiendo, en efecto, es el verbo que se emplea para aceptar algo a contrapelo); aun así, cómo transigir con esa pléyade de instituciones de las que ya sospechábamos que eran una mera secreción del nacionalismo.

Cómo seguir fingiendo, en fin, que TV3 es una televisión pública, con lo que eso conlleva, cuando a Vicent Sanchis, el talibán que la dirige, le ha faltado tiempo para blanquear a Otegi; cómo hacer la vista gorda ante el Síndic de Greuges, Rafael Ribó, que ha puesto el grito en el cielo ante "la vulneración de derechos en Cataluña" pero no ha movido un músculo ante el atropello del 6-S. ¿Y el Colegio de Periodistas? ¿Qué crédito merece una entidad que pasa por alto que el jefe de la poli amedrente al director de un periódico, para luego escandalizarse por una intervención judicial en El Vallenc? Y ya puestos, ¿habrá que seguir tragando con la ficción de que esos libelos, esas hórridas hojas parroquiales al servicio de la secesión, merecen el calificativo de prensa? Por no hablar de la universidad: de los 228 profesores que han firmado el manifiesto contra el 1-O, tan sólo hay 4 catalanes, y uno es Ovejero.

En cualquier caso, más embarazoso ha de ser el roce con esos equidistantes que hace veinte años ya lo eran, y que desde entonces han ido reptando al son del independentismo para guardar, ahora y siempre, la misma separación respecto a Madrit, no fueran a confundirlos con españoles.

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